Acerca de la adopción por
parejas homoparentales: entre los prejuicios, las creencias y el deseo genuino y responsable de paternar y maternar
Por:
Luis Julián Salas Rodas
Sociólogo.
Especialista y Magister en Ciencias
Sociales
Magíster en Ciencias de la Educación
Director Ejecutivo de la Fundación Bien
Humano
familiayotros.blogspot.com
Medellín - Colombia
Aclaración conceptual
y objetivo del ensayo:
El debate acerca de la adopción
de parejas homoparentales, o parejas del mismo sexo, no se sitúa únicamente, he
ahí el problema, en las evidencias científicas.
Se mezclan los resultados de las investigaciones científicas, que no son
siempre unánimes, con los argumentos de los prejuicios y las creencias
personales y colectivas. Mientras la
evidencia científica se apoya en la razón y en la lógica, los prejuicios y las
creencias lo hacen desde las emociones. Un ejemplo clásico es de quienes creen
en el origen divino del universo y niegan la evolución y los no creyentes que
están de acuerdo con la teoría del Big Bang y la evolución de las especies. Los
resultados científicos tienen siempre carácter de provisionalidad mientras que
los prejuicios y creencias son de difícil erradicación. (La era de la
incredulidad. Revista National Geographic. En español. Marzo 2015). Y en las exposiciones de motivos frente a
temas controversiales apelamos, con oportunismo, a las conclusiones científicas
que más convienen a nuestros prejuicios y creencias. La enciclopedia virtual
Wikipedia nos dice al respecto:
Prejuicio: “Una actitud suspicaz
u hostil hacia una persona que pertenece a un grupo, por el simple hecho de
pertenecer a dicho grupo”.
Creencia: “Es el estado de la
mente en el que un individuo considera como verdadero el conocimiento o la
experiencia que tiene de un suceso o cosa”.
El diccionario de Real Academia
de la Lengua Española, vigésima segunda edición:
Prejuicio:
“Opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se
conoce mal”.
Creencia: “Firme
asentimiento y conformidad con algo”.
Como podrán apreciar, estimados
lectores, la tarea encomendada al autor es retadora por cuanto implica, como
sociólogo que soy, desprenderme de mis propios prejuicios y creencias, y
dilucidar la validez de los argumentos científicos acerca del tema a tratar.
Los prejuicios y creencias son convicciones arraigadas que vamos incorporando
desde el proceso socializador (familia, escuela, pares, medios de comunicación
y hoy en día redes sociales) y que guían de manera inconsciente nuestras
actitudes y conductas. De manera inocente, ya en los juegos infantiles del
recreo escolar se discrimina por género, habilidad o fuerza. En todo prejuicio y creencia hay un elemento
de miedo y temor de que el otro, o los otros, un extraño, podrían hacernos daño
o perjudicarnos. Son la materia prima
para ir elaborando el discurso y la imagen del otro como enemigo. La
prehistoria humana nos ha revelado que las personas se organizaban en tribus y
clanes para protegerse y atacar a otras tribus y clanes. En la modernidad la
pasión incontrolada y fanática de los hinchas del futbol por sus equipos ven en
sus rivales no adversarios sino enemigos a quienes atacar, y asesinar, por el
hecho vestir una camiseta y corear un lema.
El régimen sudafricano del “apartheid”,
que rigió hasta 1992, fue el más claro y minucioso sistema de segregación
racial de una minoría de población blanca a una mayoría de población negra;
igualmente aconteció en los Estados Unidos donde la ley de los derechos civiles
la derogó en los años sesenta del siglo XX. La creencia, por ejemplo, que la
población homosexual es la mayor
portadora del virus VIHS llevó en Francia a prohibir la donación de sangre por
parte de este colectivo. En los Estados de Arkansas e Indiana, de Estados
Unidos, se promovieron leyes que permitían a los comerciantes no vender
productos a personas contrarias a sus creencias religiosas. La expedición de
visas es un mecanismo legal que tienen los países para restringir el ingreso y
permanencia de personas cuya nacionalidad no se desea admitir. Las creencias
religiosas pueden convertirse en conflicto cuando los contrayentes son de
cultos diferentes, conflictos que pueden impedir el enlace o separar a las
parejas de, por vida, de sus familias de origen. Prejuicios y creencias forman
parte del imaginario colectivo que construimos sobre poblaciones regionales
dentro de un país. El sólo acento en el
habla de la persona es suficiente para activar en nosotros el imaginario
colectivo y dar lugar a burlas, prevenciones y rechazos. Los chistes son, en
ese sentido, una particular expresión no sólo diferenciadora sino discriminadora de sociedades, pueblos y
etnias.
Basta revelar los años, tener una
discapacidad física o cognitiva, portar un símbolo externo en el cuerpo o en la
ropa, un arete, un tatuaje o un tipo de peinado para activar en el otro los
prejuicios y las creencias. ¿Qué se oculta en la popular expresión “se cree de
mejor familia”? El atribuirnos un mejor linaje, una mejor posición social, el
marcar una pretendida superioridad y hacer ostentación de ella ante los demás. Y
no se piense que la discriminación y los prejuicios solo obran en las
relaciones humanas, también se da en las relaciones de nosotros con los
animales: lo perros, por poner un caso, criollos y de pelaje negro son menos
preferidos para ser adoptados por las personas y las familias. Se prefiere a
los perros de razas finas y pelaje claro. En Occidente ya no hay cacerías de
brujas ni se queman herejes en la hoguera como en el medioevo europeo pero aún
subsisten innumerables “apartheid invisibles y sutiles” en el contexto de la
vida pública y cotidiana. Sin embargo en otros continentes y culturas persisten
comunidades, rurales y aisladas, regidas por supersticiones ancestrales que
señalan, discriminan, torturan y asesinan a mujeres como brujas y hechiceras
culpables de males sociales y desastres naturales.
Cuando los prejuicios y las
creencias se convierten en ideología política o en doctrina religiosa, por
ejemplo, generan en las personas, en las familias y en los grupos emociones
primarias de odio, masificación, desprecio y persecución los cuales pueden llevar al ataque
físico, a la cárcel y al asesinato, como en el caso de los presos políticos de
los regímenes totalitarios y los creyentes ejecutados de otras confesiones
distintas a las que proclama el denominado Estado Islámico son pruebas de su
existencia aún en el mundo actual. La sociodiversidad humana es fuente de
riqueza pero también de conflicto cuando no se construyen y mantienen canales
de comunicación, respeto y entendimiento entre las familias, los grupos
poblacionales, las comunidades y las naciones.
