September 22, 2019

Beatriz Restrepo Gallego: una vida de coherencia entre el pensamiento y la acción



Beatriz Restrepo Gallego: una vida de coherencia entre el pensamiento y la acción

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magister en Ciencias de la Educación
Twitter: @LuisJulianSalas
Blog en Google: familia y otros
Medellín - Colombia

UdeA.edu.co

Barranquilla 1941 – Medellín 2019



¿Qué significa pensar?  Bajo este sugestivo  título el filósofo alemán Martín Heidegger (1)  (1889-1976) dictó dos cursos durante los años de 1952 – 1953 en la Universidad de Friburgo, en Breisgau, Alemania.  La pregunta nos inquieta por cuanto creemos que todo el tiempo estamos pensando, sobre  lo divino y humano,  pero muy poco en el propio  significado del pensar. Heidegger señala que el pensar nombra, también, otras palabras como: memoria, gratitud, recuerdo. Y de la memoria Heidegger, en el texto ya citado, nos da una hermosa definición: la memoria es el recogimiento del recuerdo.


¿Y qué motivo nos convoca la lectura de este texto? No es otro que el recogernos en el recuerdo de nuestra admirada filósofa  y entrañable amiga Beatriz Restrepo Gallego. El recuerdo está asociado a las vivencias, y vivencia es toda aquella situación o experiencia que marca en forma significativa el curso de nuestra vida. Y aquellos de nosotros que tuvimos la oportunidad y el privilegio del encuentro con el pensamiento y la palabra Beatriz sí que podemos dar testimonio público de esa vivencia.

Durante 24 años Beatriz fue profesora de filosofía de la Universidad de Antioquia, trabajo de por sí  meritorio, pero su jubilación no implicó el retiro a una vida contemplativa y meramente privada  sino  todo lo contrario,  a una vida pública muy activa, como constataré en esta semblanza.

La educación fue  para ella no solo un espacio para  laborar sino, además, un ámbito para propiciar en sus estudiantes un ámbito para el pensar. Cuestionaba ella, siempre con fundamento, que el pensamiento reflexivo debe anteceder al pensamiento crítico porque no es posible aportar a una deliberación pública sin antes no se ha tomado el tiempo, el estudio y el juicio previo sobre el asunto en cuestión. Y este principio lo encarnaba ella en las reuniones de las juntas directivas de las que hacia parte; mientras que los demás miembros discutían, opinaban, alzaban la voz, repetían las ideas en tumultuosa algarabía, Beatriz en actitud de escucha activa y atenta guardaba prudente silencio. Solo al  final de la reunión, oídos todos los argumentos en pro y en contra, emitía sus concluyentes juicios y conceptos dando cierre a la reunión. La lección, aun no aprendida: primero reflexionar, luego criticar.

De las cuatro virtudes cardinales: la justicia, la fortaleza la templanza y la prudencia, es, a mi parecer, esta última la que mejor encarnaba la personalidad de Beatriz. Dice de la prudencia la escritora Andrea Imaginario:
    
La prudencia es una virtud que tiene como propósito enmendar o sanar la ignorancia de entendimiento, la prudencia es la capacidad de reflexionar antes de hablar o actuar, así como evaluar el modo y los medios adecuados para intervenir en una situación. Implica, por tanto el sentido de la oportunidad, es decir, de juzgar cual es el momento adecuado para actuar o hablar.

La práctica de la prudencia implica seguir al menos tres elementos esenciales, los cuales son: pensar con madurez, decir con sabiduría y actuar para el bien. Todo ello conlleva un proceso de reflexión continua. (www.culturagenial.com)

A lo anterior pienso cuanta falta hace hoy en día la práctica de la virtud de la prudencia como usuarios permanentes de las redes sociales donde ante un trino, una opinión, una imagen que nos disgusta, en medio de una sobrecarga de información y noticias falsas, respondemos de inmediato en forma emocional, airada, sin previa reflexión y confirmación, cayendo en el insulto, el agravio, la burla, la descalificación frente a quienes no sienten como uno, generando discursos de odio y enemistad. Y es la imprudencia, el antónimo de la prudencia, la que nos incita a obrar de más y pensar de menos.

