La
familiarización y des-familiarización de la crianza y los cuidados de la
infancia
Luis
Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista y Magíster en Ciencias Sociales
Magíster
en Ciencias de la Educación
Director
Ejecutivo de la Fundación Bien Humano
“…Que mi madre no se
muera y que mi padre me recuerde…”
Juanes: De la
canción, a Dios le pido
El objetivo principal
de este ensayo argumentativo es dar cuenta de los pros y contra de los modelos
de familiarización y des-familiarización en la crianza y los cuidados de la
infancia y la posición de la Fundación Bien Humano al respecto. Para sustentar el ensayo trataremos aspectos
como la crianza y los orígenes históricos del cuidado, la importancia de la
infancia, el derrumbe del Patriarcado, la negación del Padre, las nuevas
masculinidades y paternidades, el incremento de la jefatura femenina y la
situación con sus hijos, la soledad de los infantes, las acciones de
corresponsabilidad del Estado, la sociedad y la familia en pro de la niñez, y la concepción de las familias como sujeto
político y no como beneficiarias del Estado y la sociedad.
¿Qué
entendemos por familiarización y des-familiarización de la crianza el cuidado?
Por familiarización
de la crianza y el cuidado se ha entendido
el conjunto de creencias, prácticas y acciones que asumen las mujeres y las propias familias
sin remuneración y sin cuestionar la
división histórica, sexual y de género,
y sin el apoyo de estrategias de conciliación entre el trabajo
remunerado y la vida familiar. Es una familiarización sin perspectiva de
género, anclada en la permanencia de los roles tradicionales de desempeño de hombres y mujeres. Así concebida, la familiarización es percibida
por el Estado y la sociedad como un
proceso natural, no valorado social ni económicamente. Aun persisten políticas
públicas y programas gubernamentales que afirman esta concepción de la
familiarización. En la vida cotidiana la
expresión “familiarización” implica cercanía, tratar con confianza,
conocimiento cercano con algo o alguien. Más adelante trataremos la propuesta de una
“nueva familiarización” de la crianza y los cuidados de la infancia.
Por
des-familiarización de la crianza y el cuidado se entiende el conjunto de
políticas públicas y acciones por parte del Estado, la sociedad y el mercado
que remuneran a las mujeres y a otros agentes externos las tareas del
cuidado. La des-familiarización es el
resultado histórico de los procesos de modernización y urbanización de las
sociedades que han conllevado la pérdida de funciones y responsabilidades de la
familia tradicional en la crianza, formación y cuidados de sus miembros. De una familia autárquica se ha devenido en
una familia cada vez más dependiente del Estado y la sociedad para su
supervivencia. La des-familiarización
también está asociada al fenómeno de la
des-feminización, entendiendo por esta el cuestionamiento a la división
histórica, sexual y de género que “naturalizaron” en las mujeres el cuidado de
los miembros de la familia (Aguirre, 2010)
En las sociedades occidentales
ya no es posible para las familias ocuparse
solas de la crianza y los
cuidados de la infancia; tampoco el Estado y la sociedad están en capacidad de
asumir, por entero, dichas responsabilidades.
Es un asunto público-privado de corresponsabilidad entre los
agentes. Colombia no es la
excepción, podemos decir que en el país
funciona un régimen hibrido donde el Estado trata de propiciar políticas y
programas des-familistas, de carácter universal, con dificultades de presupuesto y cobertura,
mientras que en las familias y las
mujeres sigue recayendo muchas tareas
tradicionales de la crianza y los cuidados de la infancia. [1]
No hay que confundir la familiarización
con el concepto de familismo amoral.
Según el sociólogo norteamericano Edward V. Benfield es el”
” Principio según el cual los individuos
velan sobre todo, o sólo, por ellos mismos y por su familia, y cualquier cosa
que hagan en beneficio propio o de los parientes próximos será moralmente positivo y reconocido como
tal. Y cualquier cosa que haga para engañar o aprovecharse de las
instituciones, del Estado o de cualquier instancia pública, fiscal, legal o
administrativa, será prueba de habilidad y de inteligencia y reconocida como
valor positivo”. (Http://navarralde.com/es/monduan/4475)
La familiarización tiene que ver con la
crianza y los cuidados de las personas, el familismo amoral con el
aprovechamiento personal y familiar en desmedro del Estado y la sociedad.
¿Qué
se entiende por cuidado?
Múltiples son los
significados y sinónimos del verbo cuidar y del sustantivo cuidado: atención,
esmero, asistir, proteger, guardar, vigilar, dedicarse, preocuparse, preservar,
conservar, advertencia de peligro. El cuidar es una acción humana benéfica sobre
las personas, naturaleza, objetos
y otros seres vivos. A excepción de la naturaleza que se autorregula los seres vivos requerimos de los otros para
conservar nuestra vida y sentir bienestar físico y emocional. La clase de los mamíferos, a la cual
pertenecemos los humanos, requerimos de
mucho tiempo y cuidados en todas y cada una de las etapas del ciclo vital. La interdependencia entre unos y otros hace
necesario las actividades del cuidado.
Alguien me cuida, alguien a quien cuidar. ¡Cuidate! Es también un saludo
de despedida que decimos a alguien que nos interesa y apreciamos.
El cuidado abarca todas las dimensiones del ser: lo biológico, lo
afectivo, lo emocional, lo cognitivo. (Gómez, R. 2006)
De la teoría del apego de John Bolwlby aprendimos la importancia de establecer
vínculos afectivos estrechos entre padres e hijos para generar sentimientos de
confianza, autoestima y bienestar, siendo las buenas prácticas de la crianza y
el cuidado un factor decisivo para tales
fines. El vínculo afectivo es lo que nos une, nos conecta, nos proporciona
seguridad e identidad, nos liga de por vida a la familia y a la parentela. Cuando el vínculo afectivo no se instala de
forma adecuada se presentan situaciones
de sobreprotección, abandono, negligencia, indiferencia, indulgencia y
violencia en la relación padres-.hijos, situaciones que afectan de manera negativa la oportunidad y la
calidad de los cuidados en la infancia. (Bolwlby, J. 1990)
El teólogo brasileño
Leonardo Boff en su texto titulado: El
cuidado esencial: ética de lo humano, compasión por la Tierra, escribe:
“Por
su propia naturaleza, el término cuidado
incluye entonces dos significado básicos
íntimamente vinculados entre sí. El
primero, la actitud de desvelo, de solicitud y de atención hacia el otro. El segundo, la actitud de preocupación y de
inquietud, porque la persona que tiene cuidado se siente implicada y vinculada
afectivamente al otro.(…) Lo que se opone al desinterés y a la indiferencia es
el cuidado. (Págs.: 24, 74)
Lo que Boff
alude del cuidado es que el vínculo afectivo requerido tiene una
dimensión ética de compromiso y responsabilidad con el otro. No es algo que se hace de acuerdo al estado
de ánimo o la disponibilidad de tiempo.
El instinto de
conservación no basta preservar la vida de los infantes. Los riesgos y peligros
que amenazan, en forma permanente, su sobrevivencia requieren de una disposición vigilante y
protectora de los padres. El descuido en la atención de un niño puede poner en
riesgo su integridad física o su vida. Si dicho instinto fuese suficiente el trabajo de la crianza humana no requeriría
de tantos cuidados físicos y emocionales para asegurar la vida e integridad de los
niños y niñas. Deben los adultos significativos propiciar siempre la
participación de los infantes en las tareas del cuidado.
La
importancia de la infancia y los significados del cuidado
En la comunidad
científica, las agencias internacionales de desarrollo, los Estados y la
sociedad existe ya el consenso de que los primeros seis años de vida de los
seres humanos son los más importantes para la formación de la personalidad, la
inteligencia y el cuerpo. Lo que en esta
etapa de la vida acontezca o no, influye de forma significativa en el ciclo
vital humano. De allí que la crianza y el sistema de cuidados a la infancia por
parte de todos los agentes corresponsables es decisivo. Disponemos de suficiente evidencia
investigativa que relaciona el retorno de la inversión en programas de
formación de capital humano en la primera infancia en las áreas de nutrición,
salud, desarrollo cognitivo y psicosocial y sus impactos positivos durante la
adolescencia, juventud y adultez en la disminución de las tasas de
criminalidad, de embarazo adolescente, farmacodependencia, ausentismo y
fracaso escolar. El cuidado de la
infancia es hoy una prioridad de la política pública de los Estados y de sus
planes de desarrollo. (Bernal, 2010)
La desigual relación
de género y de poder ha determinado que las tareas del cuidado hayan estado,
históricamente, a cargo de las mujeres.
Muchos actores inciden en el cuidado de las personas: El Estado, la
familia, las comunidades, el sistema
educativo, el sistema de salud, las
redes sociales y el mercado. El tema del
cuidado hace parte fundamental de toda política pública referida al bienestar
de los grupos poblacionales. Se le reconoce a los movimientos feministas el
haber investigado y llamado la atención sobre la producción y reproducción del
cuidado. El debate sobre el cuidado se
centra en las preguntas: ¿Quién cuida?, ¿Quién paga?, ¿Y dónde se realiza?
Cifras
preocupantes acerca del cuidado de la infancia
La Encuesta del
SISBEN 2003 indica que para esa fecha había en Colombia 4.401.376 niños menores
de 5 años, de los cuales 2.755.349 vivían con ambos padres, 1.156.936 con sólo
el papá o solo la mamá y 489.091 sin
papá ni mamá. (Bernal, Raquel y
otra. 2010).