La discriminación positiva es el
recurso legal que tiene un Estado para ir erradicando en la sociedad prácticas
y creencias discriminatorias contra determinadas poblaciones y minorías, como
ha sido el caso de las cuotas femeninas en los cargos públicos y la
participación de las mujeres en las juntas directivas de las empresas de algunos
países. Las políticas públicas de inclusión y cohesión social son también otra
vía para integrar poblaciones discriminadas. El conocimiento, respeto y
vigencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, por parte de las
Naciones Unidas en 1948, es un logro del proceso civilizatorio de la humanidad,
es un llamado a la desaparición de los prejuicios y creencias discriminatorios
y excluyentes. Sí es posible tener una disposición a la apertura mental y al
cambio positivo de actitudes y comportamientos como resultado de nuevos
conocimientos, experiencias y relaciones humanas. Sin embargo, a quien insiste en aferrarse, en
parapetarse en la muralla de sus propios prejuicios y creencias de nada vale argumentarle
evidencias científicas para hacerle cambiar de parecer sobre sus arraigadas convicciones.
Si no media un proceso permanente
de educación, de sensibilización y toma de conciencia lo que hace con nosotros
el curso natural de la vida es afirmar y arraigar mucho más los prejuicios y
creencias adquiridas en los años tempranos y de adultez. Y como ya vimos, no sólo
se validan en la cultura popular y las relaciones sociales sino, también, en el
sistema judicial, penal y carcelario de un país. He ahí la gravedad del asunto.
El objetivo de este ensayo argumentativo
es separar los prejuicios y las creencias de la evidencia científica al tiempo
que se expresa la posición oficial de la Fundación Bien Humano con respecto a
la adopción de niños y niñas por parte de parejas homoparentales.
Consideraciones preliminares
La crianza, socialización,
educación y formación del ser humano es un proceso largo y complejo que se
inicia desde el nacimiento y culmina con la muerte. En cada etapa del ciclo vital humano cada
persona se ve enfrentada a retos y desafíos, a la consecución de logros y a
aprender de los fracasos y las frustraciones.
Muchos agentes participan en forma diferenciada del proceso. Es un
asunto de corresponsabilidad y responsabilidades directas. El Estado, la
sociedad, la familia, la comunidad, la escuela, el grupo de pares y, hoy día,
las redes sociales ponen su parte ya sea
por acción u omisión. Ninguno de estos agentes puede subsumir o remplazar a
otro. No siempre actúan de manera sincrónica o articulada, de ahí que no es
fácil acudir al expediente de señalar culpables o concluir con certezas acerca
de las causas que dan origen a las problemáticas.
Desde la biología y la genética
se explica el fenómeno de la reproducción de las especies como finalidad de su
continuidad y conservación de todo ser vivo. La antropología cultural nos aporta los
sistemas de parentesco y el significado de los ritos, costumbres, tradiciones y
creencias que cada sociedad confiere a las tareas de la crianza y transmisión
de la cultura. La sociología da cuenta de composición, estructura y funciones de las familias y su relación con
las tareas de la crianza. La sicología
sabe de las motivaciones, de los afectos y emociones que posibilitan la
construcción de identidades y vínculos entre padres, madres e hijos para
cumplir con las tareas de la crianza. El
derecho construye las normas jurídicas que regulan los derechos, obligaciones y
responsabilidades entre padres, madres e hijos. La Historia nos narra los
cambios en las funciones y formas de organización familiar y de las tareas de
la crianza en el transcurso de los tiempos. Como puede colegirse no hay una
sola disciplina científica que de cuenta por si sola y en forma total de la
institución familiar, lo que hace más complejo su estudio, comprensión y
análisis.
Una verdad de Perogrullo es que
las sociedades requieren que las personas de sexo masculino y femenino procreen
para que pueda generarse el remplazo generacional y de esa forma la especie y
la sociedad tengan asegurada su continuidad en el tiempo. Los avances de la ingeniería genética y las
técnicas de la reproducción asistida hacen hoy posible que no sea necesaria la
relación sexual para la fertilización del óvulo. La demografía, otra disciplina científica,
nos explica los cambios en la fecundidad, natalidad, muerte y migración de las
poblaciones humanas. A mayor calidad de
vida, aumenta no solo la esperanza de vida de las personas sino que la sociedad dispone de un mayor
número en situación de vejez. Hay una
relación directamente proporcional entre la tasa de natalidad y el
envejecimiento de las personas, lo
que se refleja en la pirámide
poblacional. Cuando el índice de hijos
por mujer desciende del 2.1% la población de un país empieza a envejecer: menos
niños y niñas y más ancianos y ancianas.
Las implicaciones de la transición demográfica tienen siempre
serias implicaciones políticas, económicas, culturales y sociales para los Estados
y sociedades; China es un ejemplo: la política de un sólo hijo por familia en
un país donde la cultura prefiere a los niños sobre las niñas ha dado por
resultado un déficit demográfico de alrededor de 40.000.000 millones de
mujeres, lo que ha obligado, a su vez, a que los hombres chinos tengan que
salir a buscar esposa en otros países.
El psicoanálisis ha planteado la
importancia del deseo en las motivaciones humanas. La intensidad y permanencia
del deseo de tener un hijo, de ser padre o madre, incide en la calidad de los
cuidados de la crianza y en el establecimiento de fuertes vínculos afectivos y
emocionales con el hijo. El no deseo se asocia con el rechazo, el abandono o la
agresión. La encuesta de Demografía y
Salud de Profamilia (2010) afirma que el 54% de los hijos en Colombia no son
deseados. ¿Es lo mismo ser no “planeado”
que ser “no deseado”? En el pasado, cuando no había acceso a los métodos de
planificación familiar, las familias eran numerosas, con más de 10 hijos, pregunto:
¿todos los hijos que Dios mandaba a esas
familias eran deseados?
Los pro y contra de la institucionalización de infantes y adolescentes
Basta la capacidad reproductora
como resultado del desarrollo sexual y fisiológico para engendrar una nueva
vida corporal, la cual como resultado de la crianza, los cuidados, la formación
y la educación llega a constituirse en un ser humano dotado de valores,
voluntad, autonomía, responsabilidad y libre albedrío. El abandono de los progenitores o su muerte
temprana obliga al Estado, la sociedad y la parentela a ocuparse del niño
expósito o huérfano como también al que padece maltrato, abuso o infringe la
ley. La adopción es un proceso jurídico y legal por medio del cual se le
restituye al menor de edad su derecho a tener una familia, asumiendo que el
crecer bajo la custodia de padres adoptivos que lo acogen como hijo propio es
mejor que crecer en el abandono, en la calle o en una institución.
