October 25, 2013

La familiarización y des-familiarización de la crianza y los cuidados de la infancia



La familiarización y des-familiarización de la crianza y los cuidados de la infancia

Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
  Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magíster en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien Humano


 “…Que mi madre no se muera y que mi padre me recuerde…”
Juanes: De la canción,  a Dios le pido

El objetivo principal de este ensayo argumentativo es dar cuenta de los pros y contra de los modelos de familiarización y des-familiarización en la crianza y los cuidados de la infancia y la posición de la Fundación Bien Humano al respecto.  Para sustentar el ensayo trataremos aspectos como la crianza y los orígenes históricos del cuidado, la importancia de la infancia, el derrumbe del Patriarcado, la negación del Padre, las nuevas masculinidades y paternidades, el incremento de la jefatura femenina y la situación con sus hijos, la soledad de los infantes, las acciones de corresponsabilidad del Estado, la sociedad y la familia en pro de la niñez, y  la concepción de las familias como sujeto político y no como beneficiarias del Estado y la sociedad.

¿Qué entendemos por  familiarización y  des-familiarización de la  crianza el cuidado?

Por familiarización de la crianza y el  cuidado se ha  entendido el conjunto de creencias, prácticas y acciones  que asumen las mujeres y las propias familias sin remuneración y  sin cuestionar la división histórica, sexual y de género,  y sin el apoyo de estrategias de conciliación entre el trabajo remunerado y la vida familiar. Es una familiarización sin perspectiva de género, anclada en la permanencia de los roles tradicionales  de desempeño de hombres y mujeres.  Así concebida, la familiarización es percibida por el Estado y  la sociedad como un proceso natural, no valorado social ni económicamente. Aun persisten políticas públicas y programas gubernamentales que afirman esta concepción de la familiarización. En la vida cotidiana  la expresión “familiarización” implica cercanía, tratar con confianza, conocimiento cercano con algo o alguien.  Más adelante trataremos la propuesta de una “nueva familiarización” de la crianza y los cuidados de la infancia.

Por des-familiarización de la crianza y el cuidado se entiende el conjunto de políticas públicas y acciones por parte del Estado, la sociedad y el mercado que remuneran a las mujeres y a otros agentes externos las tareas del cuidado.  La des-familiarización es el resultado histórico de los procesos de modernización y urbanización de las sociedades que han conllevado la pérdida de funciones y responsabilidades de la familia tradicional en la crianza, formación y cuidados de sus miembros.   De una familia autárquica se ha devenido en una familia cada vez más dependiente del Estado y la sociedad para su supervivencia.  La des-familiarización también  está asociada al fenómeno de la des-feminización, entendiendo por esta el cuestionamiento a la división histórica, sexual y de género que “naturalizaron” en las mujeres el cuidado de los miembros de la familia (Aguirre, 2010)

En las sociedades occidentales ya no es posible para las familias ocuparse  solas  de la crianza y los cuidados de la infancia; tampoco el Estado y la sociedad están en capacidad de asumir, por entero, dichas responsabilidades.  Es un asunto público-privado de corresponsabilidad entre los agentes.  Colombia no es la excepción,  podemos decir que en el país funciona un régimen hibrido donde el Estado trata de propiciar políticas y programas des-familistas, de carácter universal,  con dificultades de presupuesto y cobertura, mientras  que en las familias y las mujeres  sigue recayendo muchas tareas tradicionales de la crianza y los cuidados de la infancia. [1] 

No hay que confundir la familiarización con el concepto de familismo amoral.  Según el sociólogo norteamericano Edward V.  Benfield es el”

 ” Principio según el cual los individuos velan sobre todo, o sólo, por ellos mismos y por su familia, y cualquier cosa que hagan en beneficio propio o de los parientes próximos  será moralmente positivo y reconocido como tal. Y cualquier cosa que haga para engañar o aprovecharse de las instituciones, del Estado o de cualquier instancia pública, fiscal, legal o administrativa, será prueba de habilidad y de inteligencia y reconocida como valor positivo”. (Http://navarralde.com/es/monduan/4475)

La familiarización tiene que ver con la crianza y los cuidados de las personas, el familismo amoral con el aprovechamiento personal y familiar en desmedro del Estado y la sociedad.

¿Qué se entiende por cuidado?

Múltiples son los significados y sinónimos del verbo cuidar y del sustantivo cuidado: atención, esmero, asistir, proteger, guardar, vigilar, dedicarse, preocuparse, preservar, conservar, advertencia de peligro. El cuidar es una acción humana benéfica  sobre  las personas, naturaleza, objetos  y otros seres vivos. A excepción de la naturaleza que se autorregula  los seres vivos requerimos de los otros para conservar nuestra vida y sentir bienestar físico y emocional.  La clase de los mamíferos, a la cual pertenecemos los humanos,  requerimos de mucho tiempo y cuidados en todas y cada una de las etapas del ciclo vital.  La interdependencia entre unos y otros hace necesario las actividades del cuidado.  Alguien me cuida, alguien a quien cuidar. ¡Cuidate! Es también un saludo de despedida que decimos a alguien que nos interesa  y apreciamos.  El cuidado abarca todas las dimensiones del ser: lo biológico, lo afectivo, lo emocional, lo cognitivo. (Gómez, R. 2006)

De la teoría del apego de John Bolwlby  aprendimos la importancia de establecer vínculos afectivos estrechos entre padres e hijos para generar sentimientos de confianza, autoestima y bienestar, siendo las buenas prácticas de la crianza y el cuidado un factor  decisivo para tales fines. El vínculo afectivo es lo que nos une, nos conecta, nos proporciona seguridad e identidad, nos liga de por vida a la familia y a la parentela.  Cuando el vínculo afectivo no se instala de forma adecuada  se presentan situaciones de sobreprotección, abandono, negligencia, indiferencia, indulgencia y violencia en la relación padres-.hijos, situaciones que afectan  de manera negativa la oportunidad y la calidad de los cuidados en la infancia. (Bolwlby, J. 1990)

El teólogo brasileño Leonardo Boff en su texto titulado: El cuidado esencial: ética de lo humano, compasión por la Tierra, escribe:

“Por su propia naturaleza, el término cuidado incluye entonces dos significado básicos íntimamente vinculados entre sí.  El primero, la actitud de desvelo, de solicitud y de atención hacia el otro.  El segundo, la actitud de preocupación y de inquietud, porque la persona que tiene cuidado se siente implicada y vinculada afectivamente al otro.(…) Lo que se opone al desinterés y a la indiferencia es el cuidado. (Págs.: 24, 74)  

Lo que Boff alude  del cuidado es  que el vínculo afectivo requerido  tiene una  dimensión ética de compromiso y responsabilidad con el otro.  No es algo que se hace de acuerdo al estado de ánimo o la disponibilidad de tiempo.

El instinto de conservación no basta preservar la vida de los infantes. Los riesgos y peligros que amenazan, en forma permanente, su sobrevivencia  requieren de una disposición vigilante y protectora de los padres. El descuido en la atención de un niño puede poner en riesgo su integridad física o su vida. Si dicho instinto fuese suficiente  el trabajo de la crianza humana no requeriría de tantos cuidados físicos y emocionales para asegurar la vida e integridad de los niños y niñas. Deben los adultos significativos propiciar siempre la participación de los infantes en las tareas del cuidado.

La importancia de la infancia  y los  significados del cuidado

En la comunidad científica, las agencias internacionales de desarrollo, los Estados y la sociedad existe ya el consenso de que los primeros seis años de vida de los seres humanos son los más importantes para la formación de la personalidad, la inteligencia y el cuerpo.  Lo que en esta etapa de la vida acontezca o no, influye de forma significativa en el ciclo vital humano. De allí que la crianza y el sistema de cuidados a la infancia por parte de todos los agentes corresponsables es decisivo.  Disponemos de suficiente evidencia investigativa que relaciona el retorno de la inversión en programas de formación de capital humano en la primera infancia en las áreas de nutrición, salud, desarrollo cognitivo y psicosocial y sus impactos positivos durante la adolescencia, juventud y adultez en la disminución de las tasas de criminalidad, de embarazo adolescente, farmacodependencia, ausentismo y fracaso  escolar. El cuidado de la infancia es hoy una prioridad de la política pública de los Estados y de sus planes de desarrollo. (Bernal, 2010)

La desigual relación de género y de poder ha determinado que las tareas del cuidado hayan estado, históricamente, a cargo de las mujeres.  Muchos actores inciden en el cuidado de las personas: El Estado, la familia, las comunidades,  el sistema educativo, el sistema de salud,  las redes sociales y el mercado.  El tema del cuidado hace parte fundamental de toda política pública referida al bienestar de los grupos poblacionales. Se le reconoce a los movimientos feministas el haber investigado y llamado la atención sobre la producción y reproducción del cuidado.  El debate sobre el cuidado se centra en las preguntas: ¿Quién cuida?, ¿Quién paga?, ¿Y dónde se realiza?

Cifras preocupantes acerca del cuidado de la infancia

La Encuesta del SISBEN 2003 indica que para esa fecha había en Colombia 4.401.376 niños menores de 5 años, de los cuales 2.755.349 vivían con ambos padres, 1.156.936 con sólo el papá o solo la mamá y 489.091 sin papá ni mamá.  (Bernal, Raquel y otra.  2010).

