Alba Lucía Serna Ángel: mi admirada profesora… mi
entrañable amiga
Por:
Luis Julián Salas Rodas
Como
y cuando conocí a Alba Lucía como profesora:
En
el pensum de la carrera contaba en el área de Teoría Sociológica con VIII
semestres, a saber: Comte, Durkheim, Max Weber, Parsons, Estratificación
Social, Sociología Urbana, Sociología Política y Sociología del Desarrollo. Mi
primer contacto con la profesora Alba Lucía fue en el transcurso del IV
semestre de carrera, segundo semestre de 1977, donde la Teoría Sociológica a
estudiar era el Estructural Funcionalismo del sociólogo norteamericano Talcott
Parsons (1902 – 1979). Alba Lucia ya era profesora, de tiempo completo, del
Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia donde dictaba esa
misma materia. Alba Lucía, egresada de licenciatura de Sociología de la UPB, ya
había realizado, becada, estudios de postgrado en la Universidad del Estado de
New York, Estados Unidos, y en el Instituto de Estudios Sociales Urbanos en la
Haya, Holanda. Nadie más idónea y preparada que Alba Lucía para dictar a
Parsons. Recuerdo que el primer día de clases, Alba Lucía, al exponer el
programa, las actividades y la forma de evaluación nos exhorto a leer, estudiar
y comprender al autor directamente desde sus textos, en especial El Sistema
Social. Nos explicó el surgimiento del funcionalismo, el contexto histórico y
social y su influencia en el desarrollo intelectual de Parsons, el marco de
referencia de la acción y la interacción social, los componentes estructurales
del sistema social, los sistemas y subsistemas sociales, el proceso de
socialización, el problema del método y la conducta desviada y los mecanismos
de control social, entre otros temas. Del Sistema Social nos puso a leer,
exponer y resumir los primeros tres capítulos de doce, libro editado por la
Biblioteca de la Revista de Occidente, que aún conservo. Confieso que fue una
tarea muy ardua, muy difícil comprender los conceptos, categorías y análisis de
dicho autor. Alba Lucía, con paciencia y dedicación, me oriento a realizar
cuadros sinópticos de los capítulos. Aún no se hablaba ni se conocía de la
elaboración de mapas mentales o de infografías. De esa forma, poco a poco, fui
asimilando la jerga complicada del maestro Parsons. Era notorio y evidente la
dedicación con que Alba Lucía preparaba sus clases; su hablar pausado, la
manera magistral como hacia fácil de entender, con ejemplos, el encriptado y complejo
lenguaje escrito de Parsons. Alba Lucía denotaba talento y vocación por la
docencia y la investigación. En sus escritos era muy rigurosa y precisa en el
muso del lenguaje y los conceptos. Siempre fue generosa en compartir sus
conocimientos sociológicos. Un asunto muy destacado en ella: su profundo
respeto, atención y escucha a las ideas, argumentos y posiciones intelectuales
e ideológicas de sus alumnos. Razones y motivos más que suficientes para
admirarla como persona y profesora. Y cuando en el devenir de mi ejercicio
profesional como sociólogo me desempeñé como profesor siempre la tuve presente
como ejemplo a seguir. Como bien dice el refrán: la palabra enseña, pero el
ejemplo arrastra.
Como
y cuando inicio mi amistad con Alba Lucía:
Un
segundo momento de la vida fue la oportunidad de conocerla más de cerca ya no
como profesora sino como persona, fue la ocasión, en unas vacaciones, en 1978,
de un paseo que organizó en su finca del municipio de Andes, corregimiento de
Tapartó, Hernán Escobar Roldán, profesor, colega, amigo de Alba Lucía y, más
tarde, director de mi tesis de grado. En esos días pudimos Alba Lucía y yo
conocernos más a fondo, ya no como alumno de ella. Recuerdo que me expresó que
se le hacía difícil un mejor relacionamiento y entendimiento con algunos de sus
colegas del Departamento de Sociología, en su prudencia, una virtud de su
personalidad, nunca me menciono nombres, por cuanto ellos manifestaban
resistencia y oposición a las teorías funcionalistas de la sociología
norteamericana que ella tenía a su cargo en un medio donde imperaba el
paradigma de la enseñanza del marxismo, el materialismo dialectico e
histórico. Reticencia, y sospecha,
además, por el solo hecho de hablar, leer y escribir en inglés. Absurdos
prejuicios académicos e ideológicos de esa época, hoy ya, afortunadamente,
revaluados. El tiempo le dio la razón. Sin embargo, ella no se doblegó y siguió
convencida de la necesidad de mantener un pluralismo en la enseñanza en el
Departamento de las distintas escuelas y enfoques de la profesión. Puedo decir
que a partir de este encuentro empezó a surgir y afianzarse una mutua amistad y
aprecio entre Alba Lucía y mi persona. Fui invitado después a conocer su casa
en el barrio Los Ángeles. Invitado, también con Fabiola Gonzales Merino,
compañera de curso, a dar la Vuelta a Oriente cuando compró su primer carro: un
Renault 4 de color verde limón, en 1981.