Por conocimiento propio y
directo, fui director de un centro municipal para jóvenes con “problemas de conducta” en Medellín, como se
decía en ese entonces; en dicha institución pude evidenciar el poder
deshumanizante, aniquilador, de los reglamentos y del trato de los adultos
cuidadores hacia los jóvenes y el de ellos entre sí. En la institución citada convivían jóvenes
con familia y jóvenes huérfanos, carentes de toda filiación parental, a quienes
llamaban “gringos”, por ser considerados hijos del municipio y que toda su
existencia había transcurrido en medio institucional. Los fines de semana los
jóvenes con familia se iban para sus casas mientras los “gringos” se tenían que
quedar solos, encerrados en la institución.
Los lunes, al llegar a trabajar, siempre encontraba, encima de mí
escritorio, el cuaderno de informes con las novedades disciplinarias de los
“gringos”: destrozos, hurtos, peleas. Era la forma de protestar, de llamar la
atención ante el abandono y la carencia. Indagar en las “fichas azules”, donde
sicólogos, educadores, trabajadoras sociales, enfermeras, médicos y
directores anotaban, con minuciosidad,
los motivos de consulta, los eventos vitales, los sufrimientos, los anhelos,
las pérdidas de los “gringos” durante quince o más años; me asaltaba el
desasosiego y la frustración de las
intervenciones fallidas de tantos profesionales. Me quedó grabada, para siempre, en mi memoria
la historia de Gustavo C., decía en su ficha azul: “nombre: supuesto, recogido
en la “curva del bosque” a las tres semanas de nacido, ningún pariente
conocido, sufre de estados de agresividad, desde los seis meses de edad se
golpea contra las paredes… a los 13 años, una sicóloga anotó en su voluminosa “ficha azul”: “es un
joven agresivo, aún se sigue golpeando contra las paredes”. Desasosiego y frustración porque para Gustavo
C. ninguno de los profesionales por los que pasó pudo ayudarle a superar su compleja
situación inicial.
El institucionalismo extremo anula, aniquila la identidad de niños
y jóvenes, los expone a riesgos como el maltrato, la violencia y el abuso de
adultos pederastas. De ahí que muchos infantes
y jóvenes prefieran la vida callejera a la vida institucional. Este tipo de institución
no sólo no les provee de adecuadas figuras de identidad sino que los priva,
además, de la posibilidad de tener hermanos y hermanas de verdad, como una familia.
Los compañeros institucionales temporales, transitorios, no llegan, casi
nunca, a convertirse en hermanos. Y en los casos donde la vida institucional no
representa riesgos, donde se trata de asemejarse a la vida familiar como en los
hogares sustitutos del ICBF donde de forma temporal una mujer soltera que hace
las veces de madre amorosa o una pareja heterosexual, que brindan afecto y
cuidados para un grupo reducido de niños, donde se garantizan todas las necesidades
materiales y los derechos humanos y que a pesar de ir a escuelas oficiales, crecen
con un déficit de referentes afectivos y de relaciones sociales. Su capital y
redes sociales terminan siendo reducidas. No hay parientes que los visiten o a
quien visitar. El egreso de la institución o del Hogar Sustituto, sino es para
ir a vivir con una familia adoptante, es el paso más difícil y traumático de
sus vidas.
En Colombia según cifras del ICBF
hay alrededor de 12.000 niños, niñas y adolecentes que llevan años en una
institución esperando el derecho de tener una familia. En el 2014 solo fueron
adoptados 1.148 menores (Periódico El Heraldo, 22/02/2015) Esperando a que los funcionarios asignados
den con parientes, por mandato de la Corte Constitucional, hasta el sexto grado
de consanguinidad, que sepan de su existencia y que quieran y estén dispuestos
a acogerlos. Mandato que debería
derogarse por su inoperancia e irrealidad. Y solo mencionemos que 80.000 niños
y niñas tienen hoy, en Colombia, una medida de protección del ICBF. ¿Qué está
pasando con sus padres y madres biológicos que el Estado se ve obligado a
intervenir? (Periódico El Heraldo, 22/02/2015)
El escritor inglés Charles
Dickens ha sido, desde la literatura, quien mejor ha descrito y narrado las
vicisitudes, los oprobios y padecimientos de los niños huérfanos en los
orfelinatos de la Inglaterra victoriana del siglo XIX, siendo Oliverio Twist su
obra más representativa al respecto. Así que siempre es preferible la vida
familiar real que puede proporcionar la adopción, a la vida institucional. La
adopción tanto de parejas o personas solteras, con hijos propios o sin ellos es
un acto consciente, deseado, planeado, lo que no siempre sucede con la
progenitura biológica que puede ser espontanea, inesperada e irresponsable. Los
padres adoptantes deben someterse a trámites, a espera, a entrevistas, a la
posibilidad del rechazo, situaciones de las que están exentos los padres
biológicos. ¿Por qué los defensores de
menores y las instituciones de protección no vigilan, custodian y verifican el
cumplimiento o no de los padres biológicos sobre sus hijos, como si lo hacen los
padres adoptantes? Se parte, acaso, de la presunción de incapacidad y de
irresponsabilidad de ellos no así de los padres biológicos. El maltrato, abuso,
muerte y abandono de miles de niños y niñas en nuestro país proviene de parejas
de o personas de orientación heterosexual.
Los pro y contra de la adopción por parejas homoparentales
La tareas de la crianza y los
cuidados de bebes y niños son demandantes no solo en gastos sino en tiempo,
atención y responsabilidad. Nos son
claros los motivos de criar y cuidar hijos biológicos para conformar una
familia y asegurar la descendencia. ¿Qué motiva, que lleva a una persona
soltera o a una pareja, homosexual o heterosexual, a la adopción sabiendo, de antemano, los
compromisos éticos y las responsabilidades legales y económicas que tal hecho
acarrea?
Desde los infantes se puede
interpretar como un acto de inmensa generosidad y solidaridad, como el
cumplimiento efectivo de su derecho humano a tener y crecer en una familia, en
un entorno que le bride protección y afecto. Y no en una institución o en la
calle. Desde los padres y madres adoptantes la adopción es la única posibilidad
que ofrece la ley para ejercer “maternar y paternar”. A excepción del derecho
que le asiste a toda persona adoptada cuando llega a su mayoría de edad por
conocer su origen y la identidad de sus progenitores biológicos, tanto los
niños y niñas adoptivas como los biológicos se equiparan en tener que asumir las
mismas contingencias cotidianas y especiales de la vida familiar y social.