En cuanto a la
calidad del cuidado se tiene la cifra que más del 50% de las personas a cargo
del cuidado de los niños en hogares de SISBEN 1 y 2 sólo tienen algún nivel de
primaria. La mejora en la calidad del cuidado implica elevar el nivel educativo
de los cuidadores. El 20.4% del total de niños del SISBEN, 900.602 niños no
asisten a ningún establecimiento del ICBF y pasan el tiempo solos en sus
hogares. A pesar de los esfuerzos por aumentar la cobertura, hay un porcentaje
significativo de niños y niñas por fuera de la estrategia gubernamental de Cero
a Siempre. (www.deceroasiempre.gov.co).
¿Qué
se entiende por crianza?
El grupo de
puericultura de la Universidad de Antioquia define la Crianza Humanizada:
“…como el acompañamiento inteligente y afectuoso a los niños,
niñas y adolescentes en la aventura de la vida, para que ellos, como gestores
de su propio desarrollo, puedan construir y reconstruir permanentemente las
metas de desarrollo humano integral y diverso: autoestima, autonomía, creatividad, felicidad, solidaridad y salud,
todo en aras del tejido de resiliencia, entendida esta como la capacidad de
afrontar las adversidades saliendo fortalecido de ellas.
En el
discurrir de la crianza van apareciendo en los niños y niñas que se sienten
amados sensaciones tan trascendentes como el
apego seguro y la confianza básica, que van a ser elementos fundamentales
en la génesis de la autoestima como meta del desarrollo infantil, que infundirá
en los sujetos de crianza la sensación de sentirse dignos, competentes y
capaces, para avanzar en el camino hacia la autonomía que les permita al
terminar la crianza asumir el comando de sus propias vidas” (Universidad de
Antioquia, 2009. Pág.: 2 )
La puericultura es un campo del saber y de la práctica
que se ocupa de la crianza y el cuidado de los infantes con miras a un
adecuado crecimiento y desarrollo. La crianza abarca todos los aspectos de la
vida de los niños y de las niñas: tiene que ver con la socialización, la
transmisión de valores, los hábitos de higiene y conservación de la salud, los
hábitos alimenticios, la disciplina, el ejercicio de la autoridad, la sexualidad, la comunicación, el afecto, el juego, la educación, los
cuidados del embarazo, el parto y la lactancia y el auto cuidado, entre muchos
otros.
(Tenorio, M. 2000)
Los cambios históricos en la relaciones padres-hijos han
conllevado cambios en las formas de entender y asumir las tareas de la
crianza. En Occidente fue solo a partir
de los siglos XV y XVI el descubrimiento y estudio de la infancia como un
tiempo especial e importante en la vida del ser humano, el reconocimiento de
sus intereses y características especiales;
pero hubo de transcurrir cuatro siglos más para reconocerles a los infantes sus derechos, la búsqueda de
su autonomía, el elevar a delito los asesinatos, abusos y maltratos, cuestionar la creencia de los hijos como
propiedad de los padres y las relaciones
de dominación y autoritarismo ejercidos sobre ellos por la familia y la
sociedad; lo que el sociólogo Norbert
Elías llamó “el curso del proceso
civilizatorio de la relación padres-hijos”.
(Elías, N. 1998).
Incluimos el concepto de la crianza porque de su
concepción y práctica dependen el tipo y la calidad de los cuidados de la
infancia. La crianza está influenciada por los contextos culturales, sociales e históricos. Es un proceso
vinculante intergeneracional que expresa las creencias, mitos, costumbres y el deber ser de cómo formar y educar a las
nuevas generaciones. Los años de la crianza son fundamentales para el
establecimiento de los vínculos afectivos entre padres e hijos y demás
familiares. Al Estado y la sociedad le
competen apoyar, preparar y acompañar a
las familias para que ellas puedan asumir las responsabilidades y compromisos
que conlleva la crianza.
Un asunto nos preocupa con relación a la calidad de la
crianza y los cuidados y es el bajo nivel educativo de la población adulta en
Colombia. El porcentaje de analfabetismo
estructural es del 6.7% en personas mayores de 15 años, son 3.100.000 (DANE,
2013). 15.500.000 personas mayores de 20
años no terminaron su bachillerato. (Periódico El Tiempo, 30 de octubre de
2010). Las condiciones, el nivel de vida, así como los ingresos y las oportunidades
laborales están asociados al logro de un mayor nivel educativo. El Estado y la
sociedad tienen, aún, una tarea pendiente de restitución del derecho a la
educación. Padres y madres más educados
redundaran en una mejor crianza y cuidados.
Como puede colegirse de
lo anterior, si bien la crianza es un concepto más amplio que el de cuidado,
cuando se refiere a los infantes, hay una estrecha relación entre ambos
términos y tareas. Quien cuida participa, de alguna manera, en la crianza y
quien cría debe ocuparse del cuidado.
La crianza y los cuidados en los tiempos de la virtualidad
Hacia finales del siglo XX los agentes del proceso de
socialización de la niñez eran la familia, la escuela, los pares y los medios
de comunicación (TV, radio, prensa y cine).
En la actualidad debemos sumar el
Internet, las redes sociales, los
videojuegos, las consolas, los computadores, las tabletas y los teléfonos móviles. Para las nuevas generaciones pareciera ser
que no existiese diferencia entre la
virtualidad y la realidad. ¿La virtualidad
es la realidad para ellos? Las nuevas tecnologías de la información y la
comunicación, TICS, han transformado los vínculos y las relaciones entre las personas. Las exigencias de la conectividad
permanente han conllevado a que se preste más importancia al ausente que al
presente, han cambiado la cotidianidad de la vida familiar, social y laboral. Niños, niñas y jóvenes dedican más tiempo y
prestan más atención a los contenidos, lenguajes e imágenes que les ofrece la
virtualidad, pues mediante ella tienen la posibilidad de socializar no solo con
sus pares generacionales sino con personas de todas las edades y lugares.
Internet es una oportunidad para ampliar las fronteras de la educación, los conocimientos,
y las interacciones humanas pero es, al tiempo, un riesgo para la formación humana y
axiológica de ellos y ellas. El peligro ya no está solo en la calle, ha
ingresado a las pantallas y teclados hogareños. El enemigo no es la tecnología,
que siempre termina imponiéndose, sino, los tipos y la calidad de los contenidos a los que acceden los hijos.
Hay una brecha generacional y tecnológica. Los adultos mayores piensan en forma análoga y las nuevas generaciones en
forma binaria. Si los padres y madres no se interesan por alfabetizarse
digitalmente, ¿como pueden vigilar y asesorar el buen empleo de las TICS de sus
hijos? Ya no es suficiente con atender
los cuidados físicos y corporales de los hijos hoy hay que atender, también,
los riesgos y los cuidados que implica
la virtualidad. La exposición a las TICS
sin control parental y sin valoración ética tiene consecuencias negativas en la
disminución de la capacidad de pensar, en la pérdida del gusto por el estudio, en
el acceso a contenidos pornográficos, redes de pederastas, en el estimulo
exagerado de la fantasía, en el aislamiento social, la falta de actividad física, en la ausencia de diálogo y la convivencia familiar, así como en
la imitación de conductas y estilos de vida no adecuados a la edad y desarrollo
de la personalidad e inteligencia de los hijos. La realidad virtual tiene
ventajas y desventajas que en el proceso de la crianza los padres y madres
deben sopesar las ticks, como medio, no como fin, puede ser una valiosa ayuda o
hacer más compleja y difícil la crianza y los cuidados. (Yarce, J., 2013).
La crianza y el derecho al libre desarrollo de la personalidad
La formación de la personalidad es un proceso transversal
a todo el ciclo vital humano, siendo la infancia la etapa donde se cimientan
sus bases. La personalidad es la manera de ser, sentir y actuar ante sí mismo,
los otros y el mundo. La crianza hace parte esencial de la construcción de la
personalidad. Los titulares activos de derechos son las personas, las cuales,
para su ejercicio, tienen el reconocimiento y la capacidad de asumir, tomar
decisiones y responder por sus actos. Objetivo y logro de la crianza es propiciar en los infantes la competencia de la
autonomía. Autonomía es la disposición y el gobierno de sí mismo atendiendo a
los derechos de los demás y respetando el orden jurídico. Del bebe dependiente
al adulto autónomo. En esta búsqueda
individual de nuestro propio proyecto de vida se hace necesario el ejercicio
del derecho al libre desarrollo de la personalidad, derecho por demás,
consagrado en el artículo 16 de la
Constitución colombiana:
“Todas las personas tienen derecho
al libre desarrollo de su personalidad sin más limitaciones que las que imponen
los derechos de los demás y el orden jurídico”.