Con respecto al uso inadecuado del lenguaje reiteraba Beatriz la importancia de la lectoescritura como competencia básica del aprendizaje y llamaba la atención en el aspecto del habla y la escucha en la formación del sujeto, asunto del cual afirmaba ha sido descuidado, la cito textual:

El habla no solo es herramienta de comunicación, también lo es de la construcción del yo, primer nombre que el niño aprende a verbalizar. La construcción de un relato favorece la reflexión, el pensamiento lógico, el desarrollo del vocabulario o sea, la capacidad de nombrar pero sobre todo la reflexividad como capacidad de designarse a sí mismo. (2)

Y este llamado de atención lo refería con énfasis en la carencia, en el déficit de los bachilleres que se presentan a la universidad sin saber hablar y sin poder lograr expresar verbalmente lo que quieren significar para poder ser entendido por los otros. Déficit, insisto, no exclusivo de los jóvenes bachilleres.

Hacemos mucho énfasis en promover la lectura desde las aulas y eso está bien, pero no merece nuestra preocupación que alrededor de 3.000.000 millones  de personas mayores de 15 años se les haya negado, por diversos motivos, el derecho fundamental a la educación. Esta realidad vergonzante del país no le fue, tampoco, ajena a Beatriz. Al igual que la filosofía, la ética fue otro campo de su conocimiento y de su práctica humana, social y política. En muchas ocasiones expuso, siempre con argumentos, que el principio de la Dignidad Humana era el fundante de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, entendiendo por dignidad el reconocimiento propio y ajeno del ser humano por el solo hecho de nacer y existir. Explicaba sus orígenes desde la religión cristiana, la filosofía de Inmanuel Kant (1724-1804) y del filósofo y humanista católico Jacques Maritan (1882-1973); tenía ella muy claro cuál era la condición del ser humano como un Sujeto Moral. No bastaba, decía Beatriz, ser ciudadano(a) y ser sujeto político.

Confundido tratando de entender la similitud o diferencia  entre moral y ética le pregunté un día a Beatriz por su esclarecimiento, y palabras más, palabras menos, esto me respondió, en su acostumbrado tono de voz pausado y directo:

Julián: cuando hablamos de moral nos referimos a las conductas, comportamientos o prácticas que las personas realizan en su vida social. Cada sociedad, cada grupo humano establece unas normas, unos valores y unos fines acerca de lo que se puede o no puede hacerse de acuerdo con la moral, la ley y las costumbres.  La moral es relativa, particular de una sociedad. Y cuando mencionamos la ética nos referimos es a la reflexión que desde la filosofía se realiza sobre la moral y las virtudes cardinales. Son dos cosas distintas pero relacionadas.  (En esta apreciación sobre la ética y la moral coincidía Beatriz con su colega catalana Victoria Camps  (1941 -).  Te pongo un ejemplo: cuando un hijo pequeño pregunta ¿Papá, por qué me debo portar bien?, lo que ese niño está haciendo es una pregunta de una gran profundidad ética por cuanto ha reflexionado acerca de las razones del comportamiento al tiempo que invita a su padre a compartir tal reflexión. ¿Y cuál es la respuesta generalizada de los padres a tan ética pregunta, si la hay? Pues debes portarte bien porque aun eres chiquito y yo soy tu papá. Y de esta forma, unilateral y autoritaria, Julián, el padre desaprovecha la oportunidad de continuar la reflexión ética a la que el hijo lo ha invitado. La ética no solo trata de teorías y conceptos, se aplica a todas las situaciones de la vida cotidiana.

Y seguí interrogándola. Beatriz, ¿qué es lo correcto hablar de código de ética o de código de conducta? A lo cual Beatriz me respondió: es impropio hablar de código de ética por cuanto esta no es normativa sino reflexiva. Lo propio es hablar de códigos de conductas de acuerdo con el propósito que se pretende y al público al que va dirigido. La moral puede ser doble o triple pera la ética no admite dobleces, es una sola. El filósofo alemán Ludwig Wittgenstein, (1889-1951) (siempre  daba el correspondiente crédito a sus colegas), afirmaba que la ética antes que enseñarse, se muestra. Un ejemplo: si las personas que conforman una junta directiva de una organización son éticas, el proceder de la misma será ético, proceder que se verá reflejado en su código de conducta o en su reglamento interno. No se trata Julián de predicar las virtudes sino, ante todo, de actuar en consecuencia, y quien así obra la sociedad se lo reconoce. La conciencia moral es la que nos obliga a ser responsables de las consecuencias de nuestra conducta. Es la evidencia de la auténtica autonomía del sujeto.

