INÉS ELVIRA GAUTIER
RESTREPO: UNA VIDA DEDICADA AL TRABAJO SOCIAL Y A LAS FAMILIAS DE
COLOMBIA, 1932 – 2017
Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo
Especialista
y Magíster en Ciencias Sociales
Magíster en
Ciencias de la Educación
Familiayotros.blogspot.com.co
@LuisJulianSalas
Medellín –
Colombia
Ana Restrepo de Gautier, madre de
Inés Elvira, fue fundadora, con otro grupo de señoras católicas de la sociedad
de Medellín, del Comité de Damas de la Caridad, en 1934, con la misión de atender las necesidades materiales y
espirituales de las personas y las familias en sus domicilios, bajo los
preceptos de San Vicente de Paúl, patrono universal de la caridad. Bajo la guía
de las obras de misericordia las Damas desplegaron durante 35 años un trabajo
de atención integral a alrededor de 5.000 familias en el barrio Las Estancias
de la zona centro-oriental de la ciudad. En su mejor época las Damas
constituyeron una red de 360 mujeres,
cada una de ellas responsables de atender entre 10 y 15 familias en sus
domicilios. Lo que hoy se conoce como Gestores Sociales de los programas
gubernamentales de erradicación de la pobreza extrema ya lo hacían, a su manera
y con mucha mística, estas comprometidas Damas.
Inés Elvira fue la segunda hija
del matrimonio de Augusto Gautier, ciudadano puertorriqueño, y la antioqueña
Ana Restrepo. Lo que se hereda no se
hurta, dice, con sabiduría un adagio popular, y en Inés Elvira se hizo
visible, en todo el curso de su vida, el legado del servicio social de su
señora madre por las personas y las familias más vulnerables y necesitadas. Fue
así como se matriculó como una de las primeras alumnas del programa de Servicio
Social de la Universidad Pontificia
Bolivariana UPB en la década de los años cincuenta del pasado siglo. Enseñanzas
académicas que supo poner en práctica con la comunidad y las familias del
barrio Las Estancias, sede operativa de la Sociedad de Damas de la Caridad. Y
al tiempo que ejercía su labor social en dicho barrio se desempeñaba como
profesora de cátedra en la Facultad de Trabajo Social de la UPB, actividades
que compartió con otra reconocida
pionera del trabajo social en
Antioquia: Cecilia Ángel Restrepo. Ésta doble función posibilitó convertir al
barrio Las Estancias en el centro de prácticas de las alumnas de la facultad y,
además, de un espacio para el ejercicio profesional de las graduadas. De esa
forma, la Sociedad de Damas de la
Caridad fue de las primeras entidades sin ánimo de lucro de Medellín en contar
con trabajadoras sociales tituladas, y no solo con mujeres voluntarias como era
costumbre de la época El concurso de la
academia en la gestión social permitió a las Damas hacer la transición de una
entidad asistencial a una especializada en prestación de servicios.
Fueron pasando los años y a
mediados de los años sesenta del siglo XX
la Sociedad de Damas de la Caridad se enfrentaron a dos grandes amenazas
que intentaron vulnerar la a autonomía programática, administrativa y financiera
de la entidad: el control de la comunidad de los padres lazaristas y los
conflictos del cura párroco por no permitírsele ser parte de la junta
directiva. La primera amenaza la
resolvieron creando otra organización: la Fundación para el Bienestar Humano FBH
a la que transfirieron los activos y el patrimonio, decisión que causo división
entre las socias por cuanto unas se adhirieron a la Fundación y otras siguieron
perteneciendo a la Sociedad de Damas de la Caridad. La segunda amenaza, que
dividió a la comunidad entre partidarias de las Damas y partidarias del cura
párroco, párroco que por cierto después
colgó los hábitos, la resolvieron dando
fin a los programas en Las Estancias y vendiendo las instalaciones al municipio
de Medellín. Éstas trascendentales decisiones, asumidas frente a la jerarquía
eclesiástica, fueron lideradas por la templanza y el carácter tanto de Inés
Elvira como de su y su señora madre, decisiones que no fueron fáciles de tomar,
que generaron oposición y enemistad personal entre las socias pero que era lo
que tocaba hacer y el tiempo, que siempre es el mejor juez, les dio a ambas la
razón.
Decisión y templanza del carácter
que Inés Elvira mostró, recién cumplido, sus 16 años cuando se fugó de la casa
para casarse a escondidas, en Pereira, con Álvaro Restrepo Vélez, con quien
tuvo dos hijos, Diego y Pablo, y compartió 35 años de feliz matrimonio hasta la
muerte prematura de Álvaro a los 51 años de edad. Su esposo Álvaro fue abogado,
viceministro de Desarrollo Económico, vicepresidente financiero de Fabricato y
profesor universitario de sociología e historia de la literatura universal pero ante todo era un intelectual de vasta
cultura y autor de varios de poesía. Uno
de sus ocho poemas de juventud lo tituló Romance
de luna y agua escribió:
Inés Elvira Gautier
Suspiro de luna y agua
Resplandor de claras luces
En tu mirar de gitana
Resonar de castañuelas
En tu sonrisa dorada-
Alma que sueña cantando.
