November 24, 2020

Las Familias y la Pandemia

Las Familias y la Pandemia

Colectivo: Familia y democracia*


Por primera vez en la historia de la humanidad un problema de salud pública pone en  crisis a toda la especie humana; un virus desconocido, oculto, agresivo e inesperado  invade al planeta y se expande por el contacto entre los seres humanos. Es el  Coronavirus o COVID-19. Este minúsculo ser nos mostró que las fronteras son una  construcción abstracta y las distancias desaparecen con la simultaneidad de los medios  de comunicación y del transporte; todos estamos conectados: los países, las ciudades, las  localidades; el planeta se convirtió en un vecindario en donde unos y otros son posibles  portadores o receptores del amenazante virus. El único refugio más o menos seguro es  nuestra vivienda. Quedarse en casa es la recomendación de las y los epidemiólogos, y la  orden de las autoridades locales y nacionales. Vivan en familia, sean familia, cumplan  con los hijos e hijas, tengan paciencia, es lo que se repite permanentemente..

El confinamiento prolongado ha producido cambios drásticos en el trabajo, la educación, el cuidado y la recreación. Estas actividades que desde finales del siglo XIX en Colombia,  se habían trasladado en buena medida al espacio de afuera de los hogares, bien sea  público o privado, volvieron de un modo abrupto a ser desempeñadas dentro de las  viviendas. Las familias ricas o pobres, de la montaña o de la costa, con dos miembros o  con muchos integrantes, se han visto obligadas a redefinir sus vidas, adecuar sus  recursos, sus tiempos y apoyos, todo ello en medio de incertidumbres, miedos, amores y  conflictos. Pero si bien, la pandemia afecta a toda la población y pone en evidencia las  inequidades en la distribución de las cargas y de los bienes económicos, sociales y  culturales, también ha hecho visible la importancia de la familia para el apoyo afectivo  de sus integrantes, para salvaguardar sus vidas y satisfacer sus necesidades. El vivir en  una época en la que se ha desarrollado la tecnología en telecomunicaciones nos ha  permitido estar conectados con nuestros familiares a pesar de la distancia física y, a su  vez, ha facilitado que se haga visible en las redes sociales tanto las potencialidades como  los problemas que afrontan las familias. La virtualidad ha enriquecido la comunicación  intra e interfamiliar y le ha permitido a las familias desempeñar algunas de las nuevas  funciones que se concentraron en la casa.

Quienes nos ocupamos de los temas de familia queremos llamar la atención sobre las  grandes carencias y limitaciones que están enfrentando los grupos familiares, especialmente los de los sectores medios y pobres, para cumplir las funciones que la  sociedad les está demandando durante esta pandemia. De igual manera, nos preocupa el  deterioro de su calidad de vida, además del costo social y emocional que recae en sus  miembros, especialmente en las mujeres. Como colectivo pensante sobre las familias y la  vida en democracia, ofrecemos en este escrito reflexiones sobre los efectos  problemáticos del confinamiento, y hacemos un llamado al Estado y a la sociedad para  que se adelanten acciones conducentes a superar las condiciones de desigualdad, inequidad, violencia y sobrecarga que afrontan las familias colombianas. Efectos problemáticos de la pandemia en las familias