Su práctica de tantos años en la docencia hacía de ella una maestra singular para dar  a entender su pensamiento. En uno de sus últimos actos  públicos, cuando ya la enfermedad había comenzado a debilitar su cuerpo, nunca la lucidez de su mente, asistió a un encuentro de personeros(as) del Oriente antioqueño. Allí les hizo hincapié en la diferencia esencial entre ser funcionario y servidor público. El funcionario es aquel que es contratado por el Estado para cumplir unas funciones específicas contenidas en un manual o contrato, en cambio el personero(a) es un servidor público, lo que significa que su deber ante el ciudadano(a) va más allá de cumplir una función burocrática, una orden; está obligado a reconocer en quien sirve, ante todo, una persona digna y  necesitada. Ser Personero, les dijo Beatriz,  es apersonarse de los problemas y tratar de dar solución sin excusas y límites de horario.  Ese era el estilo de su talante; ese el compromiso de su carácter.
   
Beatriz no solo se ocupó y llamó la atención acerca del Sujeto y la Conciencia Moral entendido como la libertad que tiene todo ser humano de reflexionar, de decidir sobre las consecuencias, buenas o malas, de sus acciones de acuerdo al conocimiento de sí mismo y del contexto que lo rodea. Se ocupó, además, del Sujeto y la Conciencia Moral Colectiva cuando hizo parte, en compañía de su amiga  Lucía de la Cuesta de Londoño, como asesoras permanentes del Consejo Directivo de la Federación Antioqueña de Organizaciones No Gubernamentales FAONG. (Doña Lucía, (Q.E.P.D) fue fundadora y primera directora de la FAONG). 

En el 2008 Beatriz, en el Tercer Ejercicio de la Rendición Social Pública de Cuentas de la Federación, nos convocó a reflexionar acerca de la fundamentacion, del talante ético-moral de las organizaciones que conforman el gremio al reconocer la validez del ejercicio en cuanto a la construcción de confianza y transparencia y el ejemplo ante el Estado y el sector privado. Planteaba los siguientes argumentos:

Pero como organizaciones morales, los criterios que priman, frente a los cuales no se transige, son los morales, particularmente cuando hay conflicto de intereses. Frente a una situación económica angustiosa, que criterio adoptar ¿el económico de despedir, reducir o desmejorar, o el moral de no causar daño, aunque ello suponga sacrificios individuales o grupales? Frente a una exigencia de patrocinadores, sean estatal o privado, que afecta poblaciones vulnerables que criterio adoptar ¿el político que supone discriminar o excluir, o el moral que exige un tratamiento justo y equitativo?

El carácter moral de una organización determina que sus opciones obedezcan siempre a criterios morales y los conflictos que con mayor o menor gravedad están presentes en la vida cotidiana de las organizaciones, pueden servir para fortalecer este carácter moral, o, por el contrario, para debilitarlo y mermarlo cuando son los criterios técnicos o políticos los que priman desatendiendo o quebrantando criterios morales. (3).

El llamado de atención de Beatriz a las ONG aludía a la existencia o no de congruencia entre la moral proclamada en el direccionamiento estratégico (misión, visión, estatutos, reglamentos) y la moral visible en sus prácticas,  conductas,  conflictos de interés, así como la manera en que se asumen las responsabilidades por los resultados de sus acciones morales. Hacía énfasis, además, en la declaración, explícita, de la FAONG  ayudar a construir sociedad y la tarea de hacer  converger los esfuerzos en las áreas de la comunicación, el trabajo y la interacción para el fortalecimiento del capital social. 

Retomo apartes del texto ya citado:

Y si entendemos que crear valor es dar respuesta a necesidades, y es eso lo que no se puede olvidar: como ser vivo, su necesidad de arraigo y pertenencia a un territorio; como ser humano, su necesidad de reconocimiento a su dignidad primigenia; como actor social, su necesidad de ser acogido y de establecer relaciones; como ciudadano su necesidad de saberse seguro y amparado al ser sujeto de derechos; como persona moral, su necesidad de ser respetado por estar dotado de autonomía y libertad.