Desde los años sesenta del siglo
XX en los países occidentales dieron inicio a la expresión de movimientos
sociales donde las nuevas generaciones empezaron a manifestar el deseo de
cambios con relación a la sexualidad, los derechos civiles de las minorías, el
rechazo a la guerra, el reconocimiento de las mujeres, la música, el arte, la
familia y el ámbito laboral. Desde la
primera marcha del “orgullo Gay” en la ciudad de Nueva York, el 28 de junio de
1969, donde se manifestó por el hecho de no tener que avergonzarse por el sexo,
la identidad y la orientación sexual, el movimiento LGTBI se ha constituido
como un sujeto colectivo de derechos, como un actor social militante que ha
logrado de los Estados y de la sociedad occidental el reconocimiento y la no discriminación
legal. De la eliminación de considerar
la homosexualidad como una enfermedad y aberración, de la supresión de penas
privativas de la libertad por la práctica privada el movimiento LBGTI ha
obtenido los derechos a conformar una
pareja, al matrimonio, a heredar y a adoptar hijos. A la fecha 15 países aceptan el matrimonio entre
personas del mismo sexo. 19 estados
permiten la adopción homoparental.
Nueve
son los argumentos, desde los prejuicios
y las creencias, que esgrimen los opositores a la adopción de menores por parte de parejas del
mismo sexo:
·
El
repudio por ir en contra de las creencias morales y religiosas personales y
colectivas.
·
El
considerar este tipo de adopción como contraria al orden natural de las
cosas. Solo las parejas heterosexuales
pueden concebir, adoptar y criar.
·
El
valorar que en la configuración de la identidad y orientación sexual de los
infantes es imprescindible tanto la figura del padre como la madre.
·
El
mito de que la familia nuclear, per se, es la familia ideal para la crianza y
formación de los hijos.
·
El
mito que si la familia es “incompleta” o sea que falta uno de los progenitores
es causal de riesgo para el adecuado desarrollo de los hijos.
·
El
pensar que los menores adoptados tomaran, siempre, la misma identidad y
orientación sexual de sus padres adoptantes.
·
El
creer y afirmar que la homosexualidad es una enfermedad.
·
El
presumir que las personas homosexuales y/o lesbianas van abusar y corromper a
los menores.
·
La
homofobia que da origen al odio visceral,
al rechazo y la discriminación.
¿Qué afirma la evidencia
científica a favor, resultado de múltiples investigaciones en distintas partes
del mundo, sobre la adopción y crianza de menores por parejas homoparentales? El
resultado concluyente es que no hay daños, perjuicios en la formación de la
personalidad, ni en la identidad y orientación sexual de menores adoptados y
criados por parejas del mismo sexo, veamos al respecto y valga la extensa cita siguiente
para los propósitos explícitos del texto:
“Cada cierto tiempo aflora el debate sobre la adopción de niños por
parte de parejas del mismo sexo y, casi de manera automática, saltan los
detractores enarbolando un argumento que supuestamente defiende la integridad
psicológica y moral de los niños. ¿Acaso tienen sus argumentos apoyo empírico?
Veamos que dice la ciencia respecto de la crianza de niños en familias
constituidas por padres del mismo sexo.
Hay muchos factores que confieren riesgo para el desarrollo saludable
de los niños y que tienen consecuencias en la adultez, como lo son la pobreza,
alimentación deficitaria, el abuso de sustancias por parte de los padres,
violencia doméstica, etc… pero la orientación sexual de los padres no está
entre ellos.
Muchos estudios han evaluado el impacto en el desarrollo psicosocial de
los niños cuyos padres son gay o lesbianas, los que destacan que los recursos
socioeconómicos y la fortaleza de las relaciones entre los miembros de la
familia son las variables más importantes que el género de los padres o su
orientación sexual en el impacto en el desarrollo de los niños y su bienestar.
Es lo que señalan en el paper denominado “Mothers, Fathers, Families, and
Circumstances: Factors Affecting Children’s Adjustment” donde concluyen que la
orientación sexual tiene poca o nula importancia predictiva en los problemas de
desarrollo de los niños.
Una gran cantidad de literatura científica demuestra que los niños y
adolescentes que crecen con padres gays y/o lesbianas les va tan bien en el
funcionamiento emocional, cognitivo, social y sexual, que los niños cuyos
padres son heterosexuales. Por ejemplo en “(How) does the sexual orientation of
parents matter?” se concluye que no hay diferencias en los resultados de
desarrollo entre los niños criados por lesbianas u hombres gays y los criados
por padres heterosexuales. En “Children raised in mother-headed families from
infancy: a follow-up of children of lesbian and single heterosexual mothers, at
early adulthood” muestran evidencia que
señala que los niños criados por madres heterosexuales solas o madres lesbianas
desde la infancia siguen funcionando bien al entrar en la edad adulta. En el
artículo denominado “Children raised in fatherless families from infancy: a
follow-up of children of lesbian and single heterosexual mothers at early
adolescence” señala que no hay evidencia de que la orientación sexual de la
madre influye en la interacción padre-hijo o el desarrollo socioemocional del
niño.
En una investigación publicada con el título “What does it mean for
youngsters to grow up in a lesbian family created by means of donor
insemination?” se establece que los problemas de los hijos de parejas lesbianas
que nacieron por inseminación artificial, tienen que ver con las burlas de sus
pares, y no directamente por el estilo de crianza de éstas, situación que de
hecho no interfiere en su bienestar psicológico.
En “Children of Lesbian and Gay Parents” se revisan un conjunto de
estudios, y al respecto señalan con contundencia que en más de dos décadas de
investigación no se han revelado diferencias importantes en el ajuste y
desarrollo de los niños o adolescentes criados por parejas del mismo sexo en
comparación con aquellos criados por parejas del otro sexo.
En la misma línea, el paper “Psychosocial Adjustment, School Outcomes,
and Romantic Relationships of Adolescents With Same-Sex Parents” señala que las
evaluaciones de las relaciones románticas y el comportamiento sexual de los
hijos no se asoció con el tipo de familia (familias compuestas por personas del
mismo sexo frente a padres de sexos opuestos).
Una revisión denominada “Lesbian Mothers, Gay Fathers, and Their
Children: A Review” sugiere que los niños con madres lesbianas o gays no
difieren de los niños con padres heterosexuales sobre los resultados del
desarrollo psicosocial. Además, en muchos sentidos, los hijos de padres gays o
lesbianas tienen experiencias similares de vida familiar en comparación con los
niños en las familias heterosexuales.
En “Outcomes for children with lesbian or gay parents. A review of
studies from 1978 to 2000” se revisaron 23 estudios empíricos publicados entre
1978 y 2000… ¿conclusiones? los niños criados por madres lesbianas o padres
homosexuales no difieren sistemáticamente de los otros niños en ninguno de los
resultados. Los estudios examinados indican que los niños criados por lesbianas
no experimentan efectos adversos en comparación con otros niños. Lo mismo vale
para los niños criados por hombres homosexuales.
Un informe técnico emitido por la Academia Americana de pediatría
titulado “Technical Report: Coparent or Second-Parent Adoption by Same-Sex
Parents” señala que los niños que crecen con madres lesbianas les va tan bien
en el funcionamiento emocional, cognitivo, social y sexual, al igual que los
niños cuyos padres son heterosexuales.