En cuanto a la calidad del cuidado se tiene la cifra que más del 50% de las personas a cargo del cuidado de los niños en hogares de SISBEN 1 y 2 sólo tienen algún nivel de primaria. La mejora en la calidad del cuidado implica elevar el nivel educativo de los cuidadores. El 20.4% del total de niños del SISBEN, 900.602 niños no asisten a ningún establecimiento del ICBF y pasan el tiempo solos en sus hogares. A pesar de los esfuerzos por aumentar la cobertura, hay un porcentaje significativo de niños y niñas por fuera de la estrategia gubernamental de Cero a Siempre. (www.deceroasiempre.gov.co). 

¿Qué se entiende por crianza?

El grupo de puericultura de la Universidad de Antioquia define la Crianza Humanizada:

“…como el acompañamiento inteligente y afectuoso a los niños, niñas y adolescentes en la aventura de la vida, para que ellos, como gestores de su propio desarrollo, puedan construir y reconstruir permanentemente las metas de desarrollo humano integral y diverso: autoestima, autonomía, creatividad, felicidad, solidaridad y salud, todo en aras del tejido de resiliencia, entendida esta como la capacidad de afrontar las adversidades saliendo fortalecido de ellas.

En el discurrir de la crianza van apareciendo en los niños y niñas que se sienten amados sensaciones tan trascendentes como el apego seguro y la confianza básica, que van a ser elementos fundamentales en la génesis de la autoestima como meta del desarrollo infantil, que infundirá en los sujetos de crianza la sensación de sentirse dignos, competentes y capaces, para avanzar en el camino hacia la autonomía que les permita al terminar la crianza asumir el comando de sus propias vidas”  (Universidad de Antioquia,  2009. Pág.: 2 )

La puericultura es un campo del saber y de la práctica que se ocupa de la crianza y el cuidado de los infantes con miras a un adecuado  crecimiento y desarrollo.  La crianza abarca todos los aspectos de la vida de los niños y de las niñas: tiene que ver con la socialización, la transmisión de valores, los hábitos de higiene y conservación de la salud, los hábitos alimenticios, la disciplina, el ejercicio de la autoridad,  la sexualidad, la comunicación,  el afecto, el juego, la educación, los cuidados del embarazo, el parto y la lactancia y el auto cuidado, entre muchos otros. 
(Tenorio, M. 2000)

Los cambios históricos en la relaciones padres-hijos han conllevado cambios en las formas de entender y asumir las tareas de la crianza.  En Occidente fue solo a partir de los siglos XV y XVI el descubrimiento y estudio de la infancia como un tiempo especial e importante en la vida del ser humano, el reconocimiento de sus intereses y características especiales;  pero hubo de transcurrir cuatro siglos más para reconocerles  a los infantes sus derechos, la búsqueda de su autonomía, el elevar a delito los asesinatos, abusos y maltratos,  cuestionar la creencia de los hijos como propiedad de los padres y  las relaciones de dominación y autoritarismo ejercidos sobre ellos por la familia y la sociedad; lo que el sociólogo Norbert  Elías llamó “el curso del proceso civilizatorio de la relación padres-hijos”.   (Elías, N. 1998).

Incluimos el concepto de la crianza porque de su concepción y práctica dependen el tipo y la calidad de los cuidados de la infancia. La crianza está influenciada por los contextos culturales,  sociales e históricos. Es un proceso vinculante intergeneracional que expresa las creencias, mitos, costumbres y  el deber ser de cómo formar y educar a las nuevas generaciones. Los años de la crianza son fundamentales para el establecimiento de los vínculos afectivos entre padres e hijos y demás familiares.  Al Estado y la sociedad le competen apoyar, preparar  y acompañar a las familias para que ellas puedan asumir las responsabilidades y compromisos que conlleva la crianza.

Un asunto nos preocupa con relación a la calidad de la crianza y los cuidados y es el bajo nivel educativo de la población adulta en Colombia.  El porcentaje de analfabetismo estructural es del 6.7% en personas mayores de 15 años, son 3.100.000 (DANE, 2013).  15.500.000 personas mayores de 20 años no terminaron su bachillerato. (Periódico El Tiempo, 30 de octubre de 2010). Las condiciones, el nivel de vida, así como los ingresos y las oportunidades laborales están asociados al logro de un mayor nivel educativo. El Estado y la sociedad tienen, aún, una tarea pendiente de restitución del derecho a la educación.  Padres y madres más educados redundaran en una mejor crianza y cuidados. 

Como puede colegirse de lo anterior, si bien la crianza es un concepto más amplio que el de cuidado, cuando se refiere a los infantes, hay una estrecha relación entre ambos términos y tareas. Quien cuida participa, de alguna manera, en la crianza y quien cría debe ocuparse del cuidado.

La crianza  y los cuidados en los tiempos de la virtualidad

Hacia finales del siglo XX los agentes del proceso de socialización de la niñez eran la familia, la escuela, los pares y los medios de comunicación (TV, radio, prensa y cine).  En la actualidad debemos sumar  el Internet,  las redes sociales, los videojuegos, las consolas, los computadores, las tabletas  y los teléfonos móviles.  Para las nuevas generaciones pareciera ser que no  existiese diferencia entre la virtualidad y la realidad.  ¿La virtualidad es la realidad para ellos? Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, TICS, han transformado los vínculos y las relaciones entre  las personas. Las exigencias de la conectividad permanente han conllevado a que se preste más importancia al ausente que al presente, han cambiado la cotidianidad de la vida familiar, social y laboral.  Niños, niñas y jóvenes dedican más tiempo y prestan más atención a los contenidos, lenguajes e imágenes que les ofrece la virtualidad, pues mediante ella tienen la posibilidad de socializar no solo con sus pares generacionales sino con personas de todas las edades y lugares. Internet es una oportunidad para ampliar las fronteras de la educación, los conocimientos, y las interacciones humanas pero es, al tiempo,  un riesgo para la formación humana y axiológica de ellos y ellas. El peligro ya no está solo en la calle, ha ingresado a las pantallas y teclados hogareños. El enemigo no es la tecnología, que siempre termina imponiéndose, sino, los tipos y la calidad de los  contenidos a los que acceden los hijos.

Hay una brecha generacional y tecnológica.  Los adultos mayores piensan en  forma análoga y las nuevas generaciones en forma binaria. Si los padres y madres no se interesan por alfabetizarse digitalmente, ¿como pueden vigilar y asesorar el buen empleo de las TICS de sus hijos?  Ya no es suficiente con atender los cuidados físicos y corporales de los hijos hoy hay que atender, también, los riesgos y los  cuidados que implica la virtualidad. La exposición a las TICS  sin control parental y sin valoración ética  tiene consecuencias negativas en la disminución de la capacidad de pensar, en la pérdida del gusto por el estudio, en el acceso a contenidos pornográficos, redes de pederastas, en el estimulo exagerado de la fantasía, en el aislamiento social, la falta de  actividad física, en la ausencia de  diálogo y la convivencia familiar, así como en la imitación de conductas y estilos de vida no adecuados a la edad y desarrollo de la personalidad e inteligencia de los hijos. La realidad virtual tiene ventajas y desventajas que en el proceso de la crianza los padres y madres deben sopesar las ticks, como medio, no como fin, puede ser una valiosa ayuda o hacer más compleja y difícil la crianza y los cuidados. (Yarce, J., 2013).

La crianza y el derecho al  libre desarrollo de la personalidad

La formación de la personalidad es un proceso transversal a todo el ciclo vital humano, siendo la infancia la etapa donde se cimientan sus bases. La personalidad es la manera de ser, sentir y actuar ante sí mismo, los otros y el mundo. La crianza hace parte esencial de la construcción de la personalidad. Los titulares activos de derechos son las personas, las cuales, para su ejercicio, tienen el reconocimiento y la capacidad de asumir, tomar decisiones y responder por sus actos. Objetivo y logro de la crianza es propiciar  en los infantes la competencia de la autonomía. Autonomía es la disposición y el gobierno de sí mismo atendiendo a los derechos de los demás y respetando el orden jurídico. Del bebe dependiente al adulto autónomo.  En esta búsqueda individual de nuestro propio proyecto de vida se hace necesario el ejercicio del derecho al libre desarrollo de la personalidad, derecho por demás, consagrado en el artículo 16 de  la Constitución colombiana:

Todas las personas tienen derecho al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen los derechos de los demás y el orden jurídico”.

El libre desarrollo de la personalidad implica una dimensión ética y axiológica que conlleva el goce, el disfrute, la plena realización y felicidad humana. La tarea de padres, madres, educadores y cuidadores es favorecer, posibilitar y motivar en niños, niñas y adolescentes este derecho. Ha dicho la Honorable Corte Constitucional al respecto en la sentencia C-481 de 1998:

“Al interpretar el artículo 16 constitucional que consagra el libre desarrollo de la personalidad, el interprete debe hacer énfasis en la palabra “LIBRE”, más que en la expresión “DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD”, pues esta norma no establece que existan determinados modelos de personalidad que son admisibles y otras que se encuentran excluidas por el ordenamiento, sino que esa disposición señala “que corresponde a la propia persona optar  por su plan de vida y desarrollar su personalidad conforme a sus intereses, deseos y convicciones, siempre y cuando no afecten derechos de terceros, ni vulneren el orden constitucional.” Por ello esta Corte y la doctrina han entendido que ese derecho consagra una protección general de la capacidad que la Constitución reconoce a la personas para autodeterminarse, esto es, a darse sus propias normas y desarrollar planes propios de vida, siempre y cuando no afecte derechos de terceros.”