1. Cambio en las organizaciones familiares y en sus relaciones. Las cuatro paredes  de las viviendas, grandes o pequeñas están delimitando el ser, hacer, sentir y pensar de quienes las habitan. El encierro reúne y distancia, facilita encuentros y desencuentros; se acrecienta la sensación de extrañeza ante los seres que anteriormente se creían  entrañables, y aquello que parecía tan familiar como los espacios y las rutinas, cambian  de significado. La pandemia obligó al encierro y ante las nuevas necesidades, algunas  familias han tenido que reagruparse; se aumentaron los grupos extensos, compuestos  por padres, madres, hijos, hijas y abuelos, con el concebido problema de los choques  intergeneracionales. Otras familias están separadas: hijos que viven con sus madres y  que tienen dificultad de ver a sus padres, hijos y nietos que no pueden ver a sus abuelos.  Mientras unas familias han tenido que reactivar las redes parentales para encontrar  apoyo, aun violando el confinamiento, otras optaron por regresar a las casas de los  abuelos o a los pueblos de origen. Durante este tiempo, la publicidad comercial y  gubernamental, y los mensajes que se distribuyen en las redes reiteran el deber ser  “familiar”, que apunta a la convivencia armónica, amorosa, tranquila y cuidadosa, pero la  realidad está mostrando las grietas. Los conflictos, que son inevitables en la convivencia  cotidiana, a veces se exasperan hasta llegar a la violencia. Las autoridades competentes  nos dicen que aumentaron considerablemente las denuncias por violencia contra los  niños, niñas y las mujeres, tal como lo muestran los siguientes datos: La Fiscalía General  de la Nación señaló a mediados de abril, que durante el período de cuarentena, decretada el 18 de marzo, esta entidad recibió 3.069 denuncias de violencia  intrafamiliar, de las cuales 1.407 correspondieron a delitos sexuales

Ni los más altos ideales y legislaciones, han logrado extirpar o evitar las violencias y las  perturbaciones al interior de las familias. La vida cotidiana se trasformó, los espacios se  hicieron más estrechos y el futuro más incierto. Afloró la tristeza, la rabia, la  intolerancia, la incertidumbre, la frustración y el cansancio por la concentración de  todas las actividades en el hogar.

Nos preocupa la salud física y mental de las familias. Es urgente fortalecer los programas  de prevención y atención de la violencia intrafamiliar, con perspectiva diferencial y  seguimiento de los casos. Las familias no tienen la capacidad física y mental para  afrontar esta excesiva concentración de actividades en lo que antes era su espacio  privado, pero también es cierto que la única solución ante la expansión de los contagios  es el aislamiento en las viviendas. En consecuencia, es necesario desarrollar programas  de solución pacífica de los conflictos que tienen que afrontar los grupos familiares y que  se complementen con mecanismos rápidos y efectivos de contacto con las familias para  hacer un seguimiento constante a los resultados de dichos programas, de tal manera que  las prácticas de comunicación entre los integrantes del grupo familiar se lleven a cabo  con el debido respeto a la dignidad e integridad de todos sus integrante.

2. Nuevas condiciones laborales, desempleo, disminución de los ingresos. Las  medidas de confinamiento preventivo han traído como resultado que algunas personas  no salgan a trabajar, remuneradas unas y otras no, o que trabajen en sus viviendas  mediante el teletrabajo, el trabajo por medios virtuales o en las pequeñas empresas  familiares. El trabajo en casa genera problemas difíciles de afrontar en los escasos  espacios con que cuentan las viviendas en la actualidad; la carencia de lugares  adecuados, y de los medios necesarios para trabajar, sin que se perturbe la vida familiar, es muy grande, especialmente en los grupos de menos recursos que es la población más  numerosa en el país; son espacios reducidos, sin privacidad, sin los implementos adecuados como computadores, sillas y mesas. A estas carencias se suman los costos de  los servicios de electricidad y de internet o éste es de baja calidad. Además, las personas  que trabajan desde sus viviendas están sometidas a las leyes de la productividad, lo que  choca con las obligaciones extras referidas al cuidado y al trabajo doméstico, lo cual ha  generado gran carga emocional para los integrantes del grupo familiar.

El desempleo aumentó significativamente: según el DANE, para el mes de mayo del 2020  estaba en el 21.4%. Otro indicador de las precarias condiciones de las familias es el  porcentaje considerablemente alto de trabajo informal o economía popular, que se  estima en el 48% de la población; un sector que se encuentra sin afiliación al sistema de  seguridad social en salud y pensiones.

Al desempleo se suma la población económicamente inactiva, en la que se encuentran  las amas de casa, estudiantes y personas de la tercera edad. Más de un millón de  mujeres, especialmente madres, tuvieron que dejar sus empleos. No solo perdieron  ingresos sino que también truncaron sus sueños de autonomía.