Alba
Lucía como esposa, madre y hermana:
En
su papel de esposa, madre y hermana Alba Lucía se sentía muy feliz y a gusto. Años
más tarde se casó con Andrés Vélez, quien fue su alumno y nació su hija María
Antonia. Vivieron en un apartamento en
Carlos E. Restrepo, al cual fui invitado varias veces a almorzar al igual que
el apartamento en Suramericana. Con mucho orgullo y alegría manifestaba los
logros académicos y profesionales de María Antonia de su vida como profesora en
Edimburgo, Escocia y de sus encuentros familiares con sus hermanos y hermanas.
Los fines de semana los solían pasar en la finca de Sopetrán, llamada: “El
Rastrojito”. Vía telefónica nos comunicábamos ella y yo con alguna frecuencia
hasta su fallecimiento. De una relación asimétrica entre profesora y alumno se
derivó una relación simétrica de igualdad como debe ser entre amigos. Otro
asunto que siempre le admiré, además de su buen trato y prudencia, fueron la
templanza y resiliencia de su carácter frente a la condición de fragilidad y
vulnerabilidad con la salud de su corazón, que trataba de sobreponer con buen
ánimo. Como hermana mayor apoyó, de manera solidaria, a sus hermanos menores en
sus estudios universitarios.
Su
invitación inesperada de hacer parte del profesorado del Departamento de
Sociología de la Universidad de Antioquia:
Otro
hecho que marcó nuestra relación de amistad y colegaje fue en 1992 cuando ella
se desempeñaba como jefe del Departamento de Sociología en un momento difícil
de crisis y conflicto entre los profesores y los estudiantes. Encargo que
asumió con compromiso gracias a su talante conciliador y negociador. En esa
coyuntura Alba Lucía me solicitó servir como docente ocasional de las cátedras
de Diseño Cuantitativo I y II a los alumnos de quinto semestre. Conocedor del ambiente hostil y nada
favorable del Departamento me negué en un principio, pero Alba me insistió en
aceptarlo como una colaboración necesaria en el cumplimiento de su tarea
administrativa y académica. Ante ese particular pedido no pude negarme y, en
consecuencia, me vinculé, solo por un año, como docente ocasional del
Departamento de Sociología de la Universidad de Antioquia. Fue, tengo que
decirlo, un reto muy complicado a todo nivel, donde obtuve, siempre, el apoyo
amigable y emocional de Alba Lucía. Años después realice mis estudios de
postgrado en la Universidad de Antioquia como Especialista y Magíster en
Ciencias Sociales.
Algunos
rasgos prominentes de su personalidad:
No
gustó ni busco nunca Alba Lucia el protagonismo, el reconocimiento lisonjero y
adulador por su trabajo docente e investigativo y logros profesionales.
Procuraba siempre mantener un bajo perfil. Y fue así como se ganó el aprecio, sincero y
genuino, de sus amigas, amigos, colegas y de la comunidad académica. Y por eso
mismo del impacto, de tristeza y demostraciones colectivas de pesar por su
fallecimiento repentino. Ni que decir del impacto emocional y afectivo en toda
su familia y parentela.
Admire
también en ella la manera como asumió sus años de jubilación manteniéndose
activa en otras ocupaciones y aficiones distintas a las labores académicas.