Con respecto a la apariencia personal la Corte en la sentencia T-065 de 1993 afirmó:

“…el largo del cabello y la forma del peinado, el maquillaje y el adorno corporal, así como el uso de accesorios hacen parte del derecho a la propia imagen, en cuyo ejercicio toda persona está facultada para decidir de manera autónoma cómo desea presentarse ante los demás. El largo del cabello y la forma del peinado, el maquillaje y el adorno corporal, así como el uso de accesorios hacen parte del derecho a la propia imagen, en cuyo ejercicio toda persona está facultada para decidir de manera autónoma como presentarse ante los demás”.

Criar, formar y educar para la libertad y la autonomía, implica dejar de lado concepciones, estilos y creencias jerárquicas y adultocéntricas.  Las prácticas violentas, el autoritarismo, la descalificación por gustos, apariencia física y formas de vestir, la ridiculización, los comentarios irónicos acerca de la identidad y la orientación sexual, las burlas que lesionan la autoestima, la ausencia de dialogo y escucha activa y la creencia de que los hijos son propiedad de los padres, son contrarias al derecho del  libre desarrollo de la personalidad.

Orígenes históricos del Patriarcado y del  cuidado

Si bien las primeras sociedades fueron matriarcales el desarrollo de las civilizaciones impuso el patriarcado como una relación desigual del poder entre hombres y mujeres.  El patriarcado tuvo su máxima expresión en el imperio romano con la figura del Páter Familias quien era el dueño legal y propietario de las vidas de su esposa, hijos y esclavos, llegando hasta el extremo de poder determinar sus muertes.   El Páter Familias tenía el mando de la potestad marital sobre su mujer y la patria potestad sobre su descendencia. Los hijos llevaban el apellido del padre. (Hoy en Colombia la ley permite, mediante acuerdo de los progenitores dar el apellido paterno o materno  a los hijos)[2].   La institución del patriarcado determinó la división sexual y de género en las tareas domésticas y en las de crianza y educación de la prole; definió, también,  procesos distintos y separados de socialización entre hombres y mujeres tanto en la familia como en la vida social. (Palacio, 1999).  El patriarcado fue, también, el origen de la inequidad de género cuyos nefastos efectos se evidencian en el maltrato y la violencia de pareja, y en la fijación de  pautas de crianza que privilegian a los niños sobre las niñas en cuanto al trato, la valoración, los bienes  y los cuidados. La opresión de la mujer  es una práctica social y cultural anterior al sistema capitalista. Este sistema al separar la producción económica de la reproducción biológica impuso a la mujer trabajadora la doble  jornada entre la vida familiar y doméstica y la vida laboral. (Galvis, L.  2011)

Fue desde finales del siglo XIX que las  mujeres de las sociedades occidentales empezaron a cuestionar el dominio hegemónico de los hombres en las esferas políticas, económicas y familiares. Proceso que se fortaleció y consolido en el siglo XX. Desde las primeras mujeres sufragistas inglesas hasta las feministas radicales de los años sesenta la lucha ha sido por erradicar todas las formas de discriminación y exclusión legal y cultural de la sociedad sobre las mujeres. Los estudios de género, desarrollo reciente de las ciencias sociales que tratan de las construcciones sociales y culturales sobre la masculinidad y la feminidad, han mostrado como la sociedad valoró y reconoció la proveeduría económica y la participación pública del hombre sobre el trabajo no remunerado de las mujeres a  la vida doméstica y familiar.  Esta división “naturalizó” los oficios de la casa y el cuidado de los hijos como función primordial de las mujeres.

La Revolución Industrial Inglesa del siglo XVIII, que se fue extendiendo a los países occidentales, estimuló la migración del campo a la ciudad  formando la clase obrera. Las sociedades rurales tradicionales que centraban su organización en la producción agrícola y en el modelo de la familia patriarcal fueron dando paso a la familia urbana y con ello al proceso, paulatino, de la des potenciación de las funciones familiares. La pertenencia y conformación de una familia era el anclaje condicional de la identidad y el acceso a la propiedad. La ruralidad era el único horizonte de vida.  La comunidad era el encuentro de las familias. Se nacía y moría en la morada familiar.  Los alimentos se sembraban en el huerto casero y se preparaban y consumían reunidos todos en la mesa presidida por el padre. Los enfermos y los ancianos estaban a cargo y cuidado de la familia.   Los infantes permanecían  tiempo completo en el hogar los primeros 6 o 7 años de vida.  La separación de la vida productiva de la vida familiar hizo necesario la creación de instituciones sociales como el jardín de infantes, la escuela, los hospitales, los asilos. Es aquí donde en la historia de las sociedades occidentales se inicia el proceso de des-familiarización de la crianza y el cuidado de los infantes. Pasamos de una familia tradicional, extensa y nuclear,  sobrecargada de funciones, a una familia postmoderna, de múltiples tipologías, des- potenciada en sus funciones.

En  palabras del sociólogo Francisco Palomares:

A lo largo de la historia de la humanidad  se ha producido un proceso de des familiarización de la sociedad, de manera que el progreso se ha construido generando instituciones que realizan con mayor eficiencia funciones antes atribuidas al parentesco. (...) Sus causas son, esencialmente, el desarrollo del mercado y del Estado, que privan de funciones a la familia. Así, la separación entre el trabajo y el hogar provocada por la aparición de la fábrica, que arrebata a la familia funciones económicas; la pérdida de importancia del patrimonio familiar como consecuencia de la salarización general, que refuerza esa debilidad económica de la familia; los procesos de movilidad social y movilidad geográfica, que rompen los vínculos de la familia extensa separando a padres de hijos; el ritmo acelerado de cambio social y la urbanización, que rompen redes comunitarias rurales y dejan obsoleta la cultura y el saber de los mayores y ancianos, cultura que aparece como inútil en el nuevo medio urbano. Y, en general, el trasvase de funciones de la familia a instituciones formales: la socialización pasa a la escuela, los colegios o los medios de comunicación; la seguridad colectiva a la seguridad social pública; el cuidado de los enfermos y los ancianos a hospitales o asilos, etc.”[3]

El derrumbe del Patriarcado

El primer quiebre del poder omnímodo del Páter Familias moderno lo asestó la imposibilidad económica de ser el único proveedor del ingreso  familiar. Como propietario de la parcela el trabajo personal y familiar aseguraba  el sustento. Como propietario solo de su fuerza de trabajo el Páter Familias estaba a merced de las fuerzas del mercado, de su precio, de su empleabilidad o no. El capitalismo requería también de la fuerza de trabajo femenina para ciertas labores no calificadas lo que obligó, a plantearse, por primera vez, los asuntos de compaginar el cuidado de los hijos con las demandas laborales.

En el  derrumbe del patriarcado como institución dominante  los hombres del campo y de los sectores populares urbanos se ven confrontados en el desempeño de su rol tradicional de esposo, compañero y padre. El intento de mantener su autoridad sobre la familia se ve afectado por el incumplimiento de su función de proveedor económico y por la resistencia del discurso de género que cuestiona los “privilegios naturales” del sexo.  Según Rubén Kaztman: 

“El incumplimiento de las obligaciones debilita su autoridad dentro de la familia lo que a su vez contribuye a acelerar su abandono de esas obligaciones… la hipótesis que propongo es que el comportamiento supuestamente irresponsable del hombre en los estratos bajos con respecto a su función en el proceso de reproducción social, es, en esencia, una respuesta a la devaluación estructuralmente condicionada de su imagen propia”. (Katzman, R.  1992.  Pág: 92)

Y nos preguntamos que tanto incide en la devaluación de la imagen propia del hombre ciertos discursos y actitudes feministas que denigran, subvaloran y menosprecian sus capacidades e intentos por participar o mejorar su  desempeño en los roles de padre y  participante de las tareas domesticas.

De la negación del padre

Las feministas radicales sostienen que la función e imagen paterna es prescindible; que el hombre es el causante de todos los males de la mujer y la familia. Nos quieren relegar a ser meros proveedores de genes… En el derecho a disponer del cuerpo mediante  la inseminación artificial, sin que medie una relación sexual, la medicina hace posible a una mujer la gestación de un hijo, hijo al que criará y educará con amor y responsabilidad pero al cual le negó el derecho a tener un padre; hijo que al crecer tendrá todo el derecho de preguntarle  los por qué de dicha decisión.  Negar al hijo el derecho a tener un padre no es lo mismo que el abandono o fallecimiento. El sicoanálisis ha esclarecido la importancia de la figura e imagen del padre en la internalización de  la ley, la norma y el principio de autoridad en la psiquis así como en la  estructura de la personalidad, y sus efectos cuando se carece de ella, por ejemplo su incidencia en el bajo rendimiento escolar y la delincuencia. (Fernández, 2008)

Ambas funciones e imágenes, paterna y materna, las reclaman los hijos. La madre no puede representar la imagen del padre, como el padre no puede representar, a su vez, la imagen de la madre ante el niño o la niña.  La madre puede desempeñar la función paterna pero no  sustituir  la imagen del padre en los hijos, y viceversa.