Las ONG, como entidades de fuerte talante ético y moral, no pueden postergar la atención de esas necesidades, así no sean ellas el objeto formal de su quehacer. Ninguna de ustedes puede pensar que cumple idóneamente con su trabajo, si no está comprometida con esta tarea fundamental de dar respuesta a necesidades insatisfechas del ser humano: el desinterés se  traduce en omisión, la comodidad que se traduce en descuido, son manifestaciones de un talante moral debilitado o inexistente, porque el centro de la vida moral es la persona que incluye en su comprensión todas las manifestaciones del ser humano.

Auún conservo en mi memoria el juicio concluyente de Beatriz en una reunión del Consejo Directivo de la FAONG: las ONG son un reconocido Bien Público pero no basta con serlo, todavía no tienen conciencia del poder real que tienen para incidir políticamente en los cambios que el país  requiere.  El día en que sean conscientes y hagan uso de ese poder la sociedad empezará a ser distinta.   Juicio que sigue siendo válido por cuanto el entorno no habilitante en que trabajan las ONG las coloca en el dilema ético de asegurar la sostenibilidad de las organizaciones concediendo más importancia a los medios que a los fines, es decir, privilegiando la consecución de proyectos rentables que aseguren la permanencia en el tiempo de la organización sobre  la satisfacción  de las necesidades insatisfechas de los seres humanos que se han comprometido atender.

La infancia y la familia fueron, también, asuntos de su reflexión y participación como actor social.  En 1998, la Fundación para el Progreso de Antioquia, Proantioquia, bajo la dirección de Beatriz Restrepo, convocó a un grupo de entidades públicas, universidades y ONG de Medellín para estudiar, analizar, y recomendar lineamientos  y acciones público-privadas acerca de la situación de la Primera Infancia en la ciudad. El resultado de esta convocatoria fue el documento denominado Proyecto de Atención Integral  a la Primera Infancia en la ciudad de Medellín, el cuál se convirtió en política pública bajo la administración del alcalde Sergio Fajardo Valderrama (2004 – 2007), con el nombre de Buen Comienzo, que fue, a su vez, inspiración de la Política Pública Nacional de la Primera Infancia de Cero a Siempre, mediante la Ley 1804 de 2016; política pública que hoy atiende, mediante el ICBF y Prosperidad Social alrededor de 3.000.000 millones de niños y niñas en sus primeros cinco años de vida.

Beatriz también participó en la redacción del Código de Infancia y Adolescencia  el cuál se refrendó en la Ley 1098 de 2006 e hizo parte del equipo del ICBF que divulgó el Código en todas las oficinas regionales. En cuanto al tema de familia, como director ejecutivo que fui por muchos años de la Fundación Bien Humano, ONG reconocida por su trabajo con las familias, coincidíamos que la atención a la Primera Infancia debía siempre considerar e incluir a la familia, y todos sus integrantes, como la primera agencia de formación de los seres humanos por cuanto es en ella donde los niños y las niñas tienen o no sus primeras vivencias del amor, la solidaridad, la fraternidad, y los esenciales  cuidados para su salud y sano desarrollo. Así lo manifestaba en su condición de miembro de junta directiva de la Fundación Integrar, ONG especializada en la atención a personas con trastorno del espectro autista, y como presidenta que fue de la junta directiva del Comité Privado de Asistencia a la Niñez, PAN, expresando su última voluntad a sus amistades de hacer donativos póstumos a PAN en vez de arreglos florales.
                
Hanna Arendt, (106-1975), (5) gran pensadora política del siglo XX, escribió en uno de sus libros: La Condición Humana  que la existencia de los seres humanos esta signada por tres determinantes: la labor, el trabajo y la acción. La labor se refiere a los cuidados físicos y materiales cotidianos necesarios para asegurar la vida, la reproducción de la especie  y que se consumen en su realización. El trabajo que posibilita la fabricación de objetos útiles y prácticos para el uso al tiempo que proporciona los medios de subsistencia para la satisfacción de las necesidades. Y Ll acción es el espacio público de la interacción política de las personas donde es posible el despliegue y reconocimiento de la pluralidad, pero a la acción debe de preceder el pensar, el sopesar, el discernimiento, la duda razonable y el juicio que nos  permita desplegar la capacidad de decidir y elegir.