Hay quienes señalan que los hijos de familias homosexuales tienen mayor
riesgo de drogadicción o de caer en la delincuencia. En la investigación
denominada “Delinquency, victimization, and substance use among adolescents
with female same-sex parents” examinaron precisamente esa cuestión, y concluyen
que análisis indicaron que los adolescentes estaban funcionando bien y que su
ajuste no se asoció con el tipo de familia. Los adolescentes con cuyos padres
han descrito una relación más estrecha con ellos reportaron comportamientos
menos delictivos y bajo o nulo consumo de sustancias, lo que sugiere que la
calidad de las relaciones padres-adolescentes predice mejor los resultados que
lo hace el tipo de familia en el que viven.
A pesar de que los retos metodológicos son enormes para hacer frente a
fenómenos tan complejos y multifactoriales como los resultados del desarrollo
psicosocial a largo plazo de los niños, la literatura acumulada durante más de
30 años, en su conjunto, ofrece sólidas garantías de fiabilidad y validez sobre
el bienestar de los niños criados por padres del mismo sexo.
Disponemos de más datos para documentar el bienestar de los niños cuyas
madres son lesbianas que de aquellos cuyos padres son gays, ya que el número
estudios de hombres gay con hijos hasta hace poco, ha sido pequeño. Estudios
recientes afirman que las familias creadas por los hombres homosexuales se
parecen mucho a las creadas por lesbianas (En: “Gay Dads: Transitions to
Adoptive Fatherhood.New York, NY: New York University Press; 2012“) Por
ejemplo, un estudio reciente evaluó el desarrollo del niño y la crianza de los
hijos entre lesbianas/gay y parejas
heterosexuales que habían adoptado un niño. Las parejas lesbianas y padres gays
fueron similares en una variedad de características de crianza a sus
contrapartes heterosexuales. Los niños de todos los tipos de familia estaban
funcionando de manera similar y no presentaban problemas de conducta. Al igual
que en estudios anteriores, los índices de comportamiento reportados por los
maestros de la escuela señalaron que los problemas de conducta eran más
probables en los niños con padres solteros que con dos padres, con
independencia de su orientación sexual.
Dos artículos compararon el rendimiento académico de los niños cuyos
padres eran gay o lesbianas con niños cuyos padres eran heterosexuales.
Utilizando un análisis de datos del Censo de Estados Unidos para llevar a cabo
la primera gran muestra nacional representativa de análisis de los resultados
educativos, el autor del estudio “Nontraditional families and childhood
progress through school” llegó a la conclusión de que “los hijos de parejas del
mismo sexo son más propensos a progresar con normalidad en la escuela que los
hijos de la mayoría de otras estructuras familiares”. El otro estudio, denominado
“Same-Sex Parent Families and Children’s Academic Achievement” demostró que el
rendimiento académico más bajo se relaciona más con el número de transiciones
familiares que sufren los niños que con la orientación sexual de sus padres.
Como hemos podido ver en esta revisión de investigaciones, no se
observa deterioro ni menoscabo alguno para los niños que crecen con padres del
mismo sexo. Por el contrario, los problemas derivan de estigmatizaciones ajenas
a la constitución de estas familias.
Vale decir, no es imputable a su orientación sexual el eventual impacto
negativo en la sociabilidad de los hijos, sino que es resorte de
comportamientos homofóbicos (que nada tienen de inteligentes) basados en una
moral ignorante de la abundante evidencia empírica que las desautoriza en
validez.
La igualdad del matrimonio civil para parejas del mismo sexo puede
ayudar a reducir el estigma social que enfrentan los gays y lesbianas y sus
hijos, mejorando así la estabilidad social, su aceptación y apoyo.
Los niños no deben ser privados de la oportunidad de cuidado y crianza
por parte de padres o parejas, con independencia de su orientación sexual.”
En Colombia también se han realizado investigaciones acerca de la
adopción de menores por parejas del mismo sexo por parte de las universidades
Javeriana, los Andes, y la Nacional:
"Revisando los estudios al respecto se
encuentra que la mayoría muestra que no hay diferencias entre los niños
criados por padres homosexuales (frente a los criados por parejas
heterosexuales), lo
cual es un indicador de que no existe una razón científica para oponerse a
priori a la adopción por parte de las parejas homosexuales", dice la
Javeriana.
El concepto de los Andes
indica que "la investigación empírica muestra que los hijos de las parejas
lesbianas, gay y bisexuales no solo no presentan déficit en el desarrollo, sino
que su identidad sexual es mayoritariamente heterosexual".
Y el de la Nacional dice que "las madres lesbianas y los padres gays están
en las mismas condiciones que las madres y los padres heterosexuales de
proporcionar apoyo y ambientes saludables".
(Periódico
El Tiempo,
jueves 16 de
octubre de 2014)
En
igual sentido se han pronunciado la Asociación Colombiana de Psiquiatría (www.psiquiatría.org.co) y el Colegio
Colombiano de Psicólogos (www.colpscic.org.co).
En consecuencia, la evidencia científica arroja como resultado de que no hay
daños, perjuicios emocionales y afectivos en la formación de la personalidad,
ni en la identidad y orientación sexual de menores adoptados y criados por
parejas del mismo sexo, ni en el desarrollo cognitivo, emocional, moral y
social, ni en el rendimiento escolar en las familias de padres y madres
homosexuales heterosexuales.
En
este debate también se han hecho públicos estudios científicos en contra de la
adopción de parejas homoparentales.
Parten de cuestionar el rigor científico, el tamaño de la muestra, la
falta de aleatoriedad, de grupos de control y la metodología empleada en los
estudios conocidos que respaldan la adopción por parejas del mismo sexo. Los estudios en contra concluyen que los
hijos adoptados presentan más problemas sicológicos como baja autoestima,
estrés, trastorno de identidad sexual, trastornos de conducta como
drogodependencia, fracaso escolar y abusos paternos y maternos, así como mayor
tasa de enfermedades mentales. (NO ES IGUAL: informe sobre el desarrollo
infantil en parejas del mismo sexo. Mónica Fontana. Patricia Martínez. Pablo
Romau. www.mscperu.org)
Queda
por fuera del alcance de este ensayo argumentativo dirimir científicamente la
controversia de quien o quienes tienen la razón y la verdad científica, que
como ya hemos expresado es siempre provisional por cuanto siempre surgen nuevas
teorías y hallazgos. En las ciencias sociales y humanas no hay verdades
absolutas y universales. El pensamiento y la conducta humana se explican,
interpretan y comprenden en contextos relativos y particulares, los cuales, a
su vez, son cambiantes e históricos. La sociedad y la cultura se transforman y
se influencian mutuamente. Lo que es
aceptado y válido por un colectivo humano depende del contexto legal y
valorativo consensuado.