El debilitamiento de las funciones paternas (proveeduría, protección, autoridad) va asociado al debilitamiento del estatus social y  la imagen paterna (identidad, masculinidad) en el proceso de socialización primaria de los hijos. Debilitamientos que inciden en el abandono, ausencia y des-responsabilización de  las actividades del cuidado. Katzman, R (.1992)

La pregunta de fondo en esta cuestión de la negación del padre es, desde el interés superior de la niñez, que tanto su ausencia o presencia influye en la crianza y la calidad de los cuidados.  

Nuevas masculinidades, nuevas paternidades

En los estudios de género viene surgiendo la propuesta de concebir y proponer nuevas formas de representar y sentir tanto la masculinidad como la paternidad desde la crítica al machismo y al modelo patriarcal. Propuestas que surgen tanto del feminismo como del movimiento social de los hombres que piensan y desean el ejercicio de formas distintas de relacionarse con el propio género y con los hijos. Posturas que implican deconstruir la concepción de masculinidad hegemónica y  sexista, los  privilegios  culturales de género, los ejercicios  autoritarios de poder y violencia contra sí mismo,  las  mujeres y los hijos; lo que se denominaba el derecho masculino de castigo y corrección.

Asistimos a una nueva generación de padres cuidadores que se involucran en la vida doméstica y en la crianza de los hijos, que no niegan alimentos, ni el apellido y que reclaman su derecho a la custodia parental en caso de divorcio y/o separación. Nuevos hombres  que  han entendido y aceptado  que la proveeduría económica  de la familia no implica  mantener los privilegios de género y la violencia sobre la pareja:

“Los hombres en Colombia si existen: hombres que paternan, sienten, respetan, acarician, cuidan, escuchan, expresan, aman, lloran y perdonan.”[4] 

Paternar es el nuevo verbo que hace referencia a los hombres como cuidadores de vida, que han cuestionado el modelo de paternidad  patriarcal, que se relacionan sin violencias con las mujeres, sus hijos e hijas, que logran expresar afectos y sentimientos en el respeto a la equidad de género.  Paternar implica nuevas  actitudes y conductas del hombre frente a sus tareas de reproducción y crianza.  (Geldres. D y otros.  2013).

Los hogares de jefatura femenina han centrado la atención de las políticas públicas mientras los hogares de jefatura masculina monoparental no son tenidos en cuenta. Los nuevos padres abogan que frente a la Ley, la cultura  y la investigación no se los represente como “hombres y padres problema”, no se les conmine únicamente al reconocimiento de la paternidad, de un apellido, de sometimiento a pruebas genéticas, de responder por una manutención y a la fijación de los  acuerdos de visitas y salidas con los hijos. Sin embargo, los actores del conflicto armado contraponen a los hombres cuidadores de vida las  figuras  del guerrero y el jefe de banda, de los  que empuñan armas y se valen de métodos violentos para obtener fines políticos, económicos y sexuales.  Lo que la sociedad, las familias y la niñez colombiana demanda son más hombres cuidadores de vida y menos hombres destructores de vida.

La tradicional familia nuclear de hombre proveedor y mujer cuidadora ya no es el único referente de las formas de organización familiar.  Los hombres y mujeres jóvenes  de hoy, que han hecho ruptura con el pasado, cuando son pareja desempeñan el doble rol de proveedores y cuidadores. Autoridad, responsabilidades y decisiones son compartidas. Es este un desarrollo cualitativo muy significativo en la convivencia humana. Sin embargo aún subsiste, opera  y coexiste la cultura y la conducta patriarcal que impone restricciones a la libertad, a la expresión y a la disposición del cuerpo de la mujer.  El trabajo por lograr la  equidad de género debe seguir persistiendo.

El incremento de la jefatura femenina

Con el mayor acceso a la educación, el incremento de la tasa de participación en la economía, la conciencia de sus derechos y las afirmaciones feministas de considerar otros proyectos de vida por fuera de la maternidad, el rol y la cultura del hombre patriarcal , como compañero de la mujer y padre de los hijos, es  cada vez más cuestionado. La violencia sobre la mujer, el abandono del  hogar y el no asumir los gastos de sostenimiento  son conductas masculinas que afectan el cuidado de los hijos y la estabilidad familiar. Las mujeres, con toda razón, ya no están dispuestas y obligadas, como en el pasado, a soportar de por vida un compañero maltratador. Ya pueden acudir a la protección de la Ley. En el caso colombiano el conflicto armado sega muchas vidas masculinas dejando en el desamparo a viudas y huérfanos.

Uno de los resultados de tal situación es el incremento de las familias con jefatura femenina donde la madre debe asumir  sola el sustento y las responsabilidades de la crianza, fenómeno social conocido y estudiado como “feminización de la pobreza”. Las mujeres participan más en el mercado laboral pero siguen percibiendo salarios menores que los hombres. Según datos de Medellín Como Vamos (junio de 2013) el 46% de los hogares de Medellín son de jefatura femenina. Se supone que en el 54% de los otros hogares con jefatura masculina hay una esposa o compañera. En el país se estima que 4.000.000 de familias son de jefatura femenina. (DANE -2010).

Otro hecho que se asocia a las familias de jefatura monoparental, femenina o masculina, es un mayor déficit de capital social  frente a otras formas de familia.  La ausencia del cónyuge o compañero resta relaciones de apoyo y de solidaridad frente a contingencias y al cuidado de la prole.

Como respuesta a los fenómenos del aumento de la jefatura femenina y la feminización de la pobreza  los Estados latinoamericanos, promovidos por la CEPAL, ha sido la de establecer  políticas asistencialistas de subsidios condicionados los cuales fomentan la natalidad adolescente y ¡oh perversión! hacen de los hijos, no de los padres, el sostén económico de la familias. Los subsidios deben ser un apoyo, una ayuda temporal a las familias, un medio, no una forma permanente de vida. Y bajo el amparo de la Ley se presentan los casos de mujeres que a conciencia tienen hijos de distintos hombres para luego demandarlos  por inasistencia alimentaria. (Suremain, 1999) 

Nos surge una pregunta a quienes propugnan por la “desnaturalización a ultranza del cuidado femenino”: ¿si este es remunerado para la mujer y ella acepta dicho pago en que queda “la desnaturalización”? Lo que molesta tanto a las feministas radicales  no son en sí las tareas del cuidado sino su nula retribución económica. ¿Y aceptando su pago con ello no se afirma más la validez  cultural de los argumentos familiares y maternales del cuidado de las mujeres para con los infantes?  ¿No son pues los subsidios condicionados una nueva forma de reforzar el rol tradicional del cuidado femenino sobre el rol del cuidado masculino?  Cuando se habla de naturalización del cuidado en la mujer, esto significaba, también, el no pago.  Si es natural no es un trabajo.  Si se paga, es trabajo y ya no es por naturaleza que se le asigna sino por opción.

Los hogares de madres comunitarias y los hogares sustitutos del ICBF son dos ejemplos de programas públicos que fundamentan la intervención en el trabajo remunerado de las mujeres.  Ambos programas tienen una larga trayectoria de ejecución y han sido objeto de evaluación. La mujer y no el hombre es el actor clave de las actividades del cuidado en dichos programas. Aquí es el Estado quien determina las condiciones de prestación de los servicios de cuidado a la infancia en términos de lugar,  oportunidad, calidad, accesibilidad, permanencia y retiro.

Reconocemos los esfuerzos de programas gubernamentales como Medellín Solidaria y Buen Vivir en Familia que acercan la oferta institucional y dan acompañamiento social y sicológico a las familias. El problema de fondo es que los programas estatales no erradican las causas de los problemas sociales sino que  se limitan a mitigar las consecuencias de ellos sobre la población ya vulnerada.

A continuación relacionaremos la situación de los hijos y el cuidado de sus progenitores en tres formas distintas de familias: los hijos de las madres cabeza de familia, los hijos de las familias trasnacionales  y los hijos de las familias prisionalizadas.