Para Arendt la plenitud de la vida humana es la acción por cuanto una vida  dedicada solo a laborar y consumir carece de trascendencia. Y si aplicamos este precepto de Arendt al itinerario de  la vida pública de Beatriz vemos que lo cumplió a cabalidad, por cuanto ella no fue una espectadora pasiva sino protagonista de su pensar y actuar tanto en la docencia, y en los cargos administrativos que tuvo a su cargo como la vicerrectoría académica, decana de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas y de la Facultad de Artes y  directora del Museo de la Universidad de Antioquia,  así como en  la Gobernación de Antioquia como secretaria de educación y secretaria ejecutiva del Planea, como integrante de juntas directivas como la de  EPM, la Universidad EAFIT y otras ONG, ya mencionadas. Y la acción de su vida pública también se constató  en sus escritos donde la claridad  y lucidez de su pensar se reflejaba en calidad de su prosa, resultado de su sólida formación académica adquirida en el Manhattanville College, de Nueva York, la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad de Católica de Lovaina. Escritos que eran un todo un   acontecimiento comunicativo porque en ella tanto el lenguaje oral como el escrito eran instrumentos de revelación de su excepcional inteligencia y conocimiento.

Iniciamos la lectura de esta semblanza de Beatriz acudiendo a un texto del filósofo Martin Heidegger, de quien ella consideraba era el último gran filósofo clásico de la modernidad, de un nombre sugestivo: ¿Qué significa pensar?  Heidegger nos daba algunas pistas al indicarnos que en la memoria, el recuerdo y la gratitud podríamos encontrar respuestas al interrogante. Definía él la memoria como: el recogimiento del recuerdo. Y ha sido esa la intención explícita de esta semblanza. Recordar que el pensar de Beatriz no era un pensar calculador sino un pensar reflexivo, más no pasivo. Un  ejemplo permanente de la coherencia entre un pensamiento claro, un lenguaje claro y una escritura clara. Damos fe pública que así fue siempre. Coherente, recta, como persona ética y moral, entre su pensamiento y su acción.

Decía y escribía Beatriz que: solo con la muerte se define el carácter moral de una persona y solo en ese momento el juicio moral   de la comunidad a la que perteneció recae sobre la totalidad de su vida cuando se reconoce su talla moral y se le pone como ejemplo. (4). De eso se trata la escritura  de esta semblanza ante el suceso de su fallecimiento: un reconocimiento póstumo de su pensar y obrar acerca del ejemplo de la grandeza y altura de su talla moral.
 
Y para finalizar esta semblanza, vuelvo a decirlo,  de nuestra admirada filósofa y entrañable amiga quiero expresar mi gratitud personal hacia ella. La gratitud, como lo ha indicado Heidegger es otro atributo del pensar. La gratitud, es el reconocimiento explícito de un beneficio recibido. Muchos de quienes la conocimos y tratamos tenemos ese noble sentimiento por Beatriz porque con su profundo respeto a la dignidad humana y su genuina actitud de escucha activa nos hizo muy bien, el Bien.

Cuando escribí, en el 2007, mi libro: En el mundo de las ONG, vivencias, reflexiones y aprendizajes del ejercicio profesional, fue Beatriz quien me honró con la deferencia de escribir el prólogo; deferencia que continuó en los años sucesivos con la lectura atenta y los comentarios pertinentes a los ensayos que escribía, sobre temas de familia y ONG, para colgarlos en los blogs. Y de este oficio, que la  mayoría de las veces  es arduo, y laborioso me dio el mejor consejo, que trato siempre de cumplir, Julián, no hay que apresurase en la publicación de un texto. Hay que seguir el ejemplo del buen pan que requiere reposo y tiempo para que la levadura crezca, alcance consistencia y buen sabor. 

Beatriz Restrepo Gallego:   una vida de coherencia entre el pensamiento y la acción

(1)    ¿Qué significa pensar?  Martín Heidegger. Editorial Nova. Tercera edición. Buenos Aires. 1978

(2)     Reflexiones sobre Educación, Ética y política. Beatriz Restrepo Gallego.  Comfama. Medellín.  2014. Pág: 31

(3)    Fundamentación ética de la rendición social de cuentas de las ONG. Beatriz Restrepo Gallego. Federación Antioqueña de ONG. Medellín. 2008. Pág: 8. 

(4)    Reflexiones sobre Educación, Ética y Política. Beatriz Restrepo Gallego. Comfama. Medellín. 2014. Pág:63

(5)    La Condición Humana. Hanna Arendt. Trad. Ramón Gil. Editorial Lumen. Barcelona. 1993.