El libre desarrollo de la personalidad implica una
dimensión ética y axiológica que conlleva el goce, el disfrute, la plena
realización y felicidad humana. La tarea de padres, madres, educadores y
cuidadores es favorecer, posibilitar y motivar en niños, niñas y adolescentes
este derecho. Ha dicho la Honorable Corte Constitucional al respecto en la
sentencia C-481 de 1998:
“Al interpretar el artículo 16
constitucional que consagra el libre desarrollo de la personalidad, el
interprete debe hacer énfasis en la palabra “LIBRE”, más que en la expresión
“DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD”, pues esta norma no establece que existan determinados
modelos de personalidad que son admisibles y otras que se encuentran excluidas
por el ordenamiento, sino que esa disposición señala “que corresponde a la
propia persona optar por su plan de vida y desarrollar su personalidad
conforme a sus intereses, deseos y convicciones, siempre y cuando no afecten
derechos de terceros, ni vulneren el orden constitucional.” Por ello esta Corte
y la doctrina han entendido que ese derecho consagra una protección general de
la capacidad que la Constitución reconoce a la personas para autodeterminarse,
esto es, a darse sus propias normas y desarrollar planes propios de vida,
siempre y cuando no afecte derechos de terceros.”
Con respecto
a la apariencia personal la Corte en la sentencia T-065 de 1993 afirmó:
“…el largo del cabello y la forma
del peinado, el maquillaje y el adorno corporal, así como el uso de accesorios
hacen parte del derecho a la propia imagen, en cuyo ejercicio toda persona está
facultada para decidir de manera autónoma cómo desea presentarse ante los
demás. El largo del cabello y la forma del peinado, el maquillaje y el adorno
corporal, así como el uso de accesorios hacen parte del derecho a la propia
imagen, en cuyo ejercicio toda persona está facultada para decidir de manera
autónoma como presentarse ante los demás”.
Criar, formar y educar para la
libertad y la autonomía, implica dejar de lado concepciones, estilos y
creencias jerárquicas y adultocéntricas.
Las prácticas violentas, el autoritarismo, la descalificación por
gustos, apariencia física y formas de vestir, la ridiculización, los
comentarios irónicos acerca de la identidad y la orientación sexual, las burlas
que lesionan la autoestima, la ausencia de dialogo y escucha activa y la
creencia de que los hijos son propiedad de los padres, son contrarias al
derecho del libre desarrollo de la
personalidad.
Orígenes
históricos del Patriarcado y del cuidado
Si bien las primeras
sociedades fueron matriarcales el desarrollo de las civilizaciones impuso el
patriarcado como una relación desigual del poder entre hombres y mujeres. El patriarcado tuvo su máxima expresión en el
imperio romano con la figura del Páter Familias quien era el dueño legal y
propietario de las vidas de su esposa, hijos y esclavos, llegando hasta el
extremo de poder determinar sus muertes.
El Páter Familias tenía el
mando de la potestad marital sobre su mujer y la patria potestad sobre su
descendencia. Los hijos llevaban el apellido del padre. (Hoy en Colombia la ley
permite, mediante acuerdo de los progenitores dar el apellido paterno o
materno a los hijos)[2]. La
institución del patriarcado determinó la división sexual y de género en las
tareas domésticas y en las de crianza y educación de la prole; definió,
también, procesos distintos y separados
de socialización entre hombres y mujeres tanto en la familia como en la vida
social. (Palacio, 1999). El patriarcado fue,
también, el origen de la inequidad de género cuyos nefastos efectos se
evidencian en el maltrato y la violencia de pareja, y en la fijación de pautas de crianza que privilegian a los niños
sobre las niñas en cuanto al trato, la valoración, los bienes y los cuidados. La opresión de la mujer es una práctica social y cultural anterior al
sistema capitalista. Este sistema al separar la producción económica de la
reproducción biológica impuso a la mujer trabajadora la doble jornada entre la vida familiar y doméstica y
la vida laboral. (Galvis, L. 2011)
Fue desde finales del
siglo XIX que las mujeres de las
sociedades occidentales empezaron a cuestionar el dominio hegemónico de los
hombres en las esferas políticas, económicas y familiares. Proceso que se
fortaleció y consolido en el siglo XX. Desde las primeras mujeres sufragistas
inglesas hasta las feministas radicales de los años sesenta la lucha ha sido
por erradicar todas las formas de discriminación y exclusión legal y cultural
de la sociedad sobre las mujeres. Los estudios de género, desarrollo reciente
de las ciencias sociales que tratan de las construcciones sociales y culturales
sobre la masculinidad y la feminidad, han mostrado como la sociedad valoró y
reconoció la proveeduría económica y la participación pública del hombre sobre
el trabajo no remunerado de las mujeres a
la vida doméstica y familiar. Esta
división “naturalizó” los oficios de la casa y el cuidado de los hijos como
función primordial de las mujeres.
La Revolución
Industrial Inglesa del siglo XVIII, que se fue extendiendo a los países
occidentales, estimuló la migración del campo a la ciudad formando la clase obrera. Las sociedades
rurales tradicionales que centraban su organización en la producción agrícola y
en el modelo de la familia patriarcal fueron dando paso a la familia urbana y
con ello al proceso, paulatino, de la des potenciación de las funciones
familiares. La pertenencia y conformación de una familia era el anclaje
condicional de la identidad y el acceso a la propiedad. La ruralidad era el
único horizonte de vida. La comunidad
era el encuentro de las familias. Se nacía y moría en la morada familiar. Los alimentos se sembraban en el huerto casero
y se preparaban y consumían reunidos todos en la mesa presidida por el padre.
Los enfermos y los ancianos estaban a cargo y cuidado de la familia. Los infantes permanecían tiempo completo en el hogar los primeros 6 o
7 años de vida. La separación de la vida
productiva de la vida familiar hizo necesario la creación de instituciones sociales
como el jardín de infantes, la escuela, los hospitales, los asilos. Es aquí
donde en la historia de las sociedades occidentales se inicia el proceso de des-familiarización
de la crianza y el cuidado de los infantes. Pasamos de una familia tradicional,
extensa y nuclear, sobrecargada de
funciones, a una familia postmoderna, de múltiples tipologías, des- potenciada
en sus funciones.
En palabras del sociólogo Francisco Palomares:
“A lo largo de la
historia de la humanidad se ha producido
un proceso de des familiarización de la sociedad, de manera que el progreso se
ha construido generando instituciones que realizan con mayor eficiencia
funciones antes atribuidas al parentesco. (...) Sus causas son, esencialmente,
el desarrollo del mercado y del Estado, que privan de funciones a la familia.
Así, la separación entre el trabajo y el hogar provocada por la aparición de la
fábrica, que arrebata a la familia funciones económicas; la pérdida de
importancia del patrimonio familiar como consecuencia de la salarización
general, que refuerza esa debilidad económica de la familia; los procesos de
movilidad social y movilidad geográfica, que rompen los vínculos de la familia
extensa separando a padres de hijos; el ritmo acelerado de cambio social y la
urbanización, que rompen redes comunitarias rurales y dejan obsoleta la cultura
y el saber de los mayores y ancianos, cultura que aparece como inútil en el
nuevo medio urbano. Y, en general, el trasvase de funciones de la familia a
instituciones formales: la socialización pasa a la escuela, los colegios o los
medios de comunicación; la seguridad colectiva a la seguridad social pública;
el cuidado de los enfermos y los ancianos a hospitales o asilos, etc.”[3]
El
derrumbe del Patriarcado
El primer quiebre del
poder omnímodo del Páter Familias
moderno lo asestó la imposibilidad económica de ser el único proveedor del
ingreso familiar. Como propietario de la
parcela el trabajo personal y familiar aseguraba el sustento. Como propietario solo de su
fuerza de trabajo el Páter Familias
estaba a merced de las fuerzas del mercado, de su precio, de su empleabilidad o
no. El capitalismo requería también de la fuerza de trabajo femenina para
ciertas labores no calificadas lo que obligó, a plantearse, por primera vez,
los asuntos de compaginar el cuidado de los hijos con las demandas laborales.
En el derrumbe del patriarcado como institución
dominante los hombres del campo y de los
sectores populares urbanos se ven confrontados en el desempeño de su rol
tradicional de esposo, compañero y padre. El intento de mantener su autoridad
sobre la familia se ve afectado por el incumplimiento de su función de
proveedor económico y por la resistencia del discurso de género que cuestiona
los “privilegios naturales” del sexo.
Según Rubén Kaztman:
“El incumplimiento de las obligaciones
debilita su autoridad dentro de la familia lo que a su vez contribuye a
acelerar su abandono de esas obligaciones… la hipótesis que propongo es que el
comportamiento supuestamente irresponsable del hombre en los estratos bajos con
respecto a su función en el proceso de reproducción social, es, en esencia, una
respuesta a la devaluación estructuralmente condicionada de su imagen propia”.
(Katzman, R. 1992. Pág: 92)
Y nos preguntamos que
tanto incide en la devaluación de la imagen propia del hombre ciertos discursos
y actitudes feministas que denigran, subvaloran y menosprecian sus capacidades
e intentos por participar o mejorar su
desempeño en los roles de padre y
participante de las tareas domesticas.
De
la negación del padre
Las feministas
radicales sostienen que la función e imagen paterna es prescindible; que el
hombre es el causante de todos los males de la mujer y la familia. Nos quieren
relegar a ser meros proveedores de genes… En el derecho a disponer del cuerpo
mediante la inseminación artificial, sin
que medie una relación sexual, la medicina hace posible a una mujer la
gestación de un hijo, hijo al que criará y educará con amor y responsabilidad
pero al cual le negó el derecho a tener un padre; hijo que al crecer tendrá
todo el derecho de preguntarle los por
qué de dicha decisión. Negar al hijo el
derecho a tener un padre no es lo mismo que el abandono o fallecimiento. El
sicoanálisis ha esclarecido la importancia de la figura e imagen del padre en
la internalización de la ley, la norma y
el principio de autoridad en la psiquis así como en la estructura de la personalidad, y sus efectos
cuando se carece de ella, por ejemplo su incidencia en el bajo rendimiento
escolar y la delincuencia. (Fernández, 2008)
Ambas funciones e
imágenes, paterna y materna, las reclaman los hijos. La madre no puede
representar la imagen del padre, como el padre no puede representar, a su vez,
la imagen de la madre ante el niño o la niña.