Los hijos de las madres cabeza de familia

En los estudios de familia,  las familias monoparentales son aquellas conformadas por un progenitor hombre o mujer y sus hijos. Las familias de jefatura femenina corresponden a una familia monoparental o no, donde la mujer asume el rol de principal de proveeduría económica y toma de decisiones. Cada tipología familiar presenta fortalezas y riesgos en la relación padres-madres-hijos. Riesgo no significa que todas las familias los tengan que afrontar, algunas sí, otras no. Riesgos como: la” parentalización” de los hijos,  la llamada “socialización del sufrimiento”, la convivencia con compañeros sucesivos.  Ante la falta de un esposo o compañero permanente existe la probabilidad  que la madre descargue en el hijo o la hija mayor responsabilidades de cuidado no acordes con la edad o con su rol. El o ella se convierten en un confidente de la madre, madre que les confiere poder y autoridad frente a los hermanos menores.  La socialización del sufrimiento alude a la carga de deuda emocional  que la madre cobra simbólicamente a sus hijos por los sacrificios y esfuerzos que hace sola por la manutención económica y la crianza. El cobro de la deuda  se hace de diversas maneras: reclamando atención, culpabilizando, evitando la autonomía y salida de los hijos del hogar.  La mujer se convierte en una madre “atrapadora  y retenedora” de sus hijos por el temor a quedarse sola. Otra situación posible son los intentos de la madre por conseguir un compañero sentimental  permanente que esté dispuesto a colaborar en los gastos, los riesgo  que aquí  se corren son los de nuevos hijos no deseados, y que el compañero se comporte como un padrastro maltratador de los hijos varones y violador de las hijas.  La fuga de menores de su familia está, casi siempre,  asociada a este factor de riesgo; pero, en honor a la verdad, la práctica investigativa evidencia que hay hogares monoparentales femeninos que han desarrollado unos procesos de crianza, cuidados y socialización muy sanos para sus hijos e hijas, lo que indica que no es solo la estructura familiar la que  determina sino, también, los vínculos afectivos parento-filiales. (Puyana, 1999) 

Los hijos de las familias transnacionales

Debido a factores como la violencia política y la situación económica ha aumentado la migración internacional de colombianos al exterior. Generalmente es el padre o la madre quien emigra dejando a los hijos al cuidado del cónyuge o compañero o de los abuelos. Las remesas se constituyen en el medio económico para el sostenimiento de la familia que se queda en el país. La comunicación se mantiene por los medios virtuales y las redes sociales sin necesidad de cohabitar bajo un mismo techo y sin el requisito de la presencialidad, delegando en otros familiares el poder y responsabilidad en la crianza y los cuidados de los hijos. La  trabajadora social Yolanda Puyana Villamizar, a cargo de un equipo de investigadores, ha estudiado los efectos que en las relaciones de pareja y entre padres e hijos se generan en las familias transnacionales.  Cuatro son las  situaciones principales:

  • Hijos que interpretan la migración del progenitor como un abandono y maltrato por no haber sido tenidos en cuenta.
  • Hijos que habiendo sido abandonados en el pasado interpretan la migración como el abandono total
  • Hijos que habiendo tenido conflictos con el progenitor migrante antes del viaje, la relación se mejora.
  • Hijos que comprenden y aceptan la migración como una situación temporal que no afecta la relación.

Dependiendo de los vínculos afectivos y las fortalezas construidas antes de la partida la migración genera efectos negativos o positivos. 

Al respecto del impacto de las remesas en la economía  y en la  estructura y dinámica de las familias latinoamericanas escribe Bernardo Kliksberg::

“Envían a sus familias en sus países de origen parte significativa de sus escasos ahorros.  Envían ocho o nueve veces al año pequeñas sumas.  Las remesas tienen  a si mismo un papel multiplicador fenomenal.  Esos 32 mil millones de dólares de 2002 fueron gastados íntegramente por familias pobres en el mercado del consumo, expandiendo la economía, y se calcula que produjeron 100 mil millones de dólares”.

“Detrás de eso hay un valor cultural, que se llama solidaridad familiar – el peso que tienen las estructuras familiares en muchas sociedades latinoamericanas-, por el que sienten que tienen que tratar de ayudar al padre y a la madre, a los hermanos, a los hijos, a los familiares cercanos.  Veáse entonces cómo los valores culturales pueden incidir.  Las lealtades familiares están produciendo desde hace 10 años el mayor ingreso de capitales en la región”. (Klisberg ,2007).  

Los hijos de las familias prisionalizadas 

En Colombia la situación de la población carcelaria es violatoria de los Derechos Humanos.  108.000 reclusos (según datos del INPEC de abril del 2013), que aumentan año tras año) viven en condiciones de indignidad y hacinamiento. Los hijos de los presos, tanto de hombres como de mujeres, son vulnerados a situaciones de  precariedad económica y al abandono, carentes de apoyo sicosocial por parte del Estado y la sociedad. Es una población “invisibilizada” de la cual no se habla. El núcleo familiar del recluso debe enfrentar solo las contingencias del estigma y la sobrevivencia. (López y otros, 2003)      

La corresponsabilidad y su relación con el cuidado

Dos realidades han hecho del cuidado de la infancia una política pública de los Estados: la presión de las organizaciones internacionales sobre la atención a la infancia en el marco de los derechos y la alta tasa de participación femenina en la economía. La mujer trabajadora requiere de los servicios del Estado para el cuidado de sus hijos mientras labora  en centros de atención, sin costo, cerca de la casa. El Gobierno, y los entes territoriales, bajo la estrategia política de Cero a Siempre destina un cuantioso presupuesto para ello,  (alrededor de seis billones de pesos en el cuatrienio 2012 – 2015)  mediante el ICBF y los entes territoriales. En Colombia la Constitución Política ordena el ejercicio de la corresponsabilidad  del Estado, la sociedad y la familia en el cuidado de la infancia.  El problema radica en que la ley no determina los límites y el alcance de cada uno de los agentes. ¿Quién se encarga de qué? ¿Quién y cómo se responsabiliza de garantizar uno o varios derechos?

Retomemos para la discusión los alcances y límites de cada uno de los actores: 

“Responsabilidad: “Capacidad existente en todo  sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.  (Diccionario de la Lengua Española.  Vigésima segunda edición)

Corresponsabilidad: “Concurrencia de actores y acciones conducentes a garantizar el ejercicio de los derechos de los niños, niñas y adolescentes”  (Ley 1098 del 2006)

En el marco de la garantía de los derechos de la primera infancia responsabilidad y corresponsabilidad son conceptos afines pero distintos siendo necesario precisar cuáles  y en qué contexto se espera el cumplimiento de las responsabilidades directas, y dónde y cómo se debe dar la concurrencia de actores y acciones.

Responsabilidades directas del Estado, la sociedad y las familias  ante los derechos de la infancia. Configuración del triángulo virtuoso:

El Estado es responsable de reconocer, promover, prevenir, respetar, garantizar y restablecer los derechos humanos de los niños y niñas: “… de protegerlos ante toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos forzados…de la seguridad social, de la nacionalidad; de fijar leyes y de formular políticas, planes, proyectos, programas, así como de asignar presupuestos públicos en la materia”. El Estado es responsable de garantizar el ejercicio de los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes de acuerdo a lo estipulado en la Constitución Política, los tratados y convenios internacionales  de Derechos Humanos y la Ley 1098 de 2006, de infancia y adolescencia. 

La sociedad es responsable  de fundar, operar y cofinanciar organizaciones de atención, albergue y tratamiento para infantes en situación de riesgo y vulnerabilidad;  de apoyar, acompañar y  asesorar a las familias, no de sustituirlas en la responsabilidad de sus funciones directas con los hijos; también es responsable en apoyar campañas de sensibilización y promoción del buen trato; en cuanto a personas, grupos y comunidades ser garantes de los derechos de los niños y niñas: “…de exigir de la autoridad competente su cumplimiento y la sanción de los infractores”. Con relación a las empresas: generar empleos dignos y conciliar los tiempos laborales y familiares para la atención y crianza de los hijos.  En cuanto a los medios de comunicación y la cultura, promover campañas  de sensibilización de los derechos de la infancia, el buen trato  y el fortalecimiento  de la vida familiar.

Compete al Estado y la sociedad la responsabilidad de crear y mantener instituciones políticas y sociales que generen desarrollo, bienestar, equidad e inclusión tanto para las personas como para las familias y las comunidades.

Las familias, cualquiera sea su configuración, son responsables directas de la procreación, la gestación, lactancia,  salud, “la integridad física, alimentación equilibrada, su nombre,  el cuidado y amor, la recreación, la libre expresión de su opinión” educación inicial, las relaciones de parentesco, custodia legal,  vestido, vivienda, confianza básica, seguridad emocional, autonomía, identidad y establecimiento de vínculos afectivos estables. Las familias tienen como funciones indelegables la protección sico-afectiva de sus miembros, la socialización primaria  desempeño de las funciones educadora, y sexual.