Ante este panorama, ¿cómo están cubriendo las familias sus necesidades de alimento, salud, pago de arriendo y de servicios públicos, conexión a internet? El Estado ha  establecido medidas como entrega de mercados, préstamos y subsidios. Pero las  coberturas son parciales y las ayudas no son oportunas. Un estudio de la Universidad  Javeriana señala que el Estado ha invertido en el Fondo de Mitigación de Emergencias, el  2.4% del PIB, lo cual ha sido insuficiente para que las familias urbanas y rurales, de  estratos medios y bajos, logren tener una vida digna durante este tiempo de cuarentena.

Se está invirtiendo dinero, pero los problemas están a la orden del día, la gente sigue  sumergida en el dilema entre morir de hambre o salir a trabajar y exponerse a morir  por el virus porque no tiene como acudir al sistema de salud. Es urgente revisar el  SISBEN para incorporar a quienes han salido de la cadena laboral y, por consiguiente, pierden su afiliación a la seguridad social; en esta situación de pandemia nadie debe  quedarse por fuera del sistema de salud. El trabajo informal debe ser formalizado y  quienes quedan cesantes no deben ser desvinculados de las EPS. Toda la fuerza de  trabajo, inclusive el trabajo de la casa debe recibir al menos los beneficios de la salud y  los riesgos profesionales. Estas razones, nos permiten sumarnos a las voces que  proponen la aprobación de la renta básica, la cual permitirá manejar esta emergencia  con mayor facilidad y eficacia porque con ella, las familias en situación de pobreza  reciben una mesada mensual que reemplaza, si no totalmente, por lo menos parte de los  ingresos que dejaron de percibir por cuenta de la pandemia. El fondo de Mitigación de  emergencias puede perfectamente cubrir esta modalidad de renta básica y ésta se debe  extender a los hogares monoparentales.

3. La educación en casa. Otra invasión a los espacios de la familia, originada por la  cuarentena, es la educación. Como los primeros confinados fueron los niños y niñas, las  instituciones educativas, públicas y privadas, se quedaron vacías y la formación de la  población en edad escolar volvió al hogar. Se “institucionalizó” el estudio virtual, con la  consecuente duplicación de las tareas instaladas en el único espacio familiar y de  manera simultánea en los tiempos propios para el cuidado y la gestión de la casa y ahora  también en los tiempos para el trabajo y la educación de los hijos e hijas. Los integrantes de las familias económicamente activos están viviendo una simultaneidad oprimente en  el cumplimiento de sus obligaciones, que se traduce en cansancio e impotencia para ser  al mismo tiempo cuidadores, gestores del hogar, trabajadores y educadores. Son las  mujeres quienes resultan más afectadas por esta acumulación, porque el modelo  patriarcal de roles poco se ha modificado en la vida de las familias. La imposibilidad de  insertarse a las nuevas prácticas educativas pone en evidencia las desigualdades y la  pobreza de buena parte de las familias colombianas que no cuentan con los equipos  requeridos ni el acceso a internet. Se está consolidando un modelo que nuevamente  tiene como pilar único la familia en un país donde apenas el 42% de los hogares cuentan  con internet y donde los padres y madres, que antes cumplían largas jornadas de trabajo  fuera de las viviendas, apenas saben comunicarse por Whatsapp.

La educación en casa es fuente de problemas de difícil solución: ¿Cómo servir de apoyo  para el aprendizaje virtual de la lectura y escritura de los niños y niñas menores de 8  años? ¿Cómo ahorrar para un computador de $800.000, cuando la familia se mantiene  con dos salarios mínimos que apenas suman $1.600.000? Algunas familias pueden tener  equipos pero, ¿estos son suficientes para atender las necesidades de estudio de hijos e  hijas y que también deben ser utilizados por quienes que trabajan? La distribución del  tiempo consagrado al trabajo y el tiempo para la educación es otro problema que se  tiene que racionalizar. La situación se complica con la primera infancia pues los padres  tienen que convertirse en tutores educativos con las tareas complejas que conlleva el  aprestamiento para la escolaridad sin contar con la preparación adecuada para tal fin.  Algunos padres y madres han logrado adaptarse y buscar apoyos, pero esta nueva  situación ha significado, para la mayoría un aumento del estrés bien sea porque  perciben sus carencias y su incapacidad para cumplir con las nuevas tareas, o bien por la  sobrecarga de actividades que tienen que llevar a cabo en el día y buena parte de la  noche. Si continúa la necesidad del confinamiento es necesario que el gobierno asuma  como prioridad la ampliación de la conectividad a internet para todo el territorio  nacional porque ningún niño, niña o adolescente puede suspender sus estudios por  carencia de tecnología o porque sus padres o madres no pueden asumir la función de los  profesores.