La madre puede desempeñar la función paterna pero no sustituir
la imagen del padre en los hijos, y viceversa.
El debilitamiento de
las funciones paternas (proveeduría, protección, autoridad) va asociado al
debilitamiento del estatus social y la
imagen paterna (identidad, masculinidad) en el proceso de socialización
primaria de los hijos. Debilitamientos que inciden en el abandono, ausencia y
des-responsabilización de las
actividades del cuidado. Katzman, R (.1992)
La pregunta de fondo
en esta cuestión de la negación del padre es, desde el interés superior de la
niñez, que tanto su ausencia o presencia influye en la crianza y la calidad de
los cuidados.
Nuevas
masculinidades, nuevas paternidades
En los estudios de
género viene surgiendo la propuesta de concebir y proponer nuevas formas de representar
y sentir tanto la masculinidad como la paternidad desde la crítica al machismo
y al modelo patriarcal. Propuestas que surgen tanto del feminismo como del
movimiento social de los hombres que piensan y desean el ejercicio de formas
distintas de relacionarse con el propio género y con los hijos. Posturas que
implican deconstruir la concepción de masculinidad hegemónica y sexista, los privilegios
culturales de género, los ejercicios
autoritarios de poder y violencia contra sí mismo, las
mujeres y los hijos; lo que se denominaba el derecho masculino de
castigo y corrección.
Asistimos a una nueva
generación de padres cuidadores que se involucran en la vida doméstica y en la
crianza de los hijos, que no niegan alimentos, ni el apellido y que reclaman su
derecho a la custodia parental en caso de divorcio y/o separación. Nuevos
hombres que han entendido y aceptado que la proveeduría económica de la familia no implica mantener los privilegios de género y la
violencia sobre la pareja:
“Los
hombres en Colombia si existen: hombres que paternan, sienten, respetan, acarician,
cuidan, escuchan, expresan, aman, lloran y perdonan.”[4]
Paternar es el nuevo
verbo que hace referencia a los hombres como cuidadores de vida, que han
cuestionado el modelo de paternidad patriarcal, que se relacionan sin violencias
con las mujeres, sus hijos e hijas, que logran expresar afectos y sentimientos
en el respeto a la equidad de género. Paternar
implica nuevas actitudes y conductas del
hombre frente a sus tareas de reproducción y crianza. (Geldres. D y otros. 2013).
Los hogares de jefatura
femenina han centrado la atención de las políticas públicas mientras los
hogares de jefatura masculina monoparental no son tenidos en cuenta. Los nuevos
padres abogan que frente a la Ley, la cultura
y la investigación no se los represente como “hombres y padres
problema”, no se les conmine únicamente al reconocimiento de la paternidad, de
un apellido, de sometimiento a pruebas genéticas, de responder por una
manutención y a la fijación de los
acuerdos de visitas y salidas con los hijos. Sin embargo, los actores
del conflicto armado contraponen a los hombres cuidadores de vida las figuras
del guerrero y el jefe de banda, de los
que empuñan armas y se valen de métodos violentos para obtener fines
políticos, económicos y sexuales. Lo que
la sociedad, las familias y la niñez colombiana demanda son más hombres
cuidadores de vida y menos hombres destructores de vida.
La tradicional
familia nuclear de hombre proveedor y mujer cuidadora ya no es el único
referente de las formas de organización familiar. Los hombres y mujeres jóvenes de hoy, que han hecho ruptura con el pasado,
cuando son pareja desempeñan el doble rol de proveedores y cuidadores.
Autoridad, responsabilidades y decisiones son compartidas. Es este un desarrollo
cualitativo muy significativo en la convivencia humana. Sin embargo aún
subsiste, opera y coexiste la cultura y
la conducta patriarcal que impone restricciones a la libertad, a la expresión y
a la disposición del cuerpo de la mujer.
El trabajo por lograr la equidad
de género debe seguir persistiendo.
El
incremento de la jefatura femenina
Con el mayor acceso a
la educación, el incremento de la tasa de participación en la economía, la
conciencia de sus derechos y las afirmaciones feministas de considerar otros
proyectos de vida por fuera de la maternidad, el rol y la cultura del hombre patriarcal
, como compañero de la mujer y padre de los hijos, es cada vez más cuestionado. La violencia sobre
la mujer, el abandono del hogar y el no
asumir los gastos de sostenimiento son
conductas masculinas que afectan el cuidado de los hijos y la estabilidad
familiar. Las mujeres, con toda razón, ya no están dispuestas y obligadas, como
en el pasado, a soportar de por vida un compañero maltratador. Ya pueden acudir
a la protección de la Ley. En el caso colombiano el conflicto armado sega
muchas vidas masculinas dejando en el desamparo a viudas y huérfanos.
Uno de los resultados de tal situación es el
incremento de las familias con jefatura femenina donde la madre debe
asumir sola el sustento y las
responsabilidades de la crianza, fenómeno social conocido y estudiado como
“feminización de la pobreza”. Las mujeres participan más en el mercado laboral
pero siguen percibiendo salarios menores que los hombres. Según datos de
Medellín Como Vamos (junio de 2013) el 46% de los hogares de Medellín son de
jefatura femenina. Se supone que en el 54% de los otros hogares con jefatura
masculina hay una esposa o compañera. En el país se estima que 4.000.000 de
familias son de jefatura femenina. (DANE -2010).
Otro hecho que se
asocia a las familias de jefatura monoparental, femenina o masculina, es un
mayor déficit de capital social frente a
otras formas de familia. La ausencia del
cónyuge o compañero resta relaciones de apoyo y de solidaridad frente a contingencias
y al cuidado de la prole.
Como respuesta a los
fenómenos del aumento de la jefatura femenina y la feminización de la pobreza los Estados latinoamericanos, promovidos por
la CEPAL, ha sido la de establecer
políticas asistencialistas de subsidios condicionados los cuales fomentan
la natalidad adolescente y ¡oh perversión! hacen de los hijos, no de los
padres, el sostén económico de la familias. Los subsidios deben ser un apoyo,
una ayuda temporal a las familias, un medio, no una forma permanente de vida. Y
bajo el amparo de la Ley se presentan los casos de mujeres que a conciencia
tienen hijos de distintos hombres para luego demandarlos por inasistencia alimentaria. (Suremain,
1999)
Nos surge una
pregunta a quienes propugnan por la “desnaturalización a ultranza del cuidado
femenino”: ¿si este es remunerado para la mujer y ella acepta dicho pago en que
queda “la desnaturalización”? Lo que molesta tanto a las feministas
radicales no son en sí las tareas del
cuidado sino su nula retribución económica. ¿Y aceptando su pago con ello no se
afirma más la validez cultural de los
argumentos familiares y maternales del cuidado de las mujeres para con los
infantes? ¿No son pues los subsidios
condicionados una nueva forma de reforzar el rol tradicional del cuidado
femenino sobre el rol del cuidado masculino?
Cuando se habla de naturalización del cuidado en la mujer, esto
significaba, también, el no pago. Si es
natural no es un trabajo. Si se paga, es
trabajo y ya no es por naturaleza que se le asigna sino por opción.
Los hogares de madres
comunitarias y los hogares sustitutos del ICBF son dos ejemplos de programas
públicos que fundamentan la intervención en el trabajo remunerado de las
mujeres. Ambos programas tienen una
larga trayectoria de ejecución y han sido objeto de evaluación. La mujer y no
el hombre es el actor clave de las actividades del cuidado en dichos programas.
Aquí es el Estado quien determina las condiciones de prestación de los
servicios de cuidado a la infancia en términos de lugar, oportunidad, calidad, accesibilidad,
permanencia y retiro.
Reconocemos los esfuerzos
de programas gubernamentales como Medellín Solidaria y Buen Vivir en Familia
que acercan la oferta institucional y dan acompañamiento social y sicológico a
las familias. El problema de fondo es que los programas estatales no erradican
las causas de los problemas sociales sino que
se limitan a mitigar las consecuencias de ellos sobre la población ya
vulnerada.
A continuación
relacionaremos la situación de los hijos y el cuidado de sus progenitores en
tres formas distintas de familias: los hijos de las madres cabeza de familia,
los hijos de las familias trasnacionales
y los hijos de las familias prisionalizadas.
Los
hijos de las madres cabeza de familia
En los estudios de
familia, las familias monoparentales son
aquellas conformadas por un progenitor hombre o mujer y sus hijos. Las familias
de jefatura femenina corresponden a una familia monoparental o no, donde la
mujer asume el rol de principal de proveeduría económica y toma de decisiones. Cada
tipología familiar presenta fortalezas y riesgos en la relación
padres-madres-hijos. Riesgo no significa que todas las familias los tengan que
afrontar, algunas sí, otras no. Riesgos como: la” parentalización” de los hijos, la llamada “socialización del sufrimiento”,
la convivencia con compañeros sucesivos.