¿De
dónde, entonces, surgen los oponentes y
los argumentos en contra? Surgen de las instituciones y los sectores
conservadores del Estado, la sociedad,
las universidades, las ONG y las iglesias. Todo lo relativo a la familia y el
sexo impregnan las creencias, las vivencias, los valores, los imaginarios, las
actitudes y las prácticas tanto personales como sociales; se convierten en
ideología y doctrina, que soportan estructuras de poder y dominación, las
cuales fundamentan normas legales y jurídicas de carácter tanto general como
particular.
Cuando
Colombia era un Estado confesional la Iglesia católica regía, entre otras
instituciones, la educación, el matrimonio y el registro civil de las personas
mediante la expedición de la partida de bautismo (esta última hasta 1938,
cuando el Estado asumió como función el registro civil de las personas). La
iglesia católica discriminaba los hijos nacidos por fuera del matrimonio
religioso, cualquier otro tipo de unión era considerada amancebamiento o
concubinato, entre hijos legítimos e hijos extramatrimoniales o naturales. En la partida de bautismo, no en el registro
civil porque no existía, se declaraba si el hijo o la hija era o no legítimo lo
que refería un origen discriminatorio ante la sociedad, discriminación que era
confirmada por la ley, ya derogada por cierto, en el sentido que los hijos e
hijas extramatrimoniales solo podían heredar el 50% de los derechos que
correspondían a un hijo legítimo.
Otro
tipo de señalamiento y de condena social era el que se realizaba a las personas
separadas o divorciadas para ocupar cargos públicos. Notorio fue el caso, a
mediados de los años 70 del siglo XX de una gobernadora, nombrada por el
presidente Alfonso Lopez Michelsen que fue obligada a renunciar por un obispo por
su condición de separada. Hoy día, por fortuna, el estado civil y la
orientación sexual de las personas no es motivo moral para entablar juicios o
demandar renuncias, de funcionarios y funcionarias públicas. Las novedades
tecnológicas se imponen de forma vertiginosa en la vida cotidiana de las
personas mientras que los cambios sociales y culturales son más lentos, generan
resistencia en los sectores conservadores de las sociedades. Colombia no es la excepción. Toma tiempo para que la legislación se adecue y refrende
las nuevas realidades sociales y culturales.
El
matrimonio monogámico y heterosexual base de la familia nuclear ha dejado de
ser hegemónico en Occidente. En muchos
países, como Colombia, no es el matrimonio religioso o el civil la forma
institucional que tienen las parejas heterosexuales para conformar familia; es
la unión libre que hace tiempo es reconocida por el Estado con los mismos
efectos civiles de los otros tipos de matrimonio. Es la familia monoparental femenina la
tipología familiar que mayor crecimiento ha tenido en los últimos años: de
acuerdo a la última encuesta de Demografía y Salud de Profamilia (2010) esta
tipología ya representa el 34% de las familias colombianas. Los padres son
ausentes o no asumen las obligaciones de la paternidad. La madre puede y de
hecho lo hace ejercer al tiempo tanto la función paterna como materna pero no
la imagen paterna. Sus hijos e hijas crecen
con el vacío afectivo y emocional de un padre, es cierto, pero procuran internalizar la imagen
sustituta paterna de familiares o personas cercanas a ellos, y no por esta
situación podemos afirmar o inferir que tienen problemas en su proceso de
identidad u orientación sexual. ¿Y si esto sucede con los hijos de mujeres
cabeza de familia porque no puede acontecer con los hijos adoptados de parejas
homoparentales?
Decíamos
al principio del ensayo que en este tema de la adopción de parejas
homoparentales se presenta la confusión de los prejuicios y creencias con las
evidencias científicas. En el debate público a raíz del pronunciamiento de la
corte constitucional un médico docente
de la Universidad de la Sabana, en el libre ejercicio de la libertad de
cátedra, reafirmó ante la Corte Constitucional su posición de la homosexualidad
como una enfermedad. (Colprensa, 13/02/2015). Las enfermedades tienen tres
acepciones: o son curables, incurables o tratables. ¿En cuál acepción habría de
incluirse la homosexualidad o el lesbianismo? Quienes sustentan este enfoque
proponen su cura mediante modificaciones del comportamiento y terapias
reparadoras. Recordemos que solo fue hasta 1973 que el Congreso de la Asociación
Psiquiátrica Americana retiro la homosexualidad de la lista de desórdenes
psiquiátricos. Aún, hoy en día, en varios países del mundo los prejuicios y las
creencias religiosas imponen cárcel y pena de muerte a los homosexuales. El nazismo perseguía a los homosexuales
llevándolos a campos de concentración donde muchos fueron exterminados. La
creencia nazi en una raza y un destino superior para los arios llevó a la
muerte a seis millones de judíos europeos.
La
homofobia es el prejuicio sexual de aversión, odio, rechazo y discriminación
hacia personas de orientación homosexual o lésbica que puede llevar al
suicidio, en especial a los adolescentes como el conocido caso del estudiante
colombiano Sergio Urrego en el 2014. En estos casos es fundamental el
reconocimiento y apoyos de los padres y la familia. Las personas y los
colectivos homofóbicos, por supuesto, no aceptan y se oponen a la adopción
homoparental.
En
los países occidentales, a diferencia de los países islámicos, no es la moral religiosa,
regida por dogmas inamovibles, sino
la ética civil la que rige la conducta
de la ciudadanía. Si bien se respeta el
derecho a la libre difusión y práctica del culto, las creencias religiosas
pertenecen al campo de la vida privada e íntima de las personas; no pudiendo
pretender que los demás crean y vivan según mis propias creencias.
La diferencia entre
parejas homoparentales y las denominadas “familias homosexuales”
Cuando
aquí nos referimos a parejas homoparentales o del mismo sexo queremos significar
aquellas que han establecido y mantienes relaciones erótico sexuales, ya que
puede darse el caso de parejas del mismo sexo que se encargan de la crianza y
los cuidados sin que medie una relación erótica-sexual, por ejemplo dos tías
que tiene a su cargo un sobrino.
Un
asunto es nombrar la orientación sexual de la pareja como homosexual o
heterosexual y otra es caer en el equívoco de denominar, en forma genérica, a
las familias como “homosexuales o heterosexuales”. ¿Quiere eso decir que en una familia
“homosexual o heterosexual” todos comparten la misma orientación e identidad
sexual? De ningún modo. Así como no
puede afirmarse que hay “familias alcohólicas o depresivas” por el hecho de que
uno o dos miembros lo sean. Quienes son “homo y hetereo” son las personas y/o
las parejas, no el conjunto de integrantes de la familia. ¿Si no como se
explica que hijos e hijas de padres y madres heterosexuales tengan una
orientación sexual distinta a sus progenitores?