Los derechos de la infancia exigen dar a cada niño y niña un nombre y una nacionalidad.  El Estado está obligado a proveer, en forma gratuita, el registro civil de los recién nacidos en todo el territorio.  En Colombia aún hay poblados que carecen de presencia estatal y no está al alcance de muchas familias acceder al registro civil.  He aquí una falla del Estado pues es él, y no las familias quien debe asumir la responsabilidad.  El Estado es negligente e irresponsable cuando no toma medidas de protección oportunas de tutela ante derechos vulnerados frente al  abandono, la adopción, el abuso el  maltrato y la explotación económica.  Las familias en cuanto integrante de una comunidad también deben interesarse por el cuidado y bienestar de los niños y niñas de su entorno y responder, en forma colectiva, cuando se vulneran sus derechos”.[5]

Si es un derecho constitucional el de conformar libremente una familia y decidir el número de hijos, y  sostenerlos y educarlos mientras sean menores o impedidos, (Artículo 42 de la Constitución Política de Colombia) y si a nadie  se le obliga o constriñe  a procrear,  ¿debe el Estado, y en forma subsidiara la sociedad, demandar de los progenitores su cumplimiento y responsabilidad en  la crianza, sostenimiento y educación de los hijos? Nuestra respuesta es SI.  Ya  vimos que el Estado está obligado por la Constitución, la Ley y los acuerdos internacionales a prestar atención y ser garante de los derechos de la infancia pero es menester dotarlo de más normas e instrumentos legales para exigir de los progenitores el cuidado responsable de sus hijos. Todos los agentes involucrados deben hacer su tarea. La Ley 1361 de 2009, de Protección Integral a la Familia, le asigna al Estado y la sociedad 19 derechos y 11 deberes para con la familia, pero a la familia no le demanda ningún deber para con el Estado y la sociedad. ¿Dónde queda aquí el principio de corresponsabilidad? ¿A las familias quien las ronda? ¿Por qué no se demandan más  contraprestaciones a las familias por las acciones positivas que el Estado y la sociedad realizan como apoyo, acompañamiento y fortalecimiento? ¿Acaso es suficiente acreditar la escolarización y el esquema de vacunación de los hijos como contraprestación para recibir  el subsidio del programa estatal de Familias en Acción?

Y mientras se deciden los acuerdos para configurar el triángulo virtuoso, desde la ley, la moral y  la cultura, cada uno de los agentes trata de pasarle la pelota al otro y nadie cumple a cabalidad la tarea que le corresponde. La irresponsabilidad es la incapacidad o la falta de voluntad de asumir las consecuencias de los propios actos y decisiones. El punto álgido de la discusión es como establecer el equilibrio de corresponsabilidades entre los tres agentes. ¿Por qué el Estado debe invertir en programas de nutrición infantil y restaurantes escolares?  Por la sencilla razón de que los ingresos de las familias de estratos bajos son insuficientes para cubrir los costos de la canasta familiar.  ¿Por qué el Estado debe hacer uso de la llamada “Ley Zanahoría” e imponer el toque de queda nocturno a menores de edad en protección de ellos mismos y  la sociedad?  ¿Sera, acaso,  porque padres y madres no ejercen la suficiente autoridad ni  ponen límites a los horarios de entrada de los hijos a la casa?

Lo que evidenciamos, hoy en Colombia, es la tendencia en los estratos bajos de la población a la “des-responsabilización” del cuidado parental sobre sus hijos transfiriéndole esta  responsabilidad primaria al Estado y a la sociedad. En los estratos altos la “des-responsabilización” se encubre con el pago a empleadas del servicio doméstico y la compra de bienes de consumo suntuario a los hijos para suplir la ausencia y el poco tiempo de dedicación.

Con los programas de subsidio y de apoyo material a las familias siempre se corre el riesgo de que estas se des-responsabilicen y vayan endosando a los otros agentes corresponsables el cumplimiento de sus responsabilidades directas. El lastre del asistencialismo pesa mucho.  El riesgo debe ser calculado para tomar los correctivos que sean del caso.

14  Acciones de corresponsabilidad a emprender por la felicidad y garantía de derechos de la infancia

  1. Los agentes corresponsables estamos en mora  de acordar, en forma taxativa, competencias directas e intersectoriales  que aseguren el cumplimiento del principio de la corresponsabilidad.
  2. Qué las empresas estimulen la conciliación de los tiempos personales, laborales y familiares para que los padres y madres puedan disponer de más tiempo en familia para la crianza y cuidado de los hijos.  La conciliación es una de las acciones que más promueve la familiarización de los cuidados.
  3. Qué Las ONG de infancia y las ONG de familia se acerquen en sus concepciones, enfoques y metodologías de actuación, tienen que estrechar más sus vínculos interinstitucionales para facilitar el  trabajo en alianza que fortalezca tanto a los niños y niñas como a sus padres y madres.
  4. Promover la  familiarización del cuidado de la infancia como un asunto primordial de hombres y mujeres y no como una disputa entre géneros.
  5. Extender en los medios de comunicación y en la sociedad la convicción que tan importante como la maternidad es  la paternidad. Convocar a los hombres para que hablen, reflexionen y actúen frente a su masculinidad y paternidad. Reconocer en los padres hombres los efectos positivos que su afecto y vinculación emocional tienen en el desarrollo de la personalidad de sus hijos.
  6. Deconstruir la creencia y la práctica  cultural que asigna roles “naturales”, según el género, en la crianza de los hijos y los oficios domésticos. Ambos, Hombres y mujeres, están en capacidad de asumirlos con igual competencia, méritos y logros..   
  7. Insistir, persistir y nunca desistir en realizar campañas y programas que tengan por objeto la participación del hombre en las tareas de crianza de los hijos y de la vida  doméstica familiar.
  8. Promover y hacer efectivo el derecho de participación de niños y niñas en la familia, los jardines infantiles y la comunidad.
  9. Cuestionar y replantear la visión y concepción “adulto céntrica” que se tiene sobre la infancia.
  10. Avanzar en la propuesta de democratizar las relaciones familiares desde el enfoque de la  equidad de género y generaciones, reconociendo la diversidad familiar.  
  11. Persistir en la erradicación del analfabetismo adulto y en su vinculación al sistema educativo y laboral. La calidad del cuidado infantil  y la pobreza de las  familias están asociadas al nivel educativo de padres y madres.  A mayor nivel educativo, menores son las situaciones de exclusión social y mayores son las posibilidades de generación de  ingresos familiares...
  12. Apoyar y asistir más, en lo económico y lo sicosocial, a las familias que tienen a su cargo la responsabilidad de cuidar niños, adultos y ancianos con problemas de discapacidad física y cognitiva, por cuanto se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
  13. Proponer la eliminación del modelo de escuela de padres, que parte de la premisa que padres y madres saben poco y se equivocan en la crianza de los hijos, e implementar el modelo de las escuelas de familia donde se convoca a todos los miembros, padres, madres, hijos y parientes al dialogo, la reflexión participativa y al encuentro generacional.
  14. Como  sociedad civil debemos seguir demando del Estado y sus entes territoriales la aplicación de los derechos colectivos consignados en la Ley 1361 de Protección Integral a la familia así como la formulación de las políticas públicas departamentales y municipales para las familias.


Concebir a las familias como sujeto político y no como beneficiarias del Estado y la sociedad

Seguimos mirando e interviniendo a las familias desde una postura asistencialista: como  víctima,  como damnificada, como  vulnerable, como receptora. Y las familias han aprendido a sacar provecho de la situación.  Las políticas y programas estatales y de la sociedad civil asistencialistas son el factor perverso de la des-familiarización de la crianza y el cuidado de la infancia; minan la dignidad, anulan toda iniciativa de transformación y  emprendimiento de las familias.

Desde la perspectiva de las familias como sujeto de derechos colectivos es posible cambiar la concepción de dejar de  ver en ellas un sujeto pasivo y, más bien, apoyarla en el proceso de cambio a un sujeto político donde como actor social no necesite de otros sujetos y actores que la representen o hablen por ella, por cuanto ella misma está en capacidad de hacerlo. En cuanto sujeto político las familias dejarían de ser beneficiarias y asumirían con responsabilidad las consecuencias de sus actos sin esperar que el Estado y la sociedad las compadezca y las disculpen por sus omisiones y faltas. Los agentes corresponsables deben empezar a cambiar la concepción sobre las familias por cuanto no en todas las situaciones son víctimas o damnificadas. (Galvis.2011)

Si bien disponemos de una Ley de Protección Integral a la Familia aún no tenemos una Política Pública  Oficial pará Las Familias a nivel del Estado central, ni que decir de los departamentos y municipios; tampoco existe un documento CONPES que asigne recursos y responsabilidades  a los entes gubernamentales y menos existe un plan de acción. (Agosto de 2013). La política pública tendrá que señalar si lo que se quiere es que el Estado y la sociedad asuman y paguen más por el cuidado de los hijos “des-familiarizando” las funciones familiares o si lo que conviene es apoyar y acompañar más a los padres y madres de familia en su cuidado parental sin “des-responsabilizarlos.

Comentarios finales

Sobre la infancia siempre ha prevalecido la visión y el punto de vista de los adultos y los expertos.  Pocas veces se escucha con atención y respeto las voces de los niños y niñas, y menos, aun, se les posibilita ejercer su derecho a participar en los asuntos que les interesan y conciernen.  En un estudio reciente, efectuado en Colombia, los niños y niñas manifestaron como su mayor problema LA SOLEDAD, el estar y sentirse solos.  Anhelan mayor presencia y permanencia de sus padres y madres, quieren su acompañamiento, su amor, la oportunidad de jugar  compartir en familia, de conversar con ellos. De caminar cogidos de la mano de sus padres.

“La soledad afecta a la población de niños, niñas y adolescentes de la ciudad. (Bogotá.) Durante el 2007, a través de la línea 106 se realizaron 8.889 intervenciones, de las cuales 297 correspondieron a consultas motivadas por la soledad de los niños, niñas y adolescentes; el número de casos se ha venido incrementando año a año; así por ejemplo, para el 2009 se presentaron 503 consultas por este motivo y para el 2010, 1.129 (un incremento del 280% en el número de casos registrados). Esta situación se presenta independientemente de la clase social a la que se pertenezca y es la resultante del proceso de flexibilización del mercado laboral que impone nuevas formas de contratación, horarios más extensos y más dedicación por menos ingresos. La soledad se relaciona también con la manera como los padres y madres establecen prioridades y reducen al mínimo el tiempo que dedican a sus hijos e hijas.