Ante la falta de un esposo o compañero permanente existe la probabilidad
que la madre descargue en el hijo o la
hija mayor responsabilidades de cuidado no acordes con la edad o con su rol. El
o ella se convierten en un confidente de la madre, madre que les confiere poder
y autoridad frente a los hermanos menores. La socialización del sufrimiento alude a la
carga de deuda emocional que la madre
cobra simbólicamente a sus hijos por los sacrificios y esfuerzos que hace sola
por la manutención económica y la crianza. El cobro de la deuda se hace de diversas maneras: reclamando atención,
culpabilizando, evitando la autonomía y salida de los hijos del hogar. La mujer se convierte en una madre
“atrapadora y retenedora” de sus hijos
por el temor a quedarse sola. Otra situación posible son los intentos de la
madre por conseguir un compañero sentimental
permanente que esté dispuesto a colaborar en los gastos, los riesgo que aquí se corren son los de nuevos hijos no deseados,
y que el compañero se comporte como un padrastro maltratador de los hijos
varones y violador de las hijas. La fuga
de menores de su familia está, casi siempre,
asociada a este factor de riesgo; pero, en honor a la verdad, la
práctica investigativa evidencia que hay hogares monoparentales femeninos que
han desarrollado unos procesos de crianza, cuidados y socialización muy sanos
para sus hijos e hijas, lo que indica que no es solo la estructura familiar la
que determina sino, también, los
vínculos afectivos parento-filiales. (Puyana, 1999)
Los
hijos de las familias transnacionales
Debido a factores como
la violencia política y la situación económica ha aumentado la migración
internacional de colombianos al exterior. Generalmente es el padre o la madre
quien emigra dejando a los hijos al cuidado del cónyuge o compañero o de los
abuelos. Las remesas se constituyen en el medio económico para el sostenimiento
de la familia que se queda en el país. La comunicación se mantiene por los
medios virtuales y las redes sociales sin necesidad de cohabitar bajo un mismo
techo y sin el requisito de la presencialidad, delegando en otros familiares el
poder y responsabilidad en la crianza y los cuidados de los hijos. La trabajadora social Yolanda Puyana Villamizar,
a cargo de un equipo de investigadores, ha estudiado los efectos que en las
relaciones de pareja y entre padres e hijos se generan en las familias transnacionales. Cuatro son las situaciones principales:
- Hijos que interpretan la migración del progenitor como un abandono y maltrato por no haber sido tenidos en cuenta.
- Hijos que habiendo sido abandonados en el pasado interpretan la migración como el abandono total
- Hijos que habiendo tenido conflictos con el progenitor migrante antes del viaje, la relación se mejora.
- Hijos que comprenden y aceptan la migración como una situación temporal que no afecta la relación.
Dependiendo de los
vínculos afectivos y las fortalezas construidas antes de la partida la
migración genera efectos negativos o positivos.
Al respecto del
impacto de las remesas en la economía y
en la estructura y dinámica de las
familias latinoamericanas escribe Bernardo Kliksberg::
“Envían
a sus familias en sus países de origen parte significativa de sus escasos
ahorros. Envían ocho o nueve veces al
año pequeñas sumas. Las remesas
tienen a si mismo un papel multiplicador
fenomenal. Esos 32 mil millones de
dólares de 2002 fueron gastados íntegramente por familias pobres en el mercado
del consumo, expandiendo la economía, y se calcula que produjeron 100 mil
millones de dólares”.
“Detrás
de eso hay un valor cultural, que se llama solidaridad familiar – el peso que
tienen las estructuras familiares en muchas sociedades latinoamericanas-, por
el que sienten que tienen que tratar de ayudar al padre y a la madre, a los
hermanos, a los hijos, a los familiares cercanos. Veáse entonces cómo los valores culturales
pueden incidir. Las lealtades familiares
están produciendo desde hace 10 años el mayor ingreso de capitales en la región”.
(Klisberg ,2007).
Los
hijos de las familias prisionalizadas
En Colombia la
situación de la población carcelaria es violatoria de los Derechos
Humanos. 108.000 reclusos (según datos
del INPEC de abril del 2013), que aumentan año tras año) viven en condiciones
de indignidad y hacinamiento. Los hijos de los presos, tanto de hombres como de
mujeres, son vulnerados a situaciones de
precariedad económica y al abandono, carentes de apoyo sicosocial por
parte del Estado y la sociedad. Es una población “invisibilizada” de la cual no
se habla. El núcleo familiar del recluso debe enfrentar solo las contingencias
del estigma y la sobrevivencia. (López y otros, 2003)
La
corresponsabilidad y su relación con el cuidado
Dos realidades han
hecho del cuidado de la infancia una política pública de los Estados: la
presión de las organizaciones internacionales sobre la atención a la infancia
en el marco de los derechos y la alta tasa de participación femenina en la
economía. La mujer trabajadora requiere de los servicios del Estado para el
cuidado de sus hijos mientras labora en
centros de atención, sin costo, cerca de la casa. El Gobierno, y los entes
territoriales, bajo la estrategia política de Cero a Siempre destina un
cuantioso presupuesto para ello,
(alrededor de seis billones de pesos en el cuatrienio 2012 – 2015) mediante el ICBF y los entes territoriales. En
Colombia la Constitución Política ordena el ejercicio de la corresponsabilidad del Estado, la sociedad y la familia en el
cuidado de la infancia. El problema radica
en que la ley no determina los límites y el alcance de cada uno de los agentes.
¿Quién se encarga de qué? ¿Quién y cómo se responsabiliza de garantizar uno o
varios derechos?
Retomemos para la
discusión los alcances y límites de cada uno de los actores:
“Responsabilidad: “Capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y
aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”. (Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición)
Corresponsabilidad: “Concurrencia de actores y
acciones conducentes a garantizar el ejercicio de los derechos de los niños,
niñas y adolescentes” (Ley 1098 del
2006)
En
el marco de la garantía de los derechos de la primera infancia responsabilidad
y corresponsabilidad son conceptos afines pero distintos siendo necesario
precisar cuáles y en qué contexto se
espera el cumplimiento de las responsabilidades directas, y dónde y cómo se
debe dar la concurrencia de actores y acciones.
Responsabilidades
directas del Estado, la sociedad y las familias
ante los derechos de la infancia. Configuración del triángulo virtuoso:
El Estado es
responsable de reconocer, promover, prevenir,
respetar, garantizar y restablecer los derechos humanos de los niños y niñas:
“… de protegerlos ante toda forma de abandono, violencia física o moral,
secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y trabajos
forzados…de la seguridad social, de la nacionalidad; de fijar leyes y de
formular políticas, planes, proyectos, programas, así como de asignar presupuestos
públicos en la materia”. El Estado es responsable de garantizar el ejercicio de
los derechos de los niños, las niñas y los adolescentes de acuerdo a lo
estipulado en la Constitución Política, los tratados y convenios
internacionales de Derechos Humanos y la
Ley 1098 de 2006, de infancia y adolescencia.
La sociedad es
responsable de fundar, operar y cofinanciar
organizaciones de atención, albergue y tratamiento para infantes en situación
de riesgo y vulnerabilidad; de apoyar,
acompañar y asesorar a las familias, no
de sustituirlas en la responsabilidad de sus funciones directas con los hijos;
también es responsable en apoyar campañas de sensibilización y promoción del
buen trato; en cuanto a personas, grupos y comunidades ser garantes de los
derechos de los niños y niñas: “…de exigir de la autoridad competente su
cumplimiento y la sanción de los infractores”. Con relación a las empresas:
generar empleos dignos y conciliar los tiempos laborales y familiares para la
atención y crianza de los hijos. En
cuanto a los medios de comunicación y la cultura, promover campañas de sensibilización de los derechos de la
infancia, el buen trato y el
fortalecimiento de la vida familiar.
Compete
al Estado y la sociedad la responsabilidad de crear y mantener instituciones
políticas y sociales que generen desarrollo, bienestar, equidad e inclusión
tanto para las personas como para las familias y las comunidades.
Las familias,
cualquiera sea su configuración, son responsables directas de la procreación, la gestación,
lactancia, salud, “la integridad física,
alimentación equilibrada, su nombre, el
cuidado y amor, la recreación, la libre expresión de su opinión” educación
inicial, las relaciones de parentesco, custodia legal, vestido, vivienda, confianza básica,
seguridad emocional, autonomía, identidad y establecimiento de vínculos
afectivos estables. Las familias tienen como funciones indelegables la
protección sico-afectiva de sus miembros, la socialización primaria desempeño de las funciones educadora, y
sexual.