Este
equívoco es otra evidencia de la dificultad para consensuar una definición
única, válida y universalmente aceptada de familia. Las familias no pueden
determinarse y nombrarse únicamente por las preferencias sexuales de sus
integrantes. Ni la orientación sexual de una pareja pueda dar lugar a configurar
una nueva tipología. No hay que caer, aceptar y divulgar sofismas cuando conceptuamos acerca de la
familia.
Otro
equívoco en los términos es el de hablar del matrimonio de parejas del mismo
sexo como “matrimonio igualitario”… ¿Es que acaso el matrimonio entre parejas
heterosexuales hay que considerarlo como desigual? La ley colombiana, que sepamos, no hace
diferencia entre los derechos y responsabilidades de los cónyuges en cuestiones
de género o generación. Todos los
matrimonios y/o uniones de hecho están en condición de igualdad. Otro asunto muy distinto es procurar la
igualdad ante la ley del matrimonio de parejas del mismo sexo, reconocimiento
que aún está pendiente por cuanto el estatus es el de uniones civiles.
Lo
paradójico del “matrimonio igualitario” es que refunda, en el imaginario
colectivo, el matrimonio monogámico de la pareja heterosexual y la familia nuclear al reafirmar los valores
de la mutua fidelidad y amor exclusivo entre los conyugues; paradójico en
cuanto asistimos al aumento de la tasa de divorcios y separaciones en la
familia nuclear heterosexual, en los países occidentales, mientras que las
parejas del mismo sexo anhelan no solo igualdad y reconocimiento de derechos
sino una vida familiar y de pareja estable.
Y en cuanto al vínculo y relación de pareja, la pareja homoparental no
se excluye de las situaciones problemáticas de celos, falta de comunicación,
abuso y violencia en las que incurren las parejas heterosexuales.
Los
contradictores de la adopción por parte de parejas del mismo sexo alegan que la
adopción no es un derecho humano, ni constitucional que el deseo de paternar y maternar por parte
de estas parejas no es más que la
expresión de un “consumo sicológico”; pretenden, además, elevar a consulta
popular su aprobación o rechazo. Lo
primero: es cierto, no es un derecho pero por el hecho de no serlo no significa
que no sea una genuina aspiración humana de realización, meritoria de un
reconocimiento legal. Lo segundo: ¿de
donde sale esa expresión de “consumo sicológico”? ¿Lo que se quiere dar a
entender es que hay un aprovechamiento afectivo y emocional deliberado, con
intenciones malsanas de estos adultos hacia los infantes? ¿Qué no es válido,
que no es genuino el deseo de paternar y maternar de ellos? ¿Qué las parejas
heterosexuales están exentas de dicho consumo, si es que esto existe? Y por
último: la consulta popular. No puede
convertirse un hecho ético-legal como es la adopción en un asunto político de
imposición de mayorías sobre minorías; por esta vía habría que hacer lo mismo
con temas como el aborto, la eutanasia, la cadena perpetua, la pena de muerte,
por ejemplo.
La situación legal de
la adopción homoparental en Colombia
El
tema de la definición de familia y la adopción por parejas del mismo sexo tiene
en Colombia un nudo gordiano. De una
parte la constitución política de 1991 estipula, en el artículo 42, que solo la
unión de un hombre y una mujer, es decir una pareja heterosexual, puede
conformar familia. Los partidos y las fuerzas políticas, por lobby e influencia
de la iglesia católica, la Procuraduría General de la Nación, y los sectores
más conservadores de la sociedad, no han posibilitado una reforma
constitucional de dicho artículo, bastaría con decir que la familia la conforma
una pareja, quitando lo de hombre y mujer.
Como el Congreso de la República no quiere legislar en el tema de
familia, a pesar de que los exhortos de la Corte Constitucional, esta se ha
visto obligada mediante sentencias a interpretar los alcances constitución política en lo referente a la
familia.
Atendiendo
al principio de igualdad y no discriminación y a responder a demandas concretas
de las personas, parejas y colectivos la Corte ha reconocido los derechos
patrimoniales, de sucesión, seguridad social y adopción de las parejas del
mismo sexo reconociéndolas oficialmente como familia previa inscripción
notarial. Tres años se tomo la honorable
Corte para decidir la petición adopción de
la hija biológica de la señora Ana Leiderman por parte de su pareja
Verónica Botero. La medida de la Corte, en este caso, fue limitada y parcial. Solo aplica a parejas donde el hijo a adoptar
sea hijo biológico de uno de ellos o ellas. Lo que plantea ya un problema: si
un hombre o una mujer soltera adopta no puede después su pareja del mismo sexo
solicitar ser reconocido como padre y madre adoptante. ¿Y, por qué, solo hijo biológico? ¿Es que
acaso la Corte piensa que al ser hijo biológico la pareja adoptante se
abstendrá de cometer abuso sexual? ¿Sigue pesando el imaginario que el hombre
homosexual o la mujer lesbiana son seres perversos, depravados? Con esta
sentencia se favorece la adopción de la mujer biológica sobre el hombre por
cuanto este, a diferencia de la mujer, requiere alquilar un vientre, con el
agravante que en Colombia no está aun regulada esta práctica y el hijo se
presume de la mujer que lo da a luz.
El
tema de la adopción por parejas del mismo sexo ha dividido a las ramas del
poder público y a la sociedad colombiana.
Distintos sectores argumentan en pro o en contra, queriendo imponer sus
argumentos de manera hegemónica al conjunto del Estado y de la sociedad. Las iglesias, desde la ley divina y natural y
desde el Congreso de la República una connotada parlamentaria, la doctora
Viviane Morales, promueve la convocatoria a un referendo. El colectivo LGTBI
desde el derecho a la inclusión y la igualdad. La Procuraduría General de la
Nación desde el artículo 42 de la Constitución y la moral católica del señor
procurador y su delegada para la niñez, la juventud y la familia. Las iglesias
desde sus dogmas doctrinarios. El pleno del Congreso al no querer decidir por
considerar el tema “una papa caliente”. Los medios de comunicación y las redes
sociales desde la movilización de las opiniones. El académico que todavía considera que la
homosexualidad es una enfermedad y, por último, el ICBF “pasa de agache”, sin
pronunciarse, en el debate, apegándose a que cumplirán y acataran la Ley. Todos
eso sí, sin excepción, promulgan ser los mejores y auténticos defensores del “interés
superior de la infancia”.
A
propósito del citado referendo el exmagistrado y expresidente de la Corte Constitucional
Doctor Carlos Gaviria Díaz, Q.E.P.D, en
su última columna del periódico el Espectador (5/3/2015) titulada: Un Referendo impertinente opinó acerca
de si determinado temas problemáticos de la sociedad debían sustraerse a la
decisión mayoritaria de un referendo, a lo cual dijo sí y citó dos ejemplos: 1.