Creo que no se aburrió un solo día y disfruto de los tiempos con Andrés y María
Antonia, con sus numerosos hermanos y hermanas, con sus amigos/as y sus viajes.
Además de su clara inteligencia, otro de su personalidad rasgo que admire en
ella fue su risa espontánea y sentido del humor aun en las situaciones más
adversas de la vida. Nunca le oí alzar o subir el tono de su voz en una
conversación o debate.
El
viaje con ella y una amiga a Salamina, Caldas:
Un
tema recurrente de conversación entre nosotros era el de su familia de origen,
de sus padres y hermanos caldenses. De
sus años de infancia, adolescencia y juventud tanto en Pácora, donde nació,
como en Salamina donde creció y se educó.
Siempre le decía que quería conocer a Salamina, uno de los pueblos
patrimonio del país. Bueno, el momento se dio y en el segundo semestre de 2018,
Alba Lucía, junto con su gran amiga María Eugenia Arango Sosa y yo, nos fuimos
de viaje, en mi carro, por una semana a recorrer y conocer los pueblos,
paisajes y lugares de su terruño tan querido. Hacía varios años que Alba Lucía
no iba por esos lares. Para ella fue un rencuentro muy evocador y gratificante.
Al pasar por la población contó que allí había nacido por cuanto su padre
administraba una finca agrícola y lechera. Pero fue en Salamina donde creció y
asistió a la escuela e hizo su bachillerato. Nos llevó a caminar cada calle de Salamina, y
de cada calle, de cada casa había un recuerdo, una vivencia que relatar.
Inclusive nos llevó a conocer la casa, en un segundo piso, donde vivió con su
familia, en, ese momento lo habitada un adulto mayor que nos permitió la
entrada. Y allí, Alba nos mostró los usos de los espacios y narro loas
costumbres de su otrora vida familiar. También nos llevó a conocer el colegio
de la Presentación donde curso su bachillerato. Relato, hizo memoria, de sucesos
y personajes del pueblo en la época de La Violencia. De los esfuerzos de su
señora madre por educarla numerosa prole y sacarlos adelante en su viudez. Nos hizo reír con la historia del señor obispo
que quería convertirla en monja antes que socióloga. Nos contó, además, de sus
primeros años en Medellín cuando vivía con una tía y era secretaria en la UPB
durante el día, estudiaba de noche, para pagarse su manutención. Fue un viaje
maravilloso y enriquecedor donde pude conocer más a fondo de su vida personal y
familiar.
Otros
momentos compartidos:
Y
como la verdadera amistad es siempre un asunto bilateral, ella también conoció
más de mí vida personal, familiar y profesional. Siempre le agradecí su genuino interés por
conocer de mi trabajo como sociólogo, profesor, investigador y activista
gremial en el mundo de las ONG y en la dirección ejecutiva de la Fundación Bien
Humano, donde trabaje muchos años y me jubile.
De
mi admirada profesora y amiga entrañable, valoré sus virtudes de honestidad,
coherencia, integridad. Buena amiga de sus amigas y amigos, leal y segura
confidente. Me queda de Alba Lucía muy buenos recuerdos valiosas enseñanzas y
gratos momentos compartidos. Doy gracias a la vida por haber tenido la
oportunidad y el privilegio de conocerla, de tenerme entre sus amigos cercanos
y tratarla durante 47 años. La diferencia de edades no fue nunca obstáculo
alguno para mantener una amistad sin sombras, sin interrupciones, sin
altibajos. Solo su muerte nos priva de su presencia física mas no de su querido
recuerdo. A mi edad ya no es asunto
fácil conocer y cultivar nuevas amistades como la que tuve con Alba Lucía por
tantos años. Su fallecimiento me hizo reflexionar en valorar y reforzar más mis
amistades de toda la vida.
Agradezco
a los colegas del grupo de egresados y egresadas que me permitieron escribir
esta semblanza sobre mi admirada profesora y entrañable amiga Alba Lucía.
Rionegro,
4 de noviembre de 2024
En el Retiro. Embalse de Fizebad. 1981.
En
el parque principal de Salamina, Caldas. Octubre del 2018.
Alba
Lucía en la entrada de su casa familiar en Salamina, Caldas. Octubre del 2018.