Los
derechos de la infancia exigen dar a cada niño y niña un nombre y una
nacionalidad. El Estado está obligado a
proveer, en forma gratuita, el registro civil de los recién nacidos en todo el
territorio. En Colombia aún hay poblados
que carecen de presencia estatal y no está al alcance de muchas familias
acceder al registro civil. He aquí una
falla del Estado pues es él, y no las familias quien debe asumir la
responsabilidad. El Estado es negligente
e irresponsable cuando no toma medidas de protección oportunas de tutela ante
derechos vulnerados frente al abandono,
la adopción, el abuso el maltrato y la
explotación económica. Las familias en
cuanto integrante de una comunidad también deben interesarse por el cuidado y
bienestar de los niños y niñas de su entorno y responder, en forma colectiva,
cuando se vulneran sus derechos”.[5]
Si es un derecho
constitucional el de conformar libremente una familia y decidir el número de
hijos, y
sostenerlos y educarlos mientras sean menores o impedidos, (Artículo
42 de la Constitución Política de Colombia) y si a nadie se le obliga o constriñe a procrear, ¿debe el Estado, y en forma subsidiara la
sociedad, demandar de los progenitores su cumplimiento y responsabilidad en la crianza, sostenimiento y educación de los
hijos? Nuestra respuesta es SI. Ya vimos que el Estado está obligado por la
Constitución, la Ley y los acuerdos internacionales a prestar atención y ser
garante de los derechos de la infancia pero es menester dotarlo de más normas e
instrumentos legales para exigir de los progenitores el cuidado responsable de
sus hijos. Todos los agentes involucrados deben hacer su tarea. La Ley 1361 de
2009, de Protección Integral a la Familia, le asigna al Estado y la sociedad 19
derechos y 11 deberes para con la familia, pero a la familia no le demanda
ningún deber para con el Estado y la sociedad. ¿Dónde queda aquí el principio
de corresponsabilidad? ¿A las familias quien las ronda? ¿Por qué no se demandan
más contraprestaciones a las familias
por las acciones positivas que el Estado y la sociedad realizan como apoyo,
acompañamiento y fortalecimiento? ¿Acaso es suficiente acreditar la
escolarización y el esquema de vacunación de los hijos como contraprestación
para recibir el subsidio del programa
estatal de Familias en Acción?
Y mientras se deciden
los acuerdos para configurar el triángulo virtuoso, desde la ley, la moral y la cultura, cada uno de los agentes trata de pasarle la
pelota al otro y nadie cumple a cabalidad la tarea que le corresponde. La
irresponsabilidad es la incapacidad o la falta de voluntad de asumir las
consecuencias de los propios actos y decisiones. El punto álgido de la
discusión es como establecer el equilibrio de corresponsabilidades entre los
tres agentes. ¿Por qué el Estado debe invertir en programas de nutrición
infantil y restaurantes escolares? Por
la sencilla razón de que los ingresos de las familias de estratos bajos son
insuficientes para cubrir los costos de la canasta familiar. ¿Por qué el Estado debe hacer uso de la
llamada “Ley Zanahoría” e imponer el toque de queda nocturno a menores de edad
en protección de ellos mismos y la
sociedad? ¿Sera, acaso, porque padres y madres no ejercen la
suficiente autoridad ni ponen límites a
los horarios de entrada de los hijos a la casa?
Lo que evidenciamos,
hoy en Colombia, es la tendencia en los estratos bajos de la población a la
“des-responsabilización” del cuidado parental sobre sus hijos transfiriéndole esta
responsabilidad primaria al Estado y a
la sociedad. En los estratos altos la “des-responsabilización” se encubre con
el pago a empleadas del servicio doméstico y la compra de bienes de consumo
suntuario a los hijos para suplir la ausencia y el poco tiempo de dedicación.
Con los programas de
subsidio y de apoyo material a las familias siempre se corre el riesgo de que
estas se des-responsabilicen y vayan endosando a los otros agentes
corresponsables el cumplimiento de sus responsabilidades directas. El lastre
del asistencialismo pesa mucho. El
riesgo debe ser calculado para tomar los correctivos que sean del caso.
14
Acciones de corresponsabilidad a
emprender por la felicidad y garantía de derechos de la infancia
- Los agentes corresponsables estamos en mora de acordar, en forma taxativa, competencias directas e intersectoriales que aseguren el cumplimiento del principio de la corresponsabilidad.
- Qué las empresas estimulen la conciliación de los tiempos personales, laborales y familiares para que los padres y madres puedan disponer de más tiempo en familia para la crianza y cuidado de los hijos. La conciliación es una de las acciones que más promueve la familiarización de los cuidados.
- Qué Las ONG de infancia y las ONG de familia se acerquen en sus concepciones, enfoques y metodologías de actuación, tienen que estrechar más sus vínculos interinstitucionales para facilitar el trabajo en alianza que fortalezca tanto a los niños y niñas como a sus padres y madres.
- Promover la familiarización del cuidado de la infancia como un asunto primordial de hombres y mujeres y no como una disputa entre géneros.
- Extender en los medios de comunicación y en la sociedad la convicción que tan importante como la maternidad es la paternidad. Convocar a los hombres para que hablen, reflexionen y actúen frente a su masculinidad y paternidad. Reconocer en los padres hombres los efectos positivos que su afecto y vinculación emocional tienen en el desarrollo de la personalidad de sus hijos.
- Deconstruir la creencia y la práctica cultural que asigna roles “naturales”, según el género, en la crianza de los hijos y los oficios domésticos. Ambos, Hombres y mujeres, están en capacidad de asumirlos con igual competencia, méritos y logros..
- Insistir, persistir y nunca desistir en realizar campañas y programas que tengan por objeto la participación del hombre en las tareas de crianza de los hijos y de la vida doméstica familiar.
- Promover y hacer efectivo el derecho de participación de niños y niñas en la familia, los jardines infantiles y la comunidad.
- Cuestionar y replantear la visión y concepción “adulto céntrica” que se tiene sobre la infancia.
- Avanzar en la propuesta de democratizar las relaciones familiares desde el enfoque de la equidad de género y generaciones, reconociendo la diversidad familiar.
- Persistir en la erradicación del analfabetismo adulto y en su vinculación al sistema educativo y laboral. La calidad del cuidado infantil y la pobreza de las familias están asociadas al nivel educativo de padres y madres. A mayor nivel educativo, menores son las situaciones de exclusión social y mayores son las posibilidades de generación de ingresos familiares...
- Apoyar y asistir más, en lo económico y lo sicosocial, a las familias que tienen a su cargo la responsabilidad de cuidar niños, adultos y ancianos con problemas de discapacidad física y cognitiva, por cuanto se encuentran en situación de mayor vulnerabilidad.
- Proponer la eliminación del modelo de escuela de padres, que parte de la premisa que padres y madres saben poco y se equivocan en la crianza de los hijos, e implementar el modelo de las escuelas de familia donde se convoca a todos los miembros, padres, madres, hijos y parientes al dialogo, la reflexión participativa y al encuentro generacional.
- Como sociedad civil debemos seguir demando del Estado y sus entes territoriales la aplicación de los derechos colectivos consignados en la Ley 1361 de Protección Integral a la familia así como la formulación de las políticas públicas departamentales y municipales para las familias.
Concebir
a las familias como sujeto político y no como beneficiarias del Estado y la
sociedad
Seguimos mirando e
interviniendo a las familias desde una postura asistencialista: como víctima,
como damnificada, como vulnerable,
como receptora. Y las familias han aprendido a sacar provecho de la
situación. Las políticas y programas
estatales y de la sociedad civil asistencialistas son el factor perverso de la
des-familiarización de la crianza y el cuidado de la infancia; minan la
dignidad, anulan toda iniciativa de transformación y emprendimiento de las familias.
Desde la perspectiva
de las familias como sujeto de derechos colectivos es posible cambiar la
concepción de dejar de ver en ellas un
sujeto pasivo y, más bien, apoyarla en el proceso de cambio a un sujeto
político donde como actor social no necesite de otros sujetos y actores que la
representen o hablen por ella, por cuanto ella misma está en capacidad de
hacerlo. En cuanto sujeto político las familias dejarían de ser beneficiarias y
asumirían con responsabilidad las consecuencias de sus actos sin esperar que el
Estado y la sociedad las compadezca y las disculpen por sus omisiones y faltas.
Los agentes corresponsables deben empezar a cambiar la concepción sobre las
familias por cuanto no en todas las situaciones son víctimas o damnificadas. (Galvis.2011)
Si bien disponemos de
una Ley de Protección Integral a la Familia aún no tenemos una Política Pública
Oficial pará Las Familias a nivel del
Estado central, ni que decir de los departamentos y municipios; tampoco existe
un documento CONPES que asigne recursos y responsabilidades a los entes gubernamentales y menos existe un
plan de acción. (Agosto de 2013). La política pública tendrá que señalar si lo
que se quiere es que el Estado y la sociedad asuman y paguen más por el cuidado
de los hijos “des-familiarizando” las funciones familiares o si lo que conviene
es apoyar y acompañar más a los padres y madres de familia en su cuidado
parental sin “des-responsabilizarlos.
Comentarios
finales
Sobre la infancia
siempre ha prevalecido la visión y el punto de vista de los adultos y los
expertos. Pocas veces se escucha con
atención y respeto las voces de los niños y niñas, y menos, aun, se les
posibilita ejercer su derecho a participar en los asuntos que les interesan y conciernen. En un estudio reciente, efectuado en
Colombia, los niños y niñas manifestaron como su mayor problema LA SOLEDAD, el estar
y sentirse solos. Anhelan mayor
presencia y permanencia de sus padres y madres, quieren su acompañamiento, su
amor, la oportunidad de jugar compartir
en familia, de conversar con ellos. De caminar cogidos de la mano de sus
padres.
“La soledad afecta
a la población de niños, niñas y adolescentes de la ciudad. (Bogotá.) Durante
el 2007, a través de la línea 106 se realizaron 8.889 intervenciones, de las
cuales 297 correspondieron a consultas motivadas por la soledad de los niños,
niñas y adolescentes; el número de casos se ha venido incrementando año a año;
así por ejemplo, para el 2009 se presentaron 503 consultas por este motivo y
para el 2010, 1.129 (un incremento del 280% en el número de casos registrados).