La soledad puede generar de privaciones psicoafectivas con consecuencias impredecibles y no se descarta su relación con la ocurrencia de suicidios y accidentes en el hogar en la población de infancia; los niños, niñas y adolescentes que están solos experimentan estados de depresión difíciles de diagnosticar. Con frecuencia, tiene relación con enfermedades psicosomáticas que son subvaloradas por los padres, madres y adultos en general, al punto que solo cuando implican lesiones o expresiones severas son tenidas en cuenta. En el largo plazo tampoco es fácil predecir las implicaciones de la soledad, pero con seguridad la confianza y las posibilidades de relacionarse con otros se ven limitadas, profundizando las opciones individualistas”.  (Alcaldía Mayor de Bogotá.  2012.  Pág.: 46)

No hay lugar a seguir aceptando el discurso justificativo y  desculpabilizador de los adultos que importa más la calidad que la cantidad de tiempo dedicado a los hijos. El sentimiento y la percepción de soledad generan un impacto devastador en el desarrollo de la personalidad de los infantes, sentimiento que los acompañaran el resto de sus vidas.  Los jardines y los centros de desarrollo infantil mitigan, en parte, estos sentimientos, pero no sustituyen el amor y cuidados no correspondidos de los progenitores.  Las madres comunitarias y los profesionales de los equipos sicosociales no pueden, no están en capacidad de reemplazar a los padres y madres.  Son personas transitorias que cuidan, y dan lo mejor de sí, por una remuneración económica. Los infantes internalizan los valores y las normas mediante el ejemplo y un proceso de identificación con sus padres y madres.  Para ello se requiere, repetimos, la presencia y permanencia de ellos así como el establecimiento de una relación afectiva estable. Si se carece de ello, se instala la SOLEDAD, el desarraigo, el desamparo, y  la incomunicación. ¿Me pregunto qué tanto de esta situación ha influido en los jóvenes que conforman las 130 bandas y combos que imponen sus leyes de miedo a los habitantes y familias de las comunas populares de Medellín?

El aumento de las familias con jefatura femenina es una realidad social que no podemos desconocer ni estigmatizar, pero no es lo deseable en términos del desarrollo de la personalidad de los infantes.  En el ideal del niño siempre está el imaginario de contar con la presencia de ambos progenitores.  Es esta ausencia la que configura, insistimos,  el sentimiento de SOLEDAD Y ORFANDAD COLECTIVA de la niñez colombiana. Ausencia que toma cuerpo en el abandono, la indiferencia, el maltrato, los abusos. Infantes que les toca crecer sin la figura paterna y al lado de una madre o una abuela sobrecargadas de obligaciones. Todos los días vemos en la televisión el mensaje institucional del ICBF de  niños y niñas, muchos de ellos sin apellidos, que buscan a sus padres. No nos dicen cuántos los  reencuentran, cuantos no, cuantos reciben el beneficio de la adopción y cuantos no les queda más camino que la azarosa  vida de la calle o la fría vida institucional.

La respuesta del Estado no puede seguir siendo, únicamente, la contratación de más cupos en entidades de protección o en hogares sustitutos.  Ni la respuesta de la sociedad  debería ser la de  crear más ONG. La niñez está dejando de ser el sujeto de la intervención a convertirse en el objeto de la sostenibilidad financiera de las entidades sin ánimo de lucro, bajo el auspicio cómplice  del Estado. Nos gustaría observar que se pone más interés en denunciar situaciones de vulneración de derechos y  propiciar  acciones de cumplimiento que en atender asuntos de contratación, costos y tarifas con el Estado.  Quienes observamos la implementación de la Estrategia de Cero a Siempre en las ONG de infancia nos preguntamos si el cúmulo de lineamientos técnicos formulados por expertos para ser concretados por los equipos sicosociales, (quienes por cierto trabajan en condiciones de permanente estrés), no los está llevando a ocuparse más en el diligenciamiento de formatos, el  cumplimiento de listas de chequeos para las visitas de interventoría, que en la verdadera atención directa y personalizada con los niños y sus familias.

Llamamos la atención del Estado y las ONG de infancia a que tengan en cuenta el apoyo sicosocial a los equipos interdisciplinarios que por atender a los infantes y sus progenitores en condiciones de desvalimiento, conflicto y tensión afectan su salud mental y su vida familiar.  Se hace necesario y urgente establecer programas de “apoyo al apoyo”.

La posición de la Fundación Bien Humano  sobre la  familiarización y des-familiarización de la crianza y los cuidados de la infancia

En la Fundación Bien Humano reiteramos nuestra convicción de que son los padres y madres biológicos, o quienes hagan sus veces, las personas más importantes y decisivas en la formación de los infantes. Ellos y ellas, y no otras personas, crean y mantienen los vínculos emocionales y afectivos con sus hijos e hijas. Su presencia y permanencia determinan la socialización primaria, la identidad, la confianza básica, la autoestima, y la estabilidad emocional y afectiva de ellos.  Su ausencia  o su presencia conflictiva generan trastornos y problemas que más tarde se reflejarán en las relaciones y vínculos de los infantes con la sociedad. Afirmamos la prelación de un cuidado con afecto y amor  sobre un cuidado retribuido en dinero. En este sentido estamos, en un todo y por todo, de acuerdo con la Convención de los Derechos del Niño, promulgados por las Naciones Unidas en 1959.  La Convención reconoce expresamente que:

 “la función principal en la crianza de los niños y niñas recae en los progenitores y que ellos, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, deben crecer en un entorno familiar y en un ambiente de felicidad y comprensión.”  

En tal dirección  la ONU declaró, mediante resolución del 17 de septiembre de 2012 el 1 de junio Día Mundial de las Madres y de los Padres. (http:/un.org/es/events/parentsday/background.shtml).

La familia es “agente que cuida y de cuidado”.  La familia, independiente de su conformación y organización, es el único grupo humano que permanece y nos acompaña en todas las etapas del ciclo vital, todos los otros grupos y organizaciones son temporales.  La familia y el parentesco crean vínculos emocionales, afectivos, legales y solidarios que no pueden ser asumidos ni  sustituidos  por el Estado, la sociedad o el mercado. Los vínculos parento-filiales y filiales  son de por vida. Se puede ser ex pareja, ex conyugue pero nunca ex  padre, ex hijo o ex hermano. Reiteramos  el derecho constitucional de los niños y niñas  a tener una familia y a no ser separados de ella.  (Galvis, 2011). 

Validamos la propuesta formulada en la Política Pública para la Familia de Medellín cuando afirma que uno de los puntos de partida para implementarla  es:

“… reconocer y actuar bajo la concepción de la FAMILIA COMO AGENCIA DE FORMACIÓN DE SER HUMANO toda vez que desde este ámbito se genera el proceso de socialización (quien soy yo) y de sociabilidad (quienes son los otros y otras, como me relaciono con las demás personas y  se relacionan  conmigo).  Es en el escenario familiar donde pueden hacerse efectivos o no los principios y significados de la dignidad, los derechos y la Seguridad Humana.   (Alcaldía de Medellín. 2012.  Pág.: 46)

En el estudio sobre Valores, Representaciones y Capital Social en Antioquia, 2013  al indagar sobre la importancia de la familia se concluye que:

“Independientemente de cualquier consideración teórica o normativa, la familia es la institución en la que más confían los habitantes de Antioquia. Los datos apenas difieren en pocos puntos porcentuales entre la metodología de encuestas y la metodología experimental. La familia goza de más confianza que cualquier grupo informal o formal de la sociedad civil y mucha más confianza que cualquier entidad estatal, por lo cual puede afirmarse –sin lugar a dudas– que es parte fundamental de la estructura básica de la sociedad antioqueña… La familia también es –en Antioquia– el principal medio de socialización de las personas. Cada habitante del departamento se relaciona en promedio con 6.4 familiares, diferentes a los que viven con él en el mismo hogar, una cifra que excede en dos enteros al grupo que le sigue en importancia que son los vecinos. (Pág.: 52, 54)
Escribe el doctor Jorge Yarce en el Memorando sobre la Familia:

“La familia, como lo recuerda la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y el Estado”  (Art. 16, n.2), compromiso que involucra a los gobiernos y a la entera comunidad humana, al margen de las diferencias ideológicas, culturales, políticas o religiosas porque a través de la familia está en juego la supervivencia de la sociedad y porque la familia será siempre una poderosa y necesaria fuente de energías para ella”.  (pág.  1)
Si las familias en Colombia fuesen y actuaran como sujetos políticos demandarían, de verdad, el derecho a la protección de la sociedad y el Estado, y no la beneficencia y los subsidios asistencialistas que ambos le ofrecen.

El afecto entendido como la aceptación emocional y sentimental del niño por parte de los padres, madres y la familia, unido a la posibilidad de contar con adecuadas figuras de identificación para el proceso socializador, constituyen el mayor compromiso y responsabilidad que le compete a la familia en relación con la infancia.