4. La recreación, la socialización y el esparcimiento se redujeron al espacio del  hogar. Antes de la pandemia, los niños, niñas y jóvenes practicaban deportes y  actividades lúdicas y culturales en los establecimientos educativos, en lugares públicos y  privados dispuestos para la recreación, la cultura y el deporte, y hasta en las calles; con  el confinamiento están obligados a permanecer en el entorno vital que hoy se reduce  a la vivienda. Son pocas las viviendas que tienen espacios acondicionados para la  recreación. Las familias numerosas generalmente viven en espacios reducidos, y en lo  último en que piensan es en adecuar espacios para juegos y diversión de niñas, niñas y  adultos. Con el confinamiento no tienen posibilidades de aislarse, así sea por momentos, de las tensiones que genera la convivencia cotidiana entre parejas y con las demás  personas que comparten el hogar.

Los grupos familiares de tres, cuatro o más miembros, que viven en apartamentos de 60  o 70 metros cuadrados –la media para estratos tres y cuatro– y aún con menos área, se  vieron abocados de un día para otro, a enfrentar el hecho de no tener el espacio vital  para que cada uno de sus integrantes pueda satisfacer sus necesidades de descanso y recreación, a la vez que el trabajo, el estudio, y las actividades domésticas. De modo que  mientras unos reclaman silencio y concentración, otros están en momentos de hilaridad.  Tensiones y conflictos, a veces violentos, y búsqueda de acuerdos o distanciamientos son  situaciones cotidianas en las familias durante este período de confinamiento. En este  período de cuarentena es cuando las familias más resienten las carencias de espacio  para atender todas las funciones que deben asumir y la recreación es la gran sacrificada.  El Estado tiene que modificar las políticas de vivienda social para que las familias  tengan espacios adecuados para el desarrollo de todas sus funciones incluyendo la  recreación. Los constructores también tienen que hacer este esfuerzo junto con el  Estado.

5. La reproducción y el cuidado de la vida. En las sociedades contemporáneas las  funciones de la familia son, además del sostenimiento, la reproducción y el cuidado de  los integrantes de grupo; funciones que el modelo patriarcal les asignó prioritariamente  a las mujeres y por ello quedaron confinadas al interior de las viviendas. Ellas  desempeñan tareas (cocinar, hacer aseo, ordenar, planificar y mercar) que al estar en el  mundo doméstico, son invisibles para el sistema: no son reconocidas como trabajo y no  tienen remuneración. También el cuidado es invisible, y por ello tampoco es reconocido  ni remunerado. Debido a esta situación de invisibilidad, el Estado y los sectores  productivos no tuvieron en cuenta que tenían que acompañar a las familias en la  adecuación de sus espacios, sus tiempos y su disponibilidad para asumir las nuevas  realidades.

Un estudio realizado antes de la pandemia señala que las actividades del hogar  enfocadas al suministro de alimentos, cuidado físico de personas, cuidado pasivo —estar  pendiente— y tareas de limpieza y mantenimiento se concentran en las mujeres; este  estudio pone en evidencia las inequidades que aún existen en este campo entre los  sexos. Las brechas más amplias son: la preparación y suministro de alimentos 74,4 %, y  la limpieza del hogar el 69,9 % (DANE, 2016). Antes de la pandemia, las mujeres  destinaban en promedio siete horas y catorce minutos en labores domésticas, mientras  los hombres dedicaban, en promedio tres horas y veinticinco minutos (ONU Mujeres, 2018). Son algunos datos que hacen pensar en las dificultades que están enfrentando las  familias y especialmente las mujeres, durante estas cuarentenas.