Los asuntos técnicos y científicos que reclaman una respuesta concluyente y 2.
Los asuntos relativos a las creencias. Cito al doctor Gaviria:
¿Tiene una persona, en una sociedad
pluralista, regida por un Estado laico, el derecho a organizar su vida y su
comportamiento en armonía con sus creencias religiosas? La respuesta es sí, más
allá de toda duda. Pero ¿puede con igual legitimidad convocar a los
ciudadanos que muy probablemente
comparten las mismas creencias derivadas de una fe común, respetables pero por
definición, injustificables racional y empíricamente, a que impongan obligaciones
y restricciones en sus formas de vida a quienes profesan otras creencias o sólo
tienen convicciones a que renuncien a su integridad y desarticulen su
pensamiento de su conducta y vivan una vida inauténtica, porque así lo dispuso
la regla mayoritaria?
(…) La democracia
es la promesa de convivencia grata entre sujetos autónomos que a nadie dañan,
aunque si pueden molestar conciencias fanáticas que defienden sus prejuicios
con argumentos de razón privada como si fueran de interés común.
Lo
que el doctor Gaviria cuestionó es si en un Estado constitucional de derecho,
como afirma ser el Estado colombiano, es si las mayorías pueden decidir en las
urnas por desconocer o recortar el derecho de los sectores minoritarios. Un asunto es respetar, como el escribió, que
una persona pueda vivir su vida de acuerdo a sus creencias religiosas o de otro
tipo y otra muy distinta es aceptar la pretensión de esa persona a que las
demás compartan y vivan sus propias creencias
Como
reflejo de una sociedad polarizada y dividida en torno al tema de la adopción
de parejas del mismo sexo la Corte Constitucional optó por una solución tibia,
a medio camino, tratando de complacer, en forma parcial, a cada uno de los
sectores enfrentados: a los que se arraigan en sus creencias religiosas y a
quienes son militantes extremos del movimiento LGTBI. No es con acciones
disparatadas como acudir a referendo como se puede solucionar el
conflicto. Las fuerzas sociales y
políticas deben presionar al Congreso de la República para que legisle como lo
ha expresado en varios ocasiones la misma Corte Constitucional, de una vez por
todas, y no tengamos que repetir el presenciar que sea un solo conjuez de la
Corte quien decida, por 47 millones de
colombianos y colombianas, lo que más convenga al el interés superior de la
infancia en Colombia. ¿Hasta cuándo seguiremos legislando con “fallos” parciales
y coyunturales y no de fondo de la Corte Constitucional?
Y
a propósito en todo este debate mediático no se han escuchado las voces de los
niños, niñas y adolescentes. ¿Qué
piensan y sienten los infantes y adolescentes institucionalizados que están
viendo frustrada su adopción, su derecho humano y constitucional a tener una
familia y n o ser separada de ella? Esta ha sido una controversia pública
totalmente adultocéntrica. Los funcionarios del ICBF hablan todos los días, por
los medios de comunicación y las redes sociales, de la vulneración y el restablecimiento de los
derechos de la niñez ¿Acaso no estamos vulnerando los derechos de expresión y
participación de ellos en este tema tan crucial para su futuro y felicidad?
Y
mientras la legislación avanza y reconoce la igualdad de derechos las personas
y los colectivos sociales deben ir cambiando la mentalidad, los prejuicios y
las creencias que afectan a los infantes que crecen con una pareja
homoparental. En el pasado lo fueron los
hijos extramatrimoniales del rito católico, luego los hijos de padres separados
y divorciados. Debe llegar el día en que los hijos e hijas adoptados por
parejas homoparentales no sufran ningún tipo de discriminación, acoso o
señalamiento de sus pares y la sociedad.
No
son los prejuicios y las creencias de la orientación y la preferencia sexual de
los adultos o las parejas lo que debe definir la adopción homoparental sino la
capacidad de los seres humanos para establecer vínculos emocionales, afectivos
y éticos sanos y seguros con los niños y
niñas los que se deben tener en cuenta
en una adopción. Adoptar no puede obedecer sólo a un impulso emocional, como
cuando un policía le informan de un niño de brazos abandonado y declara ante
los medios de comunicación que quiere adoptar el bebe. Es la confirmación, por
parte de las autoridades, de la auténtica idoneidad de la persona o las parejas
que deseen “paternar y maternar”. Estos, y no otros, son la garantía real que
debe evaluarse para que los adoptados puedan disfrutar, a plenitud, de las
contingencias felices o infelices de ser parte integral de una familia
independiente que las parejas sean homoparentales o heterosexuales. Como en
todo dilema ético en la adopción por parejas del mismo sexo no es posible términos
medios o neutrales. Se está a favor o en contra desde los prejuicios, las
creencias, las evidencias científicas o la ley.
La
Fundación Bien Humano, con 81 años de vida institucional, no es una
organización confesional ni depende de ninguna institución política,
empresarial de carácter nacional o extranjera. Está conformada por personas
naturales, hombres y mujeres, independientes. Nuestra misión es la de propiciar
cambios positivos de actitud y de comportamiento en el entorno de la vida
cotidiana de las familias , mediante el acceso al conocimiento científico y la
reflexión participativa acerca del desarrollo humano y las relaciones
familiares y comunitarias, contribuyendo así a crear una sociedad más justa,
democrática y pacífica. Propiciamos la
deconstrucción de los prejuicios y las creencias contrarias a la convivencia y
la coexistencia humana. Reconocemos en las personas solteras y en las parejas
tanto homoparentales como heterosexuales que adoptan un genuino deseo de
“paternar y maternar”. Vemos en la adopción una actitud, una conducta positiva disposición,
voluntaria y responsable, de personas adultas por amar y cuidar de un niño o
una niña que su mayor deseo y necesidad es hacer parte de una familia. Antes
que talanqueras lo que estas personas y parejas, admirables, requieren es apoyo
y reconocimiento por parte del Estado y la sociedad.
La
evidencia científica disponible que compartimos, a la fecha, nos dice que siempre
es preferible la adopción a la vida institucional permanente y que la adopción
de niños y niñas por parejas homoparentales no genera daños, perjuicios afectivos, emocionales y
sicológicos en el proceso de desarrollo, en la configuración de la identidad y
la orientación sexual de los adoptados.
Si en el futuro la evidencia científica arroja otros resultados
distintos a los aquí expuestos la Fundación Bien Humano volverá a repensar y
emitir un concepto sobre el tema en cuestión.
El
autor agradece los aportes del equipo profesional, de los miembros del comité
de familia y de la junta directiva de la Fundación Bien Humano en la redacción
del presente ensayo.
Medellín,
2 de junio de 2015
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