March 07, 2021

¿Qué tanto podemos indignarnos por la publicación de una foto?

¿Qué tanto podemos indignarnos por la publicación de una foto?

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Twitter: @LuisJulianSalas
Blog en Google: familia y otros
Medellín - Colombia

El fotógrafo colombiano Carlos Alberto Velázquez Piedrahita obtuvo el primer premio de periodismo, categoría fotografía Rey de España por su fotografía titulada "El último abrazo" donde capta el momentos exacto donde un niño abraza el cadáver de su hermano muerto que se reportaba como desparecido en el barrio la Gabriela del municipio de Bello. La fotografía premiada ha despertado indignación en algunos círculos y personas que acusan al fotógrafo de carroñero, de ganar premios con el dolor ajeno, de violar la intimidad del niño. Opiniones respetables que no comparto. El fotógrafo, como reportero gráfico de un medio de comunicación, cumplió y cumplía con su trabajo de registrar los hechos de violencia en un barrio y un municipio donde mueren al año cientos de jóvenes víctimas de las bandas delincuenciales que luchan entre sí por la obtención de rentas ilegales en esos territorios. Es hacia ellos donde debe dirigirse el repudio, la indignación personal y colectiva por la muerte atroz del joven de 16 años, Miguel Ángel Pérez Oquendo y no al fotógrafo, ni a quienes reenvían la foto en las redes sociales.

“El último abrazo” de Colombia, Premio Rey de España de Fotografía" 
Imagen tomada de:https://www.eluniversal.com.co/
No es matando al mensajero portador de malas noticias, como sucedía en la antigüedad, como se descarga la ira y la indignación. La ira y la indignación deben dirigirse es hacia los actores armados que son los causantes de los asesinatos y el dolor y sufrimiento de las familias de las víctimas.

Los reporteros de guerra y de los conflictos armados cumplen un importante papel de hacer visible la tragedia humanitaria que traen las guerras y los conflictos armados. Gracias a ellos queda para la historia el registro fotográfico y fílmico de los delitos de lesa humanidad cometidos contra la población civil. Y fue gracias a las fotos y las filmaciones realizadas en los campos de concentración nazi contra los judíos en la Segunda Guerra Mundial como se aportaron las pruebas, contundentes, para juzgar y sentenciar a la alta oficialidad nazi de sus crímenes genocidas contra la población judía; y fue, también, gracias a las fotos y filmaciones de los reporteros de la Guerra de Vietnam, como la célebre foto de la niña que caminaba desnuda y llorando por las bombas de napalm que el ejército de USA arrojó sobre su aldea, que la ciudadanía estadounidense conoció, se sensibilizó y movilizó en contra de la permanencia de las tropas de su país en tierras de Vietnam.

Las fotos, los documentales y los videos son la memoria histórica de lo acontecido. De que tales hechos atroces y terribles contra la población civil y los mismos guerreros fueron cometidos. Esas pruebas quedan como el testimonio para el no olvido, la no repetición de tales hechos; hechos que a pesar de las evidencias tangibles a quienes se niegan a reconocer o que quisieran que no se mostraran escenas desgarradoras y que solo se tuviera el mero registro estadístico de las víctimas en un cuadro de Excel. Particular reconocimiento merece, aquí, el periodista colombiano Jesús Abad Colorado que ha registrado con su cámara, durante 30 años, las imágenes del conflicto armado colombiano, imágenes que dice el son para suscitar nuestra reflexión.

La imagen del niño abrazando a su hermano mayor muerto, envuelto en una precaria camilla, en el suelo, me conmueve y me genera ira y compasión a la vez; porque me hace ponerme en el lugar de ese niño, sentir su dolor, sus lágrimas por el hermano mayor muerto a quien nunca más podrá abrazar por el resto de su vida. Si gracias a la foto del fotógrafo Carlos Velázquez el dolor y el sufrimiento de ese niño, acontecido en un lugar público, no quedó, solo en un registro estadístico  en el anonimato de una muerte más. Es un fallecido que tuvo un nombre, una identidad, una familia que, en su perdida, en su dolor nunca lo olvidará. Como si lo hará, de seguro, el Estado y la sociedad. Yo, por mi parte no lo haré. Y que se le haya concedido el premio al fotógrafo es un reconocimiento merecido a su trabajo profesional que no es propiamente el de "un carroñero"


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