En estos meses de confinamiento se ha hecho más visible la importancia y el tiempo que  representan la reproducción de la vida y el cuidado para la supervivencia de la  humanidad. Antes de la pandemia la familia compartía la atención de la infancia, porque  podía contar con otros recursos como los brindados por el mercado -el pago empleadas  domésticas, de jardines de infantes y/o clases extras- y por el Estado como los jardines y  hogares comunitarios. Se contaba, además, con las redes familiares y comunitarias. Con  el confinamiento todo se concentró en las viviendas. Ante esta situación podemos  identificar dos escenarios: el más preocupante es el cansancio de las mujeres que cargan  con la triple jornada de trabajo y los conflictos con los varones debidos a los reclamos  para que haya una distribución equitativa de las labores domésticas y del cuidado; está  también el escenario esperanzador que se produce cuando los diferentes miembros del  grupo familiar llegan a acuerdos sobre la distribución de tareas y responsabilidades de  una manera equitativa, según edad y género.

Estas desigualdades al interior del hogar tienen que desaparecer. La feminización de  cuidado y de la gestión del hogar tiene que dar paso a la responsabilidad compartida  entre hombres y mujeres y entre todas las edades. En la crisis actual se requiere más  apoyo del Estado y del sector económico para facilitar la interrelación equitativa entre la  reproducción y cuidado de la vida, la producción de los bines y la distribución de los  beneficios. Este es el principio de corresponsabilidad que también contempla la  Constitución Política especialmente en la garantía de los derechos de la infancia y de las personas mayores.

Las Acciones que se imponen

¿Debemos o tenemos que actuar? Las acciones para orientar a las familias no son un  deber son una obligación por mandato constitucional y legal. Creemos que el virus llegó  para quedarse, no es una crisis transitoria, en consecuencia, es urgente que las familias  reciban no solamente subsidios de mercado sino orientaciones básicas para cumplir con  estos nuevos retos. Nuestro llamado es al gobierno y a las empresas para que atiendan  las necesidades que se desprenden de esta nueva concentración de actividades que  tienen las familias con acciones tales como:

  • Llevar a cabo programas de orientación a las familias para el reconocimiento y  respeto a la dignidad y la integridad de todos sus integrantes y la solución pacífica  de los conflictos intrafamiliares.
  • Hacer el seguimiento constante a los resultados de dichos programas para establecer  su asertividad.
  • Todas las personas que salieron de la cadena laboral deben seguir recibiendo los  beneficios de la seguridad social.
  • Formalizar el trabajo informal e incorporar al SISBEN a todas las personas que  derivan sus ingresos de esta manera.
  • El Estado debe instaurar la renta básica para todas las familias que derivan sus  ingresos del trabajo informal y de las personas que los perdieron por finalización de  sus contratos de trabajo.
  • Ampliación de la conectividad a internet para todo el territorio nacional y asesoría a  los padres para asumir la tarea de pedagogos en el hogar.
  • Apoyo del Estado y de las empresas a los tiempos de recreación de las familias. Apoyo del Estado y de las empresas a la gestión de lo doméstico y al cuidado de las  personas que lo necesitan.