Esta situación se presenta independientemente de la clase social a la que se
pertenezca y es la resultante del proceso de flexibilización del mercado
laboral que impone nuevas formas de contratación, horarios más extensos y más
dedicación por menos ingresos. La soledad se relaciona también con la manera
como los padres y madres establecen prioridades y reducen al mínimo el tiempo
que dedican a sus hijos e hijas.
La soledad puede
generar de privaciones psicoafectivas con consecuencias impredecibles y no se
descarta su relación con la ocurrencia de suicidios y accidentes en el hogar en
la población de infancia; los niños, niñas y adolescentes que están solos
experimentan estados de depresión difíciles de diagnosticar. Con frecuencia, tiene
relación con enfermedades psicosomáticas que son subvaloradas por los padres,
madres y adultos en general, al punto que solo cuando implican lesiones o
expresiones severas son tenidas en cuenta. En el largo plazo tampoco es fácil
predecir las implicaciones de la soledad, pero con seguridad la confianza y las
posibilidades de relacionarse con otros se ven limitadas, profundizando las
opciones individualistas”. (Alcaldía Mayor de Bogotá. 2012. Pág.:
46)
No hay lugar a seguir
aceptando el discurso justificativo y desculpabilizador de los adultos que importa
más la calidad que la cantidad de tiempo dedicado a los hijos. El sentimiento y
la percepción de soledad generan un impacto devastador en el desarrollo de la
personalidad de los infantes, sentimiento que los acompañaran el resto de sus
vidas. Los jardines y los centros de
desarrollo infantil mitigan, en parte, estos sentimientos, pero no sustituyen
el amor y cuidados no correspondidos de los progenitores. Las madres comunitarias y los profesionales
de los equipos sicosociales no pueden, no están en capacidad de reemplazar a
los padres y madres. Son personas
transitorias que cuidan, y dan lo mejor de sí, por una remuneración económica.
Los infantes internalizan los valores y las normas mediante el ejemplo y un proceso
de identificación con sus padres y madres.
Para ello se requiere, repetimos, la presencia y permanencia de ellos
así como el establecimiento de una relación afectiva estable. Si se carece de
ello, se instala la SOLEDAD, el desarraigo, el desamparo, y la incomunicación. ¿Me pregunto qué tanto de
esta situación ha influido en los jóvenes que conforman las 130 bandas y combos
que imponen sus leyes de miedo a los habitantes y familias de las comunas
populares de Medellín?
El aumento de las
familias con jefatura femenina es una realidad social que no podemos desconocer
ni estigmatizar, pero no es lo deseable en términos del desarrollo de la
personalidad de los infantes. En el
ideal del niño siempre está el imaginario de contar con la presencia de ambos
progenitores. Es esta ausencia la que
configura, insistimos, el sentimiento de
SOLEDAD Y ORFANDAD COLECTIVA de la niñez colombiana. Ausencia que toma cuerpo
en el abandono, la indiferencia, el maltrato, los abusos. Infantes que les toca
crecer sin la figura paterna y al lado de una madre o una abuela sobrecargadas
de obligaciones. Todos los días vemos en la televisión el mensaje institucional
del ICBF de niños y niñas, muchos de
ellos sin apellidos, que buscan a sus padres. No nos dicen cuántos los reencuentran, cuantos no, cuantos reciben el
beneficio de la adopción y cuantos no les queda más camino que la azarosa vida de la calle o la fría vida
institucional.
La respuesta del Estado no puede seguir siendo,
únicamente, la contratación de más cupos en entidades de protección o en
hogares sustitutos. Ni la respuesta de
la sociedad debería ser la de crear más ONG. La niñez está dejando de ser el sujeto de la intervención a convertirse
en el objeto de la sostenibilidad financiera de las entidades sin ánimo de
lucro, bajo el auspicio cómplice del
Estado. Nos gustaría observar que se pone más interés en denunciar
situaciones de vulneración de derechos y
propiciar acciones de
cumplimiento que en atender asuntos de contratación, costos y tarifas con el
Estado. Quienes observamos la implementación de la
Estrategia de Cero a Siempre en las ONG de infancia nos preguntamos si el
cúmulo de lineamientos técnicos formulados por expertos para ser concretados
por los equipos sicosociales, (quienes por cierto trabajan en condiciones de
permanente estrés), no los está llevando a ocuparse más en el diligenciamiento
de formatos, el cumplimiento de listas
de chequeos para las visitas de interventoría, que en la verdadera atención
directa y personalizada con los niños y sus familias.
Llamamos
la atención del Estado y las ONG de infancia a que tengan en cuenta el apoyo
sicosocial a los equipos interdisciplinarios que por atender a los infantes y
sus progenitores en condiciones de desvalimiento, conflicto y tensión afectan
su salud mental y su vida familiar. Se
hace necesario y urgente establecer programas de “apoyo al apoyo”.
La
posición de la Fundación Bien Humano sobre
la familiarización y des-familiarización
de la crianza y los cuidados de la
infancia
En la Fundación Bien
Humano reiteramos nuestra convicción de que son los padres y madres biológicos,
o quienes hagan sus veces, las personas más importantes y decisivas en la
formación de los infantes. Ellos y ellas, y no otras personas, crean y
mantienen los vínculos emocionales y afectivos con sus hijos e hijas. Su
presencia y permanencia determinan la socialización primaria, la identidad, la
confianza básica, la autoestima, y la estabilidad emocional y afectiva de ellos. Su ausencia
o su presencia conflictiva generan trastornos y problemas que más tarde
se reflejarán en las relaciones y vínculos de los infantes con la sociedad. Afirmamos
la prelación de un cuidado con afecto y amor sobre un cuidado retribuido en dinero. En este
sentido estamos, en un todo y por todo, de acuerdo con la Convención de los
Derechos del Niño, promulgados por las Naciones Unidas en 1959. La Convención reconoce expresamente que:
“la
función principal en la crianza de los niños y niñas recae en los progenitores
y que ellos, para el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad, deben
crecer en un entorno familiar y en un ambiente de felicidad y comprensión.”
En tal dirección la ONU declaró, mediante resolución del 17 de
septiembre de 2012 el 1 de junio Día Mundial de las Madres y de los Padres. (http:/un.org/es/events/parentsday/background.shtml).
La familia es “agente
que cuida y de cuidado”. La familia,
independiente de su conformación y organización, es el único grupo humano que
permanece y nos acompaña en todas las etapas del ciclo vital, todos los otros
grupos y organizaciones son temporales.
La familia y el parentesco crean vínculos emocionales, afectivos,
legales y solidarios que no pueden ser asumidos ni sustituidos
por el Estado, la sociedad o el mercado. Los vínculos parento-filiales y
filiales son de por vida. Se puede ser
ex pareja, ex conyugue pero nunca ex
padre, ex hijo o ex hermano. Reiteramos
el derecho constitucional de los niños y niñas a tener una familia y a no ser separados de
ella. (Galvis, 2011).
Validamos la
propuesta formulada en la Política Pública para la Familia de Medellín cuando
afirma que uno de los puntos de partida para implementarla es:
“…
reconocer y actuar bajo la concepción de la FAMILIA COMO AGENCIA DE FORMACIÓN
DE SER HUMANO toda vez que desde este ámbito se genera el proceso de
socialización (quien soy yo) y de sociabilidad (quienes son los otros y otras,
como me relaciono con las demás personas y
se relacionan conmigo). Es en el escenario familiar donde pueden
hacerse efectivos o no los principios y significados de la dignidad, los
derechos y la Seguridad Humana. (Alcaldía de Medellín. 2012. Pág.: 46)
En el estudio sobre Valores, Representaciones y Capital Social en
Antioquia, 2013 al indagar sobre la importancia
de la familia se concluye que:
“Independientemente
de cualquier consideración teórica o normativa, la familia es la institución en
la que más confían los habitantes de Antioquia. Los datos apenas difieren en
pocos puntos porcentuales entre la metodología de encuestas y la metodología
experimental. La familia goza de más confianza que cualquier grupo informal o
formal de la sociedad civil y mucha más confianza que cualquier entidad
estatal, por lo cual puede afirmarse –sin lugar a dudas– que es parte
fundamental de la estructura básica de la sociedad antioqueña… La familia
también es –en Antioquia– el principal medio de socialización de las personas.
Cada habitante del departamento se relaciona en promedio con 6.4 familiares,
diferentes a los que viven con él en el mismo hogar, una cifra que excede en
dos enteros al grupo que le sigue en importancia que son los vecinos.
(Pág.: 52, 54)
Escribe el doctor
Jorge Yarce en el Memorando sobre la
Familia:
“La
familia, como lo recuerda la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “es
el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la
protección de la sociedad y el Estado”
(Art. 16, n.2), compromiso que involucra a los gobiernos y a la entera
comunidad humana, al margen de las diferencias ideológicas, culturales,
políticas o religiosas porque a través de la familia está en juego la
supervivencia de la sociedad y porque la familia será siempre una poderosa y
necesaria fuente de energías para ella”.
(pág. 1)
Si las familias en
Colombia fuesen y actuaran como sujetos políticos demandarían, de verdad, el
derecho a la protección de la sociedad y el Estado, y no la beneficencia y los
subsidios asistencialistas que ambos le ofrecen.