Canto que sueñas en su alma.
Dos trenzas que son dos sueños
En una noche estrellada.
Estatua de Andalucía,
Color de mañana clara.
En tu acento soñador
Se oye cantar la alborada.
Fandangos y serranillas
Del Marqués de Santillana
Se concentraron en ti.
Inés Elvira Gautier
Suspiro de luna y agua
Decisión y templanza, tanto de la
madre como de la hija, que compaginaban
con la franqueza y la ausencia de temor para
sostener y defender argumentos cuando
discrepaban de una posición o tema determinado. La fortaleza del
carácter es una virtud que se aprecia
socialmente pero que genera rechazo e
inconformidad en las personas que de ella carecen. Tanto madre como hija siempre
expresaron lo que opinaban y sentían. El silencio nunca fue la forma de
responder ante algo o alguien con quien no se estaba de acuerdo. Y al ser madre
e hija tan parecidas en el carácter no faltó ocasión para el desencuentro, pero nunca para el disgusto.
La partida del barrio Las
Estancias no fue el fin de la F BH sino la oportunidad para iniciar una nueva
etapa de vida institucional en el trabajo con y para las familias del país: el
de la promoción, prevención y educación familiar. En 1972 Inés Elvira asume la
presidencia de la junta directiva de la Fundación y en 1975 asume la dirección
ejecutiva donde lidera, con un equipo de expertos, el Primer Plan de Trabajo
con La Familia y dedica a su desarrollo todo el potencial humano y económico de
la Fundación bajo la siguiente hipótesis
de trabajo:
Adquirir conocimientos es uno
de los elementos que incrementa la posibilidad de generar cambios positivos de
actitud y de comportamientos en las personas. Por lo tanto si se facilita el
acceso, a padres y madres de familia, a los conocimientos relativos al ciclo
vital humano, se les dará oportunidad para que cambien o mejoren su desempeño
como formadores de los hijos.
Hoy todos sabemos y reconocemos
la importancia de una buena Primaria Infancia en la vida de las personas, tanto
que ya es una política pública estatal; y lo es porque en la Primera Infancia
se dan o no las bases del desarrollo de la personalidad, de la inteligencia, de
la socialización y del cuerpo, pero en años pasados no era así.
Hace más de cuatro décadas bajo
el liderazgo de Inés Elvira Gautier Restrepo, desde la dirección ejecutiva de
la FBH, se dio inició al programa educativo preventivo Vivamos en Familia con
énfasis en la infancia y la interrelación padres-hijos. Vivamos en Familia fue
un programa innovador que, vía presencial, distancia y radio, cubrió 512
municipios, zona rural y urbana, en los 32 departamentos del país, siendo
adoptado por el Ministerio de Educación Nacional en los años 80, como base para
las Escuelas de Padres de las instituciones educativas públicas. Alrededor de
65 mil educadores y educadoras participaron del programa como agentes
multiplicadores. En 1987 ideó y puso en ejecución la campaña radial Vivamos en
familia cuyo contenido consistía en mensajes promocionales de corta duración
acerca de la mejor forma de educar a niños, niñas y adolescentes. Tanto la
serie radial como la campaña Vivamos en Familia se alcanzó a transmitir en 863
emisoras parroquiales y comunitarias de Colombia. Todo lo anterior fue posible
gracias a la visión, inteligencia, compromiso
y entusiasmo de Inés Elvira, acompañada por la junta directiva y un
equipo de expertos en temas de familia. Un trabajo que sigue siendo válido y
prioritario para la sociedad y las familias de la patria. Acciones que han
merecido el reconocimiento nacional al serle otorgado el premio nacional de
solidaridad por parte de la Fundación Alejandro Ángel Escobaren 1989, el premio más importante que
se concede en Colombia a una entidad sin ánimo de lucro.
En 1984, a mis 26 años, ocurrió
el encuentro mi encuentro con Inés Elvira cuando fui seleccionado y contratado
como profesional orientador de grupos de la Fundación para el Bienestar Humano.
Durante cinco años tuve la oportunidad de trabajar con numerosos grupos de
padres, madres, educadores, y normalistas tanto de las zonas urbanas como las
más alejadas veredas del país. Ese tiempo
fueron los más maravillosos años
de escuela y formación de mi vida
profesional como sociólogo. Bajo la tutela entusiasta y comprometida de Inés Elvira un equipo de 9 profesionales de las ciencias
sociales y humanas compartimos conocimientos, aprendizajes y prácticas en el
área de la interrelación padres-hijos. Para ello nos valíamos de las ayudas y
recursos didácticos más innovadores de esos tiempos: las filminas, las
carteleras, los casetes y las grabadoras portátiles. Lejos estaban aún los días
de la internet, de la virtualidad, del
computador, del power point, del whatsapp, del smarthphone, de la redes sociales. Una época donde los informes
se escribían a mano, en lápiz y papel, para luego ser transcritos a máquina por
la secretaria.