Pero también en la perspectiva de la sociedad civil es preciso hacer una reflexión que  tiene como punto de partida el dilema entre democracia o autocracia en las familias.  ¿Cómo analizar este dilema desde el paradigma de los derechos humanos de las  personas y de las familias? Podemos plantear el dilema de otra manera: desde la  profundidad de nuestra intimidad los seres humanos nos confrontamos como personas  democráticas o como personajes autoritarios heredados de la tradición. ¿Podemos  regular nuestros intereses personales para compartir los espacios y tiempos atendiendo  a las necesidades de todos los integrantes del grupo familiar? O, ¿se impone el egoísmo  ciego como factor dominante en el grupo? Cambiar el egoísmo irrespetuoso por el  egoísmo solidario es la clave para la supervivencia frente al virus que nos agobia. El  egoísmo solidario es aquel que promueve el autocuidado para cuidar a todo mi grupo  familiar; de igual manera, en la medida en que comparto los espacios en forma razonable, participo en la distribución de las tareas domésticas con la responsabilidad  que nos atañe como actores de nuestro destino, y orientamos esas tensiones en la  búsqueda de nuevas aproximaciones y propuestas originales para con-vivir como seres  que gestionan la igualdad desde la trascendencia del yo íntimo, estos nuevos desafíos se  convierten en enriquecimientos del yo individual y el yo social. En consecuencia, bajo la  orientación del paradigma de los derechos, es claro que este dilema se desvanece en la  medida en que la democracia en los espacios y tiempos y la democracia en la configuran  de relaciones intrafamiliares fundadas en el respeto y la promoción de la dignidad de  todas y todos los integrantes del grupo familiar, en la medida también en que se  resuelven los conflictos que necesariamente se presentan en el hogar de manera  concertada y las responsabilidades del cuidado y gestión de la casa se asumen en  condiciones de igualdad en la distribución de las tareas y en la comunicación  intergeneracional. Las familias tienen responsabilidades pero el Estado, la empresa y la  sociedad deben asumir las suyas para garantizar los derechos de las familias y sus  integrantes, y para que, en la medida en que se superen las tendencias  autocráticas, logremos construir relaciones democráticas responsables, autónomas y  participativas.

Agosto 20 de 2020

*

Ligia Galvis Ortiz

Abogada y Doctora en Filosofía

Julián Salas Rodas

Sociólogo. Especialista y Magister en Ciencias Sociales. 

Yomaira García Acuña

Psicóloga, doctoranda en Ciencias Sociales

Pilar Morad Haydar

Trabajadora Social y Magister en Estudios de Género

Blanca Jiménez Zuluaga

Trabajadora Social y Magister en Ciencias Sociales

María Cristina Palacio Valencia

Socióloga con estudios en maestría en Ciencias Políticas

Yolanda Puyana Villamizar

Trabajadora Social y Magister en Estudios de Población

Raúl Jaimes Hernández

Psicólogo y Magister en Administración

Yolima Amado Sánchez

Psicóloga y Magister en Psicoanálisis, Subjetividad y Cultura.

November 21, 2020

Un Tinto para Conversar de Familia - Interrogando la denominada "Familia multiespecie"

Un Tinto para Conversar de Familia - Interrogando la denominada "Familia multiespecie"

Las mascotas como animales de compañía doméstica han acompañado a los seres humanos desde tiempos ancestrales; del perro, por ejemplo, se ha dicho que es el mejor amigo del hombre, nunca se ha dicho de la mujer. Además de compañía, el perro nos ha prestado otros servicios como los de protección, ayuda a personas invidentes y en situación de discapacidad. 

Asistimos hoy a un nuevo fenómeno sociocultural cual es la revaloración de las mascotas; ya no solo como animales de compañía, sino el de ser tratado y considerado como un integrante más de la familia.  A quien incluso los animalistas radicales pretenden y abogan que sean reconocidos por la ley como un sujeto de derechos en igualdad con los hijos biológicos o adoptados. Es decir, proponen que se consideren como un nuevo tipo de familia: la familia multiespecie.

Del origen, manifestaciones y consecuencias  del reconocimiento o no de la familia multiespecie, como nueva forma de organización familiar, es de lo que trata este conversatorio.

Participantes: 

  • María Cristina Palacio Valencia (Profesora jubilada, Universidad de Caldas - Manizales
  • Luis Julián Salas Rodas (Sociólogo, Magister en Ciencias Sociales - Medellín
  • Moderador: Germán Darío Herrera Saray



Video Tomado de: Un tinto para conversar de familia (Nov. 19. 2020)--https://www.youtube.com/watch?v=cKTRz39lmRU&feature=youtu.be

(Para una ampliación del tema buscar en Google los siguientes artículos: la familia multiespecie: ¿otro tipo de familia? y las mascotas como hijos y los hijos como mascotas: un nuevo fenómeno sociocultural)