El establecimiento de un fuerte vínculo afectivo entre padres e hijos se convierte en un factor de protección no solo para prevenir la soledad,  el maltrato,  abandono físico y emocional hacia la niñez sino, además, para contrarrestar el riesgo del fenómeno de la des-responsabilización de los progenitores con la crianza y los cuidados. El establecimiento de vínculos afectivos pertenece a la esfera de la vida íntima de las familias; ante su ausencia o disfuncionalidad poco pueden hacer el Estado y la sociedad.  Es una función que compete exclusivamente a las familias.
 
Cuando insistimos en la presencia y permanencia de los progenitores no estamos aludiendo, necesariamente,  a la convivencia física bajo un mismo techo de la pareja y los hijos como condición perse de la existencia de una familia. Lo importante son los vínculos, las relaciones, la solidaridad,   las formas de comunicación y expresión afectiva que se establezcan entre padres, madres e hijos. El padre o la madre pueden convivir o no pero si  hacerle sentir a los hijos que para el o ella son importantes  y significativos en sus vidas. (Puyana, 2009) 

Aceptamos que cuando no es posible la convivencia y el entendimiento de la pareja conyugal es preferible, por la salud mental y emocional de los hijos, la separación o el divorcio, pero no siempre esta circunstancia se efectúa con madurez y en un clima de entendimiento, y la custodia y manutención  los hijos se convierten en objeto de disputa que termina afectando la relación entre padres e hijos. 

Reconocemos que no siempre la familia acoge y protege a los niños y las niñas, que en ella se generan, situaciones de  violencia, maltrato,  abuso sexual, explotación económica o sexual que hacen necesaria la intervención protectora del Estado y la sociedad para restituir los derechos vulnerados de sus integrantes. Situaciones que pueden determinar la  expulsión de los infantes a la vida callejera o al reclutamiento armado .La vida privada de la familia ya no es excusa para ocultar hechos de violencia interna que lesionan a sus integrantes.  Ya no es admisible, por fortuna, aquella expresión de que la “ropa sucia se lava en casa”.[6]   

Las políticas y programas de des-familiarizacion son, desde el  Estado, una respuesta al derecho constitucional de atender las poblaciones vulnerables y vulneradas. Uno de los  problemas es el  de lograr una cobertura total al tiempo que se contextualizan las acciones de acuerdo con las características culturales y sociales de los grupos poblacionales en los territorios.  Ideal pocas veces logrado. En nuestro caso los derechos universales de la infancia y la realidad de la mujer trabajadora hacen imperativo los jardines y centros infantiles cerca del lugar de residencia.  Recordamos la cifra de más de 9000.000 niños y niñas del SISBEN que no están siendo atendidos por el Estado y la sociedad.

Persistimos en nuestra afirmación de considerar necesarios los jardines  y centros de desarrollo infantil como espacios complementarios de socialización, protección y nutrición, que no sustituyen la vida familiar y la responsabilidad directa de los progenitores en las tareas de crianza, formación y educación. Cuando el jardín o el centro disponen de buena infraestructura física, materiales y dotación adecuada, un equipo sicosocial idóneo y un  modelo pedagógico coherente los resultados serán positivos en el desarrollo de los infantes. Sin embargo, los cuidadores son personas que están de paso en la vida de los infantes, están con ellos porque desempeñan un oficio o profesión por la cual se les remunera. Su función  es la  tratar con amabilidad y competencia,  no la de establecer  vínculos afectivos y emocionales con ellos de carácter permanente. Los infantes deben sentirse amados por sus familias y cuidados por sus cuidadores o agentes educativos.

La nueva familiarización que proponemos no es el mantenimiento de la “naturalización” de la crianza y el cuidado de la infancia solo en  las mujeres sino una  familiarización que tenga en cuenta la equidad de género y el reconocimiento,  respeto de los derechos de cada uno de sus miembros y la conciliación de los tiempos personales, laborales y familiares.

La nueva familiarización es también un seguro, una red de solidaridad a quien acudir en el proceso de envejecimiento y vejez.  En países como el nuestro con débiles sistemas públicos  de seguridad social y baja cobertura pensional, las familias se constituyen en el apoyo emocional, afectivo y económico de las personas mayores que requieren de cuidados.  Sin familias, sin redes parentales y sin seguridad social, privada o estatal, la etapa de la vejez se convierte en una dura realidad y la muerte en un acto de extrema soledad.
      
Es preciso que los agentes corresponsables ofrezcan y mantengan con las familias acciones tanto de des-familiarización como de familiarización.  El punto crucial es que dichas acciones no sean excluyentes sino complementarias. Los  agentes  corresponsables   debemos emprender con las familias más programas  en asuntos como pautas y prácticas culturales de crianza, lúdica, puericultura, nutrición, asesoría legal, hábitos de vida saludables, convivencia pacífica, el sentido de la ética y la moral.

Nos preocupa, en la Fundación Bienestar Humano, la tendencia mercantilista  de ofertar servicios  que solo ven en la infancia una fuente de ingresos  privados y de lucro a expensas de los derechos y la formación humana de la infancia.
 
Seguimos sin entender las razones del por qué los programas de promoción y prevención familiar estatales son de tan bajo presupuesto  y no son de carácter permanente como los de la atención  institucional a la infancia. Programas, además, que deben concebirse y realizarse con metodologías vivenciales, del “aprender haciendo”,  dejando de lado el modelo tradicional de Escuela de Padres donde se partía de la premisa de unos expertos que transmitían saberes y consejos  a unos progenitores  que eran percibidos con poco conocimiento en la crianza y los cuidados de la infancia..

Sin el afecto, la participación  y compromiso de las familias no es posible para los niños y niñas alcanzar las cinco metas de desarrollo del desarrollo humano integral, de la crianza humanizada,  que nos propone el Grupo de Puericultura de la Universidad de Antioquia, a saber: autonomía, creatividad, felicidad, solidaridad y salud.

Nuestra  misión, como organización no gubernamental, es la de apoyar, asesorar y  acompañar a las familias en el cumplimiento de su responsabilidad parental, sea cual sea su conformación, en la crianza, formación y educación de los hijos, no sustituirlas o remplazarlas.
 
La gran tarea que tenemos como sociedad y Estado es  repotenciar  en las familias el desempeño de las funciones de protección, afectiva y de socialización, así como reducir toda forma de abuso, maltrato y violencia;  es una nueva “familiarización” de la crianza y los  cuidados de la infancia revalorando el papel de  las mujeres e incorporando  la participación de  los hombres. En otras palabras: Deconstruir las imágenes, los discursos y las prácticas de los roles tradicionales de hombres (roles instrumentales) y mujeres (roles expresivos) para construir nuevas relaciones y ejercicios frente a  la paternidad, la maternidad y la vida doméstica.  (Galvis, L. 2011))

Si desea consultar más información sobre el tema puede acceder al  blog  Familia y Otros

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¿Quiénes responden por la atención y la educación de la primera infancia en Colombia? Luis Julián Salas Rodas. www.familiayotros.blogspot.com






[1] Ver Ley 1413 de 2010 sobre la Economía del Cuidado, por medio de la cual se regula el trabajo no remunerado; pretende medir el valor del trabajo del hogar en las cuentas nacionales y  generar cambios en las políticas públicas dirigidas a la participación laboral de las mujeres 

[2] Del patriarcado aún subsiste la figura de la patria potestad sobre los hijos menores de edad.  El cuestiona
miento es como concuerda esta figura con el reconocimiento de la titularidad de los derechos de niños, niñas y adolescentes, desde la aprobación de la Convención sobre los Derechos de los Niños (1959 – 1989).

[3] (Http: las invasiones bárbaras.  www. Blogspot.com) 

[4] Red Colombiana de Masculinidades por la Equidad de Género: Campaña Lazo Blanco

[5] ¿Quiénes responden por la atención y la educación de la primera infancia en Colombia? Luis Julián Salas Rodas, www.familiayotros.blogspot.com

[6] Según datos de Medicina Legal el 84% de los casos de violencia contra niños y adolescentes ocurre dentro del hogar y solo en 2011 fueron atendidos 24.315 menores de edad, mientras un informe de la Defensoría del Pueblo y Unicef revela que el 86% de los niños reclutados sufrieron antes algún tipo de abuso sexual o maltrato.  Periódico el Mundo, 27 de agosto de 2013, pág 7.  Otras cifras oficiales, de la Policía Nacional, sobre la situación de la infancia y la adolescencia en el país dicen “… que entre enero y septiembre del 2013 23.153 menores han sido aprendidos por cometer algún delito.  Son en promedio, 85 casos diarios, la mayoría de ellos por tráfico de estupefacientes  (8.354) (…)  La Policía indica que 3.938 jóvenes fueron conducidos a centros de reclusión para menores, tras participar en riñas y causar algún tipo de lesión personal.  Este año 1.703 adolescentes fueron detenidos al portar armas de fuego” (Periódico ADN, miércoles 23 de octubre de 2013, pág. 6.  ¿Qué responsabilidades  directas competen a los padres, madres y a las familias ante estas cifras”.  ¡Cuales son las omisiones o la falta de cumplimiento de las acciones de corresponsabilidad entre el Estado, la sociedad y las familias”.

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