La actividad directa con las
familias se complementaba con la
investigación social aplicada para determinar, en la forma lo más
científicamente posible, si el trabajo realizado con la familias generaba o no
cambios positivos de actitud y de comportamientos entre sus integrantes. Una
gestión poco usual en las ONG de la época. Percibir y comprobar de manera directa la efectividad de esos
cambios; viajar y conocer distintas
regiones y poblaciones de la geografía nacional hacía de nuestro trabajo en la
FBH una fuente permanente de enriquecimiento personal y profesional, era una especie de reconfortante salario emocional.
1984 fue, también, un año de
celebración de los primeros 50 años de existencia de la Fundación para el Bienestar Humano. Con tres meses apenas de
vinculación recibí el encargo de Inés Elvira de ser el maestro de ceremonias
del acto solemne de celebración y para tan honroso encargo tuve que acudir a mi
tarjeta de crédito, a plazos, para vestirme para la ocasión, con saco,
pantalón, camisa, corbata y zapatos nuevos para representar con decoro y
dignidad a la Fundación en sus efemérides. Creo que pase la prueba y no
defraudé a Inés Elvira por la confianza
depositada en mí, yo un recién llegado a la Fundación.
Y volviendo al tema de la
templanza del carácter dio Inés Elvira una lección, de por vida, a una
compañera del equipo de profesionales que llegó tarde, sin excusa válida, a
un compromiso con un grupo de padres y
madres de familia de una escuela, su tardanza fue sancionada en el acto
impidiéndole entrar al salón de clase. Después de tantos años aún la compañera
y amiga recuerda, con afecto y gratitud, este hecho que le dejó la impronta, de
por vida, de llegar a tiempo a los compromisos adquiridos.
En el mundo laboral abundan los
jefes arbitrarios y despóticos que abusan de su poder ante los subordinados y
subvaloran o ignoran sus méritos. Escasean los jefes-líderes que con tacto,
entereza y prudencia llaman la atención de sus empleados ante las faltas cometidas pero sin dejar de
motivar y reconocer, en justicia, los logros de sus empleados. Inés Elvira
siempre hizo parte y dio testimonio de una verdadera jefa-líder.
Tres años después de mi retiro de
la FBH recibí una llamada inesperada de Inés Elvira la cual después del saludo
me preguntó: ¿Julián, no te gustaría
remplazar a la Reina? A lo que respondí: No entiendo Inés Elvira, ¿Qué me
quieres decir? Que me vuelvo a casar y me retiro de la dirección de la FBH y
hemos pensado en ti en la junta directiva como mi remplazo. ¿Qué me dices? Qué si, sin dudarlo, le contesté.
Nunca estuvo en mis planes ser director de una ONG pero la oportunidad se
presentó y acepte ánimo. Bueno y esa respuesta afirmativa fue mi regreso a la
FBH en calidad de director ejecutivo, cargo que desempeñe por 24 años
consecutivos. En total fueron 29 años de mi vida profesional en esa noble y
querida Fundación. A Inés Elvira y a la Fundación les debo el acercamiento y estudio del tema de familia
como objeto de mí que hacer de escritor e investigador.
Asumí, entonces, con entusiasmo, responsabilidad
y sentido de pertenencia el legado institucional de doña Ana Restrepo de
Gautier, sus compañeras fundadoras, y de Inés Elvira. Años en que siempre tuve
presente las enseñanzas de mi maestra Inés Elvira en cuanto a la rectitud,
coherencia, transparencia, reputación y eficiencia en la dirección ejecutiva de
una ONG. Pero el legado de Inés Elvira
no solo fue su participación activa en la Sociedad de Damas de la Caridad y la
Fundación para el Bienestar Humano, hoy Fundación Bien Humano, también lo hizo
en otras juntas directivas de ONG de la ciudad como la Asociación Antioqueña de
Voluntariado ADEVOL, la Corporación Hogar, Corporación Permanente para la
Educación de la familia CEPAS, Club de
la Edad Dorada, y Federación Antioqueña de ONG; fue también voluntaria de la
Clínica de Maternidad Luz Castro de Gutiérrez. En el sector público se desempeñó como secretaria de educación del
municipio de Medellín. Inés Elvira Gautier Restrepo, al igual que su señora
madre, dedicó su vida profesional a concretar
iniciativas y proyectos de beneficio a las comunidades y familias en las
organizaciones del sector social de Antioquia. Un ejemplo de vocación y de
servicio generoso. Ellas representaron lo mejor de esas generaciones de
personas que dieron sentido a su existencia comprometiéndose a fondo con el
cumplimiento de una misión, de una causa social, sin importar desvelos y
preocupaciones, sin esperar, tampoco, retribución o agradecimiento.
Mi gratitud y admiración, por
siempre, para Inés Elvira y sus obras. Por la huella que nos dejó que orgullo, que
satisfacción tan grande, un privilegio haberla conocido, tratado y aprendido de
su ejemplo y enseñanzas. ¡Tuvo ella una vida provechosa y bien vivida!
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