Carta abierta a la Opinión Pública sobre la Comisión
de la Verdad, con motivo de la presentación de su informe final
Los abajo firmantes, sociólogos y
sociólogas, egresados y egresadas, de la Universidad Pontificia Bolivariana de
Medellín, expresamos a la ciudadanía y a la Opinión Pública los siguientes
comentarios:
Con gran expectativa, emoción y alegría vimos y escuchamos la presentación del informe de la Comisión de la Verdad ante la ciudadanía, la sociedad colombiana y la comunidad internacional. Sus palabras y cifras, claras y contundentes, revelan un trabajo consciente, responsable, prolijo, exhaustivo y muy profesional. La escucha activa, digna y respetuosa tanto de las víctimas y victimarios permitió recoger, procesar, documentar y analizar la diversidad y pluralidad de las narrativas y los relatos de las personas, familias, colectivos y comunidades de todas las regiones del país en la búsqueda, en el propósito superior de hallar las distintas verdades y matices de la Verdad. Reconocemos y agradecemos, en consecuencia, que el trabajo tesonero de los comisionados y sus equipos rindió sus frutos, superó todas las expectativas. La lectura atenta del informe final no solo es una invitación a las presentes generaciones sino a las que nos sucederán después en la línea de tiempo de los cursos de vida. El informe final es, pues, una Memoria Histórica trascendental, de consulta, de estudio, de recuerdo imperecedero para que los gobiernos venideros y la sociedad colombiana no olvide y repita los tiempos aciagos y crueles de nuestro pasado.
La Comisión de la Verdad puso su atención y esfuerzos en hacer visible, por todos los medios posibles y a su alcance, ante el Estado, la sociedad colombiana y la comunidad internacional, a los millones de víctimas del conflicto armado interno colombiano desde 1958 hasta el año 2016, para esclarecer los hechos, la explicación de los mismos y propiciar la paz y la no repetición de lo sucedido. Si bien las víctimas fueron, y así debió ser, el objetivo central del trabajo de la Comisión de la Verdad, no meno cierto lo es que debemos, también, dar reconocimiento a los los cientos de miles de familias colombianas, de todos los estratos, minorías, condiciones, regiones, municipios, veredas, que insistieron, persistieron, resistieron y no renunciaron nunca a exigir, tanto al Estado como a la sociedad, por el destino y paradero de sus familiares y parientes víctimas del conflicto armado durante todas las décadas en que este se manifestó. Las familias colombianas, independiente de su forma de organización, estructura y composición, son paradójicas, en unos casos son causa y origen de violencia, de maltrato, de abuso, de discriminación y exclusión para con sus integrantes, pero en otros casos y condiciones no son destructoras sino protectoras, acompañantes y no abandonantes de sus integrantes. Y no lo son en las circunstancias de secuestro y desaparición. Cuando ello ocurre las familias se cohesionan, se unen más, se vuelven más resilientes. El Estado y la sociedad dan la espalda, olvidan a las víctimas, las familias NUNCA. Y es gracias a esta fortaleza interna de las familias, a que se convierten en actores sociales y políticos, de primer orden, que obligaron al Estado, la sociedad, los medios de comunicación, a la Opinión Pública y a la comunidad internacional a prestar atención y solución a sus justas demandas y reclamos por saber la Verdad de lo acontecido con sus víctimas, familiares y parientes, como víctimas del conflicto armado. Y han tenido estas numerosas familias en la Comisión de la Verdad el espacio adecuado para su reconocimiento y visibilidad. A ellas expresamos, también, toda nuestra admiración, comprensión y acompañamiento.
Decía la gran pensadora y escritora política Hannah Arendt (1906 – 1975), que la conciencia es la caja de resonancia de la razón. ¡Que certera definición de la conciencia humana! El informe final de la Comisión de la Verdad no solo apela a la conciencia colectiva, sino, que, además, la interpela, la cuestiona, la agita. Y así lo hace para que los testimonios, las conclusiones y las recomendaciones del informe final tengan la resonancia debida en nuestros pensamientos, en nuestros actos y no se convierta en algo inocuo, vacío e intrascendente. Las razones son de la conciencia, los motivos del corazón. Ambos son importantes y necesarios porque orientan nuestro pensamiento y guían nuestras acciones.
Nosotros, como sociólogos y sociólogas egresados de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín adquirimos el compromiso, público de leer con atención y compartir el informe final de la Comisión de la Verdad. Ese es nuestro aporte. Y nos complace mucho saber que nuevas generaciones de sociólogos y sociólogas hicieron parte activa, con su conocimientos y talentos del trabajo de la Comisión de la Verdad en distintos territorios del país.
Y no solo la conciencia importa, también, el corazón lo es. Se dice que la gratitud es la memoria del corazón. Y es por eso que los abajo firmantes expresamos nuestra admiración y e inmensa gratitud al padre Francisco de Roux, a los comisionados y comisionadas y a todo el equipo de profesionales vinculados por todo el magnífico trabajo realizado. Padre de Roux: gracias a su fe, su inteligencia, su prudencia, discreción y liderazgo. llevó a buen término la misión y las tareas propuestas a la Comisión de la Verdad. La autoridad moral de una persona, su integridad ética no se reclama y demanda ante terceros. Ellas con concedidas por la transparencia, la honestidad y la coherencia entre el pensar y el actuar de una persona hacia los otros. Padre de Roux: sus palabras, su ejemplo, su vida y obra no solo honran, enaltecen, a la Compañía de Jesús sino, también, a todo el género humano. ¡Muchas gracias!
Si hay futuro, si hay
verdad
Luis Julián Salas Rodas
70.076.844
Amparo Saldarriaga Klinkert
32.472.353
Margarita Pelaez Mejía
32.446.873
Juan María Ramírez Vélez
71.576.061
Carmen Lucía Agudelo Montoya
32.499.866
Raúl Alberto Vásquez Correa
8.237.683
Antonio J. Pareja A.
70.046.140
Enrique Hernando Sánchez
8.279.687
Apolinar Londoño Hernández
8.303.108
José Agustín Jaraba Echavarría
70.067.569
Alba Lucía Serna Ángel
25.092.650
María Isabel Giraldo Velásquez
3.243.201
Fabiola Bernal
32.517.070
Luis Javier Galeano Baena
17.102.463
Ángela del Carmen Mejía Piedrahíta
42.9778.859
José Gabriel Cataño Rojas
4.146.807
Carmen Cecilia Vargas Guzmán
32.531.233
43.060.816
Germán Alberto Jaramillo Villegas
70.044.706
María Elisa Restrepo Ceballos
32.416.265
Argelia Londoño Vélez
32.493.722
Carmen Alicia Acevedo Bedoya
32.5028.390
Amparo Dávila Vides
43.055.440
Jorge Enrique Álzate Pérez
70.045.895
Nora C. Zapata Jiménez
43.033.715