El afecto entendido como la aceptación emocional y
sentimental del niño por parte de los padres, madres y la familia, unido a la
posibilidad de contar con adecuadas figuras de identificación para el proceso
socializador, constituyen el mayor compromiso y responsabilidad que le compete
a la familia en relación con la infancia.
El
establecimiento de un fuerte vínculo afectivo entre padres e hijos se convierte
en un factor de protección no solo para prevenir la soledad, el maltrato,
abandono físico y emocional hacia la niñez sino, además, para
contrarrestar el riesgo del fenómeno de la des-responsabilización de los
progenitores con la crianza y los cuidados. El establecimiento de vínculos
afectivos pertenece a la esfera de la vida íntima de las familias; ante su
ausencia o disfuncionalidad poco pueden hacer el Estado y la sociedad. Es una función que compete exclusivamente a
las familias.
Cuando insistimos en
la presencia y permanencia de los progenitores no estamos aludiendo,
necesariamente, a la convivencia física
bajo un mismo techo de la pareja y los hijos como condición perse de la
existencia de una familia. Lo importante son los vínculos, las relaciones, la
solidaridad, las formas de comunicación
y expresión afectiva que se establezcan entre padres, madres e hijos. El padre
o la madre pueden convivir o no pero si
hacerle sentir a los hijos que para el o ella son importantes y significativos en sus vidas. (Puyana, 2009)
Aceptamos que cuando
no es posible la convivencia y el entendimiento de la pareja conyugal es
preferible, por la salud mental y emocional de los hijos, la separación o el
divorcio, pero no siempre esta circunstancia se efectúa con madurez y en un
clima de entendimiento, y la custodia y manutención los hijos se convierten en objeto de disputa
que termina afectando la relación entre padres e hijos.
Reconocemos que no
siempre la familia acoge y protege a los niños y las niñas, que en ella se
generan, situaciones de violencia,
maltrato, abuso sexual, explotación
económica o sexual que hacen necesaria la intervención protectora del Estado y
la sociedad para restituir los derechos vulnerados de sus integrantes. Situaciones
que pueden determinar la expulsión de
los infantes a la vida callejera o al reclutamiento armado .La vida privada de
la familia ya no es excusa para ocultar hechos de violencia interna que
lesionan a sus integrantes. Ya no es
admisible, por fortuna, aquella expresión de que la “ropa sucia se lava en
casa”.[6]
Las políticas y programas de
des-familiarizacion son, desde el
Estado, una respuesta al derecho constitucional de atender las
poblaciones vulnerables y vulneradas. Uno de los problemas es el de lograr una cobertura total al tiempo que
se contextualizan las acciones de acuerdo con las características culturales y
sociales de los grupos poblacionales en los territorios. Ideal pocas veces logrado. En nuestro caso
los derechos universales de la infancia y la realidad de la mujer trabajadora
hacen imperativo los jardines y centros infantiles cerca del lugar de
residencia. Recordamos la cifra de más
de 9000.000 niños y niñas del SISBEN que no están siendo atendidos por el
Estado y la sociedad.
Persistimos en
nuestra afirmación de considerar necesarios los jardines y centros de desarrollo infantil como
espacios complementarios de socialización, protección y nutrición, que no
sustituyen la vida familiar y la responsabilidad directa de los progenitores en
las tareas de crianza, formación y educación. Cuando el jardín o el centro
disponen de buena infraestructura física, materiales y dotación adecuada, un
equipo sicosocial idóneo y un modelo
pedagógico coherente los resultados serán positivos en el desarrollo de los
infantes. Sin embargo, los cuidadores son personas que están de paso en la vida
de los infantes, están con ellos porque desempeñan un oficio o profesión por la
cual se les remunera. Su función es la tratar con amabilidad y competencia, no la de establecer vínculos afectivos y emocionales con ellos de
carácter permanente. Los infantes deben sentirse amados por sus familias y
cuidados por sus cuidadores o agentes educativos.
La
nueva familiarización que proponemos no es el mantenimiento
de la “naturalización” de la crianza y el cuidado de la infancia solo en las mujeres sino una familiarización que tenga en cuenta la equidad
de género y el reconocimiento, respeto
de los derechos de cada uno de sus miembros y la conciliación de los tiempos
personales, laborales y familiares.
La
nueva familiarización es también un seguro, una red de
solidaridad a quien acudir en el proceso de envejecimiento y vejez. En países como el nuestro con débiles
sistemas públicos de seguridad social y
baja cobertura pensional, las familias se constituyen en el apoyo emocional,
afectivo y económico de las personas mayores que requieren de cuidados. Sin familias, sin redes parentales y sin
seguridad social, privada o estatal, la etapa de la vejez se convierte en una
dura realidad y la muerte en un acto de extrema soledad.
Es preciso que los
agentes corresponsables ofrezcan y mantengan con las familias acciones tanto de
des-familiarización como de familiarización.
El punto crucial es que dichas acciones no sean excluyentes sino
complementarias. Los agentes corresponsables debemos emprender con las familias más
programas en asuntos como pautas y
prácticas culturales de crianza, lúdica, puericultura, nutrición, asesoría
legal, hábitos de vida saludables, convivencia pacífica, el sentido de la ética
y la moral.
Nos preocupa, en la
Fundación Bienestar Humano, la tendencia mercantilista de ofertar servicios que solo ven en la infancia una fuente de
ingresos privados y de lucro a expensas
de los derechos y la formación humana de la infancia.
Seguimos sin entender
las razones del por qué los programas de promoción y prevención familiar estatales
son de tan bajo presupuesto y no son de
carácter permanente como los de la atención
institucional a la infancia. Programas, además, que deben concebirse y
realizarse con metodologías vivenciales, del “aprender haciendo”, dejando de lado el modelo tradicional de
Escuela de Padres donde se partía de la premisa de unos expertos que transmitían
saberes y consejos a unos
progenitores que eran percibidos con
poco conocimiento en la crianza y los cuidados de la infancia..
Sin el afecto, la
participación y compromiso de las
familias no es posible para los niños y niñas alcanzar las cinco metas de
desarrollo del desarrollo humano integral, de la crianza humanizada, que nos propone el Grupo de Puericultura de la
Universidad de Antioquia, a saber: autonomía,
creatividad, felicidad, solidaridad y salud.
Nuestra misión, como organización no gubernamental,
es la de apoyar, asesorar y acompañar a
las familias en el cumplimiento de su responsabilidad parental, sea cual sea su
conformación, en la crianza, formación y educación de los hijos, no sustituirlas
o remplazarlas.
La gran tarea que tenemos como sociedad y
Estado es repotenciar en las familias el desempeño de las funciones
de protección, afectiva y de socialización, así como reducir toda forma de
abuso, maltrato y violencia; es una
nueva “familiarización” de la crianza y los cuidados de la infancia revalorando el papel
de las mujeres e incorporando la participación de los hombres. En otras palabras: Deconstruir
las imágenes, los discursos y las prácticas de los roles tradicionales de
hombres (roles instrumentales) y mujeres (roles expresivos) para construir
nuevas relaciones y ejercicios frente a
la paternidad, la maternidad y la vida doméstica. (Galvis, L. 2011))
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¿Quiénes
responden por la atención y la educación de la primera infancia en Colombia? Luis Julián
Salas Rodas. www.familiayotros.blogspot.com
[1]
Ver Ley 1413 de 2010 sobre la
Economía del Cuidado, por medio de la cual se regula el trabajo no remunerado;
pretende medir el valor del trabajo del hogar en las cuentas nacionales y generar cambios en las políticas públicas
dirigidas a la participación laboral de las mujeres
[2] Del patriarcado aún subsiste la figura de la patria potestad sobre los hijos menores de edad. El cuestiona
miento es como concuerda esta figura con el
reconocimiento de la titularidad de los derechos de niños, niñas y adolescentes,
desde la aprobación de la Convención sobre los Derechos de los Niños (1959 –
1989).
[5]
¿Quiénes responden por la atención
y la educación de la primera infancia en Colombia? Luis Julián Salas Rodas,
www.familiayotros.blogspot.com
[6]
Según datos de Medicina Legal
el 84% de los casos de violencia contra niños y adolescentes ocurre dentro del
hogar y solo en 2011 fueron atendidos 24.315 menores de edad, mientras un
informe de la Defensoría del Pueblo y Unicef revela que el 86% de los niños
reclutados sufrieron antes algún tipo de abuso sexual o maltrato. Periódico el Mundo, 27 de agosto de 2013, pág
7. Otras cifras oficiales, de la Policía
Nacional, sobre la situación de la infancia y la adolescencia en el país dicen “…
que entre enero y septiembre del 2013 23.153 menores han sido aprendidos por
cometer algún delito. Son en promedio,
85 casos diarios, la mayoría de ellos por tráfico de estupefacientes (8.354) (…)
La Policía indica que 3.938 jóvenes fueron conducidos a centros de
reclusión para menores, tras participar en riñas y causar algún tipo de lesión
personal. Este año 1.703 adolescentes
fueron detenidos al portar armas de fuego” (Periódico ADN, miércoles 23 de
octubre de 2013, pág. 6. ¿Qué
responsabilidades directas competen a los
padres, madres y a las familias ante estas cifras”. ¡Cuales son las omisiones o la falta de
cumplimiento de las acciones de corresponsabilidad entre el Estado, la sociedad
y las